Las imágenes del rescate de cientos de niños bajo los escombros tras el devastador terremoto de Turquía y Siria ponen la piel de gallina. La mayoría de los que salen vivos de entre los escombros son niños que logran resistir gracias a su pequeño tamaño. Necesitan menos espacio y se esconden en cubículos diminutos donde han quedado bolsas de aire. Pero, hay instantáneas que sobrecogen. Tanto, que hay personas que no son capaces de aguantar tanto dolor, no quieren mirarlas, incluso cambian de canal cuando lo ven por televisión.
"No era sólo un niño, era uno tras otro, en situaciones de gran sufrimiento. En algunos casos las noticias decían que había finales felices porque los salvaban con vida. Pero, ¿dónde están sus padres?, ¿qué les espera a esas criaturas tan pequeñas? Tengo tres hijos de edades similares a la de muchos que los pequeños que vemos entre escombros. El mayor de mis hijos empieza a comprender lo que sucede y hace preguntas que le ayudan a entender. Los más pequeños, no. Sólo ven niños que podrían ser sus amigos de clase o ellos mismos sufriendo. No lo entienden, les da miedo", cuenta Miguel Ángel, padre de tres niños en Madrid. Lo mismo cree Lucía, madre de otros tres hijos. "Ver a los niños sufrir duele más porque los ves vulnerables e inocentes y más desde que soy madre".
"Es una reacción entendible, incluso natural, pero que se debería evitar", asegura José Antonio Luengo, decano del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. "Llevamos una generación y media educando en la fragilidad y planteando un modelo educativo y de crianza basado en la evitación del trauma, del golpe", explica. "No quiero ver estas desgracias y menos que lo vean mis hijos. Esta manera de entenderlo está marcando un hito histórico en fragilidad y en cómo se quiebran los chavales con mucha facilidad".
Han pasado ya cuatro días y la cifra de muertos aumenta por horas. La última actualización habla de más de 20.000 víctimas mortales en Turquía y Siria. Además, casi 80.000 personas, según las autoridades, siguen luchando contra reloj para rescatar a los que han quedado atrapados bajo las ruinas de los casi 6.500 edificios que se han venido abajo, solo en Turquía. De momento, más de 8.000 vidas han sido salvadas de lo que sería una muerte segura.
Además, dice Miguel Ángel, está el efecto de la saturación. "Los rescates de niños son muy conmovedores y en las televisiones se emiten una y otra vez, en algunos programas se ven en bucle. Hay un momento en el que su utilización reiterada va más allá de lo necesario para entender lo que ha sucedido en Siria y Turquía. Después de varios días igual, ayer en casa empezamos a ver las noticias, pero después de unos minutos, las quitamos", expone este padre. Luengo asevera que todo en su justa medida es necesario. Depende de las edades de los niños no es necesario ver los 30 minutos de informativos, pero sí que conozcan la realidad de lo que pasa. "Estamos muy sensibilizados con los desastres naturales como consecuencia de lo que hemos vivido. Al ver estas imágenes no tenemos que convertirnos en voluntarios de una ONG al día siguiente, pero así podemos darnos cuenta del dolor que viven otros que tenemos cerca y que no vemos", cuenta el decano los psicólogos de Madrid.
Luengo asevera que el propio adulto intenta huir de esa realidad para seguir soportando de alguna manera, con cierta normalidad, el mundo en el que vivimos que no siempre es satisfactorio. Por prisas, por miedo, por angustias. Y pasa otra cosa, reconoce, "si cambias de canal, si no lo ves, es como si no pasara. Nos estamos engañando y esto es un problema". Insiste en que si no me expongo a situaciones que son delicadas y rehúyo de ellas, por los efectos indeseables que puedan pasar, pienso que esto no está pasando.
Pero advierte de que hay otra manera de mirar, mirar sufriendo, pero de forma proactiva ¿Qué puedo hacer yo para ayudar, o para que este dolor disminuya? "La lectura debería ser esa. Haz una aportación monetaria, colabora con ropa, con una ONG hacer algo para hacerte entender y entender a tus hijos que estas cosas pasan y eso ayuda a que veas el efecto favorable que tiene ver estas imágenes tan dolorosas. Ser proactivo, cuidar en la medida de lo posible. No se trata de ir a ayudar a Turquía a quitar cascotes, se trata de entender que a tu alrededor hay gente que sufre y que a ellos sí les puedes ayudar".
"Creo que mirar hacia otro lado no contribuye al crecimiento personal, ni a mejorar como persona, ni a hacer de este mundo un mundo más ciudadano. Cambiar de canal es más una reacción que una respuesta. Al final esto es un simbolismo, yo aprieto un botón y desaparece, pero en la vida no es así, no funciona con un botón".
"Esas imágenes de niños bajo los escombros nos enseña lo que es el dolor sobrevenido de forma inesperada y lo muestra cruelmente. Y hay que entender que ese dolor viene con mil caras (pérdida de empleo, problemas de pareja, enfermedades), y hay que entrenarse para mirarlo de frente, aunque cueste. Buscamos lo que nos da tranquilidad y placer, que es entendible", dice Luengo.
¿El dolor de los niños no lo soportamos nunca o hay diferencia según en qué contexto suceda? Es decir, con el niño Aylan Kurdi se vio la imagen y su difusión cambió la política migratoria de Merkel. Generó indignación y denuncia. En este caso no hay nadie a quien culpar, ha sido una catástrofe natural.
Luengo dice que, en general, cuando tenemos una posible causa aparece la empatía y la indignación, que hace sobrellevar mejor lo que pasa. Nos sentimos más activos y más partícipes de hacer algo para que eso no vuelva a ocurrir, que es lo que pasó con el pequeño de tres años ahogado en la playa.
Sin embargo, cuando la catástrofe ocurre por causas naturales lo que queda es la devastación. Lo que nos pasó con la pandemia. Cuando se culpó a los laboratorios chinos a mucha gente le hacia estar y sentirse mejor, aunque no hubiera ninguna prueba de que ese fuera el origen de la covid-19. La tragedia humana que viene por un desastre natural nos deja el corazón partido y, es en esos momentos cuando hay que explicarse a uno mismo que esto pasa que la gente sufre y no hay que darle al botón, aunque la situación sea incómoda o dura, concluye el decano del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.