Mónica de la Llana desapareció el pasado verano en Tarragona. La última persona que la vio fue su pareja, con quien tenía una relación tormentosa, sin embargo, los investigadores no tienen nada concreto contra él. Los Mossos temen lo peor.
Siete meses sin usar las cuentas ni tarjetas bancarias, sin retirar su medicación para el corazón y sin publicar en redes sociales, donde era muy activa. Todo es muy extraño para los investigadores de la desaparición de Mónica de la Llana, de 45 años.
La última persona que la vio fue su pareja, con quien estuvo el 21 de julio hasta que, según su versión, la acompañó a una parada de autobús para que fuera a Reus, a comer con una amiga. La mujer nunca llegó a esa cita.
No fue hasta bien entrado agosto cuando su familia denunció su desaparición. Mónica, cuentan, era muy independiente y podía estar varios días sin llamarles. Sin embargo, todo les extrañó cuando no se preocupó por la operación de su madre, ni acudió al cumpleaños de su hijo.
Los Mossos no creen que fuera una desaparición voluntaria. El entorno de Mónica señala a su pareja, con quien tenía una relación tormentosa a pesar de que solo llevaban juntos unos meses.
La versión de los hechos que ha dado a los investigadores no termina de cuadrar. Por ejemplo, el conductor del autobús que tendría que haber cogido la mujer no recuerda haberla visto a bordo. Sin embargo, no hay pruebas concretas contra él.