Rubén Martínez, mejor docente de educación no formal: "Hoy un alumno ha logrado contar hasta 20 y hemos llorado los dos"
Martínez ha sido elegido el mejor docente de España en la categoría de Educación No Formal en los Premios Educa Abanca
"Siempre me baso en el juego y en proyectos motivadores para que el alumnado aprenda, independientemente de la edad o de la necesidad que tenga"
"A la educación especial le queda que sea más reconocida socialmente porque somos los grandes olvidados"
Rubén Martínez (1994, Cartagena, Murcia) está seguro de que la motivación es la clave para ser un buen profesor. Y él lo está y mucho. No para de inventar y crear nuevas metodologías con tal de que sus alumnos de educación especial aprendan. Este año ha sido elegido el mejor docente de España en la categoría de Educación No Formal en los Premios Educa Abanca, considerados los 'Goya' de la Educación.
Martínez imparte clases como profesor de Pedagogía terapéutica y Audición y Lenguaje a estudiantes de tres a 17 años en el colegio ordinario concertado Lideria International School, en el municipio de Puerto Lumbreras (Murcia). Desde niños con autismo o con inteligencia límite hasta aquellos con necesidades educativas de distinta índole. A todos ellos les da apoyo tanto dentro de las clases ordinarias, con el resto de estudiantes, como fuera. “Yo abogo mucho por la inclusión, por eso siempre intento hacerlo dentro de las aulas, aunque haya aspectos, por ejemplo, relacionados con el lenguaje, que requieren que lo tenga que hacer en un aula específica preparada para ello”, asegura. Martínez, que también da clases en la Universidad de Nebrija, privada, alcanzó el segundo puesto en la edición de los Premios Abanca en la misma categoría el año pasado.
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Pregunta. ¿Por qué cree que le han premiado esta vez?
Respuesta. La diferencia está en el tipo de metodología que yo utilizo, que está basada en el juego. Y la aplico en todas las etapas en las que imparto docencia. Siempre me baso en el juego y en proyectos motivadores para que el alumnado aprenda, independientemente de la edad que tenga o de la necesidad que tenga. Creo que esta metodología es lo que ha llamado más la atención.
P. Y, ¿cómo funciona esta metodología?
R. Pues básicamente consiste en buscar el contenido que queremos enseñar en algún juego para explicarlo. Un juego que ya existe o inventado. Por ejemplo, uno de los conceptos que más he trabajado ha sido el aprendizaje de las tablas de multiplicar, que les cuesta mucho. Me inventé una versión del clásico juego de El Uno en el que tenían que aprenderse las tablas de multiplicar. Así se motivan muchísimo y se las aprenden. Como ese ejemplo, muchísimos.
P. ¿De dónde sacaste esa idea?
R. La aprendí en la Universidad. Nos la explicaron de una forma un poco teórica, pero fui investigando un poco más sobre el tema y me gustó lo de alejarme del libro de texto. Empecé probando diferentes dinámicas y me fui automotivando, pensando que, si algo había funcionado, podía ir un poquito más allá.
P. A algunos padres, en cambio, les da miedo cuando un profesor se aleja del libro de texto porque piensan que allí está todo el contenido recogido que se tiene que aprender…
R. En mi caso no está pasando. Es verdad que estamos en una etapa de transición entre el libro de texto y otras metodologías. Por ahora, es un complemento, no algo que sustituya… a un padre, mientras su hijo aprenda o vuelva a ser feliz y motivado del colegio, le es suficiente.
P. ¿Cuesta motivar a un alumno?
R. Es todo un reto. La motivación es siempre un reto. Cuando veo a mis alumnos motivados, me motivan más a mí a seguir así, por eso no paro de crear material y diferentes dinámicas.
P. ¿Qué tiene que tener un buen profesor?
R. Sobre todo, motivación y empatía. Si estás motivado, lo alumnos lo ven y lo notan y ellos se motivan. Cuando tienes empatía, sobre todo en la etapa de la adolescencia, te das cuenta de que uno mismo ha estado no hace tanto en ese mismo lugar, lo que ayuda a entenderlos.
P. ¿Cómo es trabajar con sus alumnos con necesidades especiales?
R. Trabajar con ellos siempre es un reto. A la educación especial le queda que sea más reconocida socialmente porque somos los grandes olvidados. Nuestro trabajo es difícil porque nunca tenemos un libro de texto que seguir, como una asignatura como Matemáticas o Lengua. Nosotros tenemos que enseñar a un niño con necesidades, que tiene que adquirir una serie de habilidades para poder continuar con su aprendizaje, y tienes que ir adaptándote día a día a las necesidades de ese niño. No tienes una programación que seguir, sino que tienes que estar siempre fabricando cosas . Nunca te puedes planificar con antelación.
P. Entiendo que debe ser muy gratificante este tipo de alumnado.
R. Hoy mismo un alumno, de seis años, con el que llevaba desde principio de curso intentándole enseñar a contar, ha conseguido contar hasta 20 él solo y nos hemos puesto a llorar los dos. Es lo más emocionante que hay.
P. ¿Tiene también sinsabores tu profesión?
R. Muchas veces tienes que enseñar algo y te estampas contra un muro. Pruebas diferentes dinámicas, pero no llegas a hacerlo del todo o se le olvida pronto. Son pequeños vasos de agua fría. Pero esto también te motiva. Muchas veces cuando me han preguntado por qué me dedicaba a la educación especial, he contestado que porque sé que nunca me voy a aburrir. Cada año tienes alumnos con necesidades diferentes. No seguir un temario concreto es un arma de doble filo. Por una parte, te requiere muchas horas para prepararte las clases, y, por otra, como nunca enseñas lo mismo, nunca te aburres.
P. Además, la inclusión de estos alumnos es fundamental.
R. Siempre lo he dicho en otras entrevistas. Si algún político pisase nuestras escuelas, vería que esta figura se necesita mucho para esta inclusión que quieren conseguir. Y para eso se necesitan muchos recursos humanos.
P. En estos años como profesor, ¿cuál ha sido el alumno que más huella le ha dejado?
R. No podría quedarme con ninguno en particular. A mí me gustan especialmente los niños, con esa inocencia, que luego se añora cuando eres adulto. Todo tiene su componente mágico. Ahora, que también estoy en el máster del profesorado de la Universidad de Nebrija, me he encontrado con un alumnado al que le descubres un mundo de la educación que no conocía y se motiva y te lo agradece.