Cecilia Borràs, superviviente del suicidio de su hijo Miquel: "Hablar de ello no mata, mata el silencio"
Este sábado se celebra el Día Internacional del Superviviente por la pérdida de un ser querido por suicidio
Un día para dar voz a las personas que en muchas ocasiones se ven obligadas a pasar su duelo en silencio y soledad
"He encontrado consuelo en ayudar a otras personas que han pasado por el mismo trance que yo"
El 13 de marzo de 2009, Miquel, de 19 años, decidió acabar con el dolor que sentía tras discutir con su novia poniendo fin a su vida. Se marchó de forma inesperada, por sorpresa, dejando a sus padres con una carga difícil de sobrellevar. A los que, como ellos, se quedan aquí después del suicidio de un ser querido la OMS les llama Supervivientes. "Y eso es lo que somos. La palabra define a la perfección cómo nos sentimos en este tránsito de vida tan difícil", dice a NIUS Cecilia Borràs, la madre de Miquel.
Cada año se les dedica un día. El tercer sábado de noviembre. Una fecha para dar voz a las personas que en muchas ocasiones se ven obligadas a penar su duelo en silencio. "Es un grito al mundo. Es decir estamos aquí y necesitamos ayuda", reivindica, "porque cuando nos reconstruimos podemos ayudar a otros que están pasando por lo mismo. Nos convertimos, además, en agentes activos en la prevención. Nuestra experiencia puede servir para prevenir nuevos suicidios. Quizá nosotros no pudimos llegar. Pero tú puedes hacerlo todavía. Tú estás a tiempo", arguye.
Pregunta. ¿Hay algo más duro que sobrevivir al suicidio de un hijo?
Respuesta. No. La muerte de un hijo, en cualquier circunstancia, es durísima. Los padres nunca estamos preparados para enterrar a nuestros hijos, sea como haya sido, pero si a ese hecho le añades la incertidumbre del por qué y la culpabilidad que nos persigue a los que los hemos perdido de esta forma trágica, se suma más peso al proceso de duelo. La recuperación tarda, es muy lenta. Son años de duelo y se necesita mucha comprensión a tu alrededor.
P. La culpa aflora inevitablemente
R. Sí, son los irremediables Y SI. Mi hijo Miquel no dio antes muestras de que podía hacer algo así, pero ese día nos mandó un SMS diciéndonos que nos quería y que nos pedía perdón por lo que iba a hacer. Te vuelves loca pensando Y Si me hubiese dado cuenta, Y Si hubiese visto el mensaje antes, Y SI le hubiese respondido a tiempo... Esa sensación que te queda de que podías haber hecho algo más que quizá hubiera permitido que hoy siguiera vivo es incontrolable.
En mi caso el sentimiento de culpa fue doble, porque soy psicóloga. Me repasé entero el manual de trastornos mentales pensando que no había captado algo, que había algo que se me había escapado... Es un pensamiento muy obsesivo. La pregunta que nos hacemos es ¿qué influencia he tenido yo en su decisión? Y eso es durísimo. En ningún otro duelo pasa.
P. ¿Además de la culpa, qué otros sentimientos afloran en este proceso?
R. La negación. No te puedes creer que algo así te haya pasado a ti. La primera noche sin él me levantaba a ver si había vuelto a su habitación. Es algo que no te has planteado que pueda suceder jamás. El suicidio es algo que les pasa a los otros, no a ti, no a tu familia, que es absolutamente normal. Has escuchado que el suicidio es algo que afecta en un 90 % a personas que tienen un trastorno mental. Pues no es así y hay que decirlo.
También está la vergüenza. El qué van a decir de mí los demás, van a cuestionar si he sido una buena madre, porque ya en el funeral te preguntan "Oye, ¿pero estaba muy mal tu hijo? Y les contestas, pues no, no estaba mal. Y entonces te miran como culpabilizándote doblemente. Algo se te pasó porque no puede ser que no te dieras cuenta. Dejas de ser la madre de Miquel y pasas a ser la madre del suicida.
P. Hay mucha gente que esconde el motivo de la muerte, que es incapaz de verbalizarlo
R. Yo lo hice. Tardé un año en pronunciar la palabra suicidio. Era incapaz de unir en la misma frase el nombre de mi hijo y esa palabra. Así que me inventé que Miquel había fallecido de muerte súbita. Él era corredor y era bastante creíble. No fue por engañar a los demás, era para engañarme a mí misma. Pero llegó un momento en que dije basta. Yo no me puedo avergonzar de mi hijo, de nada de él, desde el momento de su nacimiento hasta el de su muerte. Nunca estaré de acuerdo, pero no voy a ser la primera que me avergüence de lo que ha hecho mi hijo, porque entonces incremento aún más el estigma. Es como si lo matara dos veces, porque me impide hablar de él. Me impide recordarlo. Y yo creo que todas las personas tienen derecho a rescatar esa vida que tuvieron. No recordarlas solo por cómo murieron. Ese fue un click muy importante para mí. Y dije basta.
P. Miquel murió arrojándose a las vías del metro
R. Sí. Y no me preguntes por qué, porque no lo sé y nunca lo voy a saber. Aunque aceptar eso me ha ayudado a salir adelante. Ha sido difícil porque yo no puedo agarrarme a la causalidad para salir a flote, buscar un responsable en el que volcar mi rabia. No hay un coche que se saltara un semáforo y le atropellara. No hay nada de eso. No sé por qué lo hizo y no lo sabré nunca.
P. ¿Me imagino que recordarás con precisión cómo fue su último día?
R. Recuerdo cada detalle. Lo he repasado mil veces mentalmente. La noche anterior Miquel me ayudó a preparar la cena y me preguntó si había algún estudio sobre los efectos del cannabis. Estaba preocupado porque algunos amigos suyos habían empezado a fumar y no entendía que estuvieran haciendo algo que les hacía daño. Me dijo que estaban malgastando su vida. Fíjate. Después de cenar se fue a estudiar a su habitación, luego me dijo que se iba a dormir, le di las buenas noches y a la mañana siguiente me despedí de él diciendo "Miquel, que son las ocho, no te quedes dormido". "Vale, mamá, ahora voy". Y yo me fui al trabajo.
Él se marchó a clase. Estudiaba Diseño Gráfico. Presentó un trabajo, le pusieron un notable alto y a la salida, al mediodía, discutió con su novia en el metro. Ella le dijo "tenemos que hablar" y él lo interpretó, entiendo, como que le iba a dejar.
P. El desamor provocó el suicidio...
R. Yo creo que fueron varios factores los que se unieron, por un lado los 19 años y desde luego el primer amor. Eso es fundamental. Con esa edad el amor es la causa precipitada de la mayoría de los suicidios en los jóvenes aún. ¿Y después? No lo sé, supongo que el detonante fue que todo sucedió estando en el peor de los sitios, junto a las vías. Si esto hubiese ocurrido en otro lugar no creo que hubiese tenido la idea de hacerlo. Sinceramente no lo creo así.
Lo que diferencia a las personas que llegan a ese extremo es cómo perciben las situaciones. El percibió la situación como de desvinculación. Y eso es lo que le llevó, sin meditar, a un acto que se considera como muy impulsivo y que se da bastante en personas jóvenes.
P. Un impulso que no tiene vuelta atrás
R. Pues sí, siempre lo hemos pensado, que quizás en los últimos milisegundos se arrepintió. Hay personas que cuando han hecho una tentativa de suicidio y sobreviven lo explican, que hay unos segundos que piensan, "qué estoy haciendo". Hay un documental muy bueno que se llama The Bridge, que está basado en las muertes por suicidio que hay en el Golden Gate de San Francisco y sale el testimonio de un chico que cuenta que cuando se estaba precipitando desde el puente se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Por unos milisegundos volvió a conectar con la vida y varió la trayectoria y se salvó. Ahora es uno de los grandes activistas de prevención del suicidio.
P. ¿Se precisa siempre una desconexión con uno mismo para llegar a hacerlo?
R. Sí. Nadie que tenga en el pensamiento a las personas que quiere puede hacerlo. Cuando se llega a ese extremo no eres consciente, te tienes que desvincular de tu ser, de tu entorno. En ese momento es como si otra persona, aunque eres tú mismo, diera ese paso que va en contra de nuestro instinto más básico, que es la supervivencia.
P. Se habla siempre de la visión del túnel, de que lo ven como la única salida
R. Sí. La persona percibe que lo que le sucede es irresoluble, que no tiene solución, y que va a ser así siempre, por lo tanto, que es algo indefinido. Y el hecho de que sea indefinido e irresoluble les resulta insoportable. Cuando se dan estos factores de percepción, de valoración emocional de lo que tú estás viendo o sintiendo con lo único que podemos jugar es con el tiempo, con el espérate a mañana, con hablar con esa persona.
P. Vosotros no tuvisteis ese tiempo
R. No, cuando leí el mensaje no tuve muchas opciones. Mi primera reacción fue chillar y no parar de llamarle y dejarle mensajes diciéndole que esperase, que habláramos, pero ya no contestaba.. Intuí que algo grave iba a suceder. Los mensajes que recibía habitualmente de mi hijo eran del tipo "mama, cómprame tinta para la impresora, dice papá que cojas tú el pan", etc...mensajes normales del día a día, aquel fue distinto y definitivo. Supe de alguna manera lo que podía suceder.
P. ¿Le llegaste a culpar de algún modo?
R. Hay un sentimiento de abandono porque es una decisión unilateral. Piensas que no ha tenido en cuenta tus sentimientos. Yo siempre digo que el suicidio te los devuelve como desconocidos, porque tú piensas que tu pareja, tu hermano o en este caso tu hijo son las personas que mejor conoces en el mundo y que hayan hecho esto y que te produzca tanto dolor es algo que cuesta asimilar. No entiendes por qué te han hecho esto. Nos sentimos terriblemente abandonados y muy solos.
P. ¿Por eso creaste la asociación de Supervivientes Después del Suicidio en Barcelona, donde vives?
R. Fue uno de los motivos. Yo tardé tres años en encontrar a una madre que hubiera pasado por lo mismo que yo, como es algo que se oculta parece que solo te ha pasado a ti. Y necesitas hablarlo, compartirlo, pero con alguien que sientas que te entiende, porque es un dolor tan inconmensurable que si no lo has vivido no sabes de lo que te están hablando. Mira, lo primero que preguntan los familiares que llegan a la asociación es: "¿Hay más como yo?" Es necesario romper esa soledad terrible que se siente.
En los grupos de apoyo a víctimas de suicidio se dicen cosas que en ningún sitio eres capaz de decir. Barbaridades que sabes que el otro o ha dicho o ha pensado también. Son la mejor ayuda porque ves que hay otros que han pasado por lo mismo y que han reconstruido sus vidas, si ellos pueden tú también. Te da algo de esperanza en medio de la oscuridad.
P. ¿Tú cómo encontraste consuelo?
R. Yo transformé el por qué en para qué. Porque con el por qué no podía seguir viviendo. Hubo muchos momentos en los que quise irme con él, porque los supervivientes al suicidio de un familiar somos población de riesgo... Podía haberme quedado en la cama llorando el resto de mis días, pero me dije...NO ¿Para qué he tenido que vivir esto? Y encontré mi camino en ayudar a las personas que han pasado por el mismo trance que yo. Cada uno encuentra una forma de sanarse, pero la clave es escapar de ese por qué asfixiante que te impide vivir.
P. Desde la pandemia se ha empezado a hablar mucho más de suicidio...
R. Sí, ojalá no se quede en una moda. Hay que seguir trabajando en acabar con el estigma porque aún faltan muchos recursos e información. No hay que tener miedo a decir la palabra suicidio, a escribir la palabra suicidio, a hablar de una realidad que afecta a muchas personas en este país. 11 personas al día se suicidan en España. Es necesario que se sepa, porque la palabra suicidio no mata, al contrario, es el silencio el que mata. Hay que contar casos positivos, porque de esto también se puede salir.
P Después de trece años de la muerte de Miquel ¿Qué sientes cuando piensas en él?
R. Siento que lo he conseguido. Recuerdo todo lo positivo y hermoso que tenía, su forma de ser, lo divertido que era... hablo con él a diario porque sigue siendo en cierta manera mi compañero de vida. No puedo decir que el dolor haya desaparecido. Hay días en que la cicatriz escuece especialmente: el día de la madre, el día de Reyes, el día de su cumpleaños, que es el 7 de enero. Pero en esas fechas me doy permiso y, si necesito llorar, lloro. Afortunadamente las sonrisas ganan a las lágrimas. Estoy satisfecha de acabar esta entrevista sobre mi hijo con una sonrisa que me brota en la cara y en el alma.