Dolor y consternación entre los vecinos que hoy siguen conmocionados por el ataque de un ciudadano marroquí de 25 años en la iglesia de Nuestra Señora de La Palma y en la parroquia de San Isidro de Algeciras, Cádiz. Allí, “con una tranquilidad absoluta”, según los testigos, Yassine Kanjaa, el detenido como autor de los hechos, hirió gravemente a un párroco y acabó con la vida de un sacristán, desatando el pánico entre todos los presentes.
En su macabro acto, que se investiga como un presunto ataque terrorista, según los testigos el agresor empezó dirigiéndose a la iglesia de San Isidro, situada muy cercana a su domicilio. Aquí, la emprendió a golpes contra varios símbolos religiosos. Una mujer le llamó la atención y resulto expulsado. Ese era solo su primer aviso, porque poco después volvería armado con un machete de grandes dimensiones. Fue así como se produjo su primer ataque, dirigido contra el párroco, al que hirió de gravedad, aunque se encuentra estable en el hospital.
Antes de agredirle, esperó “a que estuviera terminando la misa, se acercó al altar y sacó el machete”. “Allí el sacerdote pudo esquivarlo y salió hacia la parte de atrás de la Iglesia, que ha sido donde le ha dado en el cuello", ha contado una mujer en declaraciones a la cadena Cope recogidas por Europa Press.
Cuando vieron a Yassine Kanjaa atacar al cura, tanto ella como otras personas presentes, presas del pánico, salieron corriendo, escondiéndose algunas en una peluquería cercana.
Tras este primer ataque, el agresor se dirigió a la Iglesia de Nuestra Señora de La Palma, templo mayor de la ciudad. La misa había terminado y el sacristán, Diego Valencia, se encontraba en el altar recogiendo las cosas. En ese instante, según ha relatado el propio cura de la sede que acoge a la patrona de la ciudad, fue a por él. De hecho, este considera que él era el objetivo y si hubiese estado presente estaría muerto; que Yassine Kanjaa confundió al sacristán con que era el cura, porque en el camino "se cruzó con catequistas, que creían que las iban a matar” y las ignoró, algo que le lleva a pensar que tenía sus “objetivos claros”.
"Si vas a hacer una matanza de estas, vas cogiendo a todo el que te encuentres por delante, y esta persona fue directamente hacia Diego y se cruzó con catequistas, que creían que las iban a matar, y pasó de ellas", sostiene el vicario de la Diócesis y párroco de La Palma en Algeciras, el padre Juan José Marina.
En este contexto, el agresor atacó al sacristán y lo “remató en el suelo”.
Según los vecinos, Diego Valencia, que llevaba cerca de 16 años sirviendo en esta iglesia, “hacía de todo” en el templo, desde abrir y cerrar las puertas, hasta arreglos florales, porque "antes tenía una floristería".
Muy querido por los devotos, sostienen que en el momento en que se produjo el ataque "no había mucha gente por el día que hacía", pero vieron “claramente cómo lo mató”. “Ponía el cuchillo hacia arriba y miraba hacia arriba hablando algo en su idioma", han señalado, destacando su frialdad y “tranquilidad absoluta”, según una de las testigos cuyo marido avisó a la Policía mientras salían corriendo, pensando que podía matar a más gente.
Al parecer, Diego Valencia habría expulsado días antes a Yassine Kanjaa de la iglesia, pues ya habría merodeado antes por el lugar. Los vecinos creen que el atacante pensaba, en efecto, que él era el cura de la iglesia, “el que mandaba”, y por eso “quiso ir a por él”.
“Sabía perfectamente lo que hacía, tenía a sus objetivos identificados”, ha dicho, en declaraciones recogidas por La Vanguardia, Francisco Illescas, amigo del sacristán.
Tras el suceso, la plaza Alta, lugar de encuentro de los algecireños, quedaba acordonada con el cadáver del sacristán en el suelo. Una vez deshecho el cordón policial y permitido el paso, las muestras de dolor y solidaridad no han dejado de sucederse y en el lugar donde cayó el cuerpo del sacristán sus vecinos han querido depositar velas, flores y estampas con imágenes de algunas de las vírgenes titulares de las cofradías algecireñas.
Entre lágrimas, una prima de la víctima ha contado que Diego era “como si fuera un hermano”, recordando lo mucho que todos le querían en el lugar: "Le ha tocado y yo lo siento mucho, como lo siente toda Algeciras, porque era muy querido. Cuando se está en una cosa así es porque eres buena persona y confían en uno”.
Asistiendo también a las muestras de solidaridad y de dolor, Aziz Hamid, un vecino de Algeciras desde hace 12 años, ha condenado los hechos ""por los españoles y marroquíes". “Pedimos disculpas, no es culpa nuestra, no queremos que se meta a todos en un saco, hay gente que lleva 20 años aquí, con hijos, y hay que considerar que no todos somos iguales", ha subrayado.
Mientras, las manifestaciones y los gestos en recuerdo de Diego Valencia continúan. Se espera que esta tarde llegue su cuerpo para ser velado en la misma iglesia donde fue atacado y donde ejercía como sacristán.