Casi tres años llevaba Julia esperando la reapertura de los servicios de urgencias extrahospitalarias de la Comunidad de Madrid. La mujer, aquejada de una insuficiencia cardíaca, cada vez que se le “disparaba” el corazón, a veces en plena madrugada, iba a su centro de urgencias en Pozuelo para que le hicieran un electrocardiograma y valoraran la gravedad de la situación.
Con la pandemia, la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid decidió cerrar estos servicios situados, normalmente, junto a los centros de salud. Un cierre muy criticado por las asociaciones sanitarias y lamentado por usuarios como Julia que se veía obligada a ir sí o sí al hospital, a casi 10 kilómetros de distancia.
El pasado 20 de octubre, tras más de dos años de espera, llegó por fin la ansiada noticia: la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, cumplía su promesa y anunciaba la reapertura, en una semana, de los 80 centros de urgencias extrahospitalarias. Servicios a los que ahora llaman Centros Sanitarios 24 horas, en los que se incluyen:
Aunque la alegría por el anuncio de reapertura ha sido tan efímera como profunda la tormenta desencadenada. La puesta en marcha del servicio, en poco menos de una semana, ha sido tan "caótica", que ha provocado dimisiones en bloque de las direcciones asistenciales y en la gerencia de Atención Primaria, la ruptura del acuerdo por parte de los sindicatos, convocatorias de huelga y manifestaciones. Protestas por la falta de personal sanitario que pueden marcar la agenda política de aquí a que se celebren las elecciones autonómicas en 2023.
El descontento está más que justificado, sostiene Jacqueline Pérez. La enfermera, con más de 38 años de experiencia, cuenta su caso a NIUS. Ella trabajaba en un Servicio de Atención Rural en Navas del Rey hasta que el pasado 27 de octubre recibió una notificación a las 22:30 de la noche comunicándole que había sido destinada al nuevo centro sanitario de atención 24 horas de Móstoles, a 40 kilómetros de distancia.
No fueron las formas ni el cambio lo que más le molestó, sino ver cómo "han querido cumplir su promesa de reapertura a costa de desabastecer de enfermeros y médicos a los pueblos rurales e intentar con ello cubrir un servicio de forma incompleta", y eso que ella tuvo “suerte”, asegura. En su primera guardia el centro ya estaba acondicionado y había un médico con el que pudo localizar y poner en marcha los equipos. En su segunda, el jueves pasado, la cosa fue peor. Ya no había médico. Solo estaba ella, otro enfermero y el celador. “Afortunadamente, no tuvimos nada de vital importancia, no nos convulsionó ningún niño, como sí le ha pasado a otra compañera, ni tuvimos que asistir a ningún infarto, pero el día que ocurra algo parecido puede suceder cualquier desgracia si el servicio está incompleto”, advierte.
Por ello, a pesar de sus décadas de experiencia, Jacqueline ahora tiene miedo de ir al trabajo y una "enorme ansiedad". Sabe que puede haber situaciones comprometidas como un shock anafiláctico y las enfermeras no pueden administrar medicamentos. “No soy médico, no los puedo prescribir, conocemos perfectamente cómo actuar, cómo hacer un electrocardiograma, sé identificar un principio de infarto y sé que hay que poner adrenalina, pero si no tengo un facultativo, si se la pongo yo por mi cuenta y el paciente muere, en ese momento pueden ir a por mí, de la misma forma que si no se la pongo y también fallece”.
Ante esta situación, Jacqueline es de las que “se la juega” y pone la adrenalina, pero “no se puede trabajar así”, clama. “Se necesita un equipo completo: un médico, una enfermera y un celador que si los sanitarios están dentro trabajando y viene, por ejemplo, una persona que se está atragantando sepa valorar y avisarnos. Eso es lo mínimo para prestar un buen servicio y eso es lo que no se está haciendo y de lo que la gente no se está dando cuenta. Ven los centros abiertos y piensan que es una reivindicación de los sanitarios porque nos trasladan, pero no tiene nada que ver", lamenta.
Lo que no se puede hacer es pretender abrir 80 centros con el personal de 40, coincide Luis López Álvarez, portavoz del sindicato Mats, una de las asociaciones convocantes de la huelga este fin de semana en los centros reabiertos "El plan de reapertura de Ayuso cae por su propio peso, no solo por las dimisiones, sino por el caos que está suponiendo", asegura. "Los SAR están desmontados, y no sabemos cómo van a quedar los centros de salud, creemos que la maniobra de la Consejería y de la presidente Madrileña es, en un primer momento, cerrar los centros de salud por la tarde para después proceder a la privatización de la sanidad pública", sospecha.
La principal reivindicación de las organizaciones sindicales convocantes de los paros y de la "gran manifestación" del próximo 13 de noviembre en Madrid es que se contrate a más personal tanto para los servicios de urgencias extrahospitalarias como para la atención primaria. Porque, argumentan, "antes de la pandemia había el doble de gente, pero ahora han dejado un médico, una enfermera y un celador y en muchos centros hay notables carencias en el equipo".
Críticas que Isabel Díaz Ayuso achaca a intereses políticos de la oposición madrileña. Según la presidenta de la Comunidad de Madrid, "esto no va de sanidad", sino que se trata de una estrategia de la izquierda que "cada vez que la va mal" recurre a la sanidad pública para "sembrar el terror”. "Han sustituido las sedes electorales del Partido Socialista por los centros de atención de Urgencias 24 horas, que, por cierto, están ahora mejor dotados y van a dar más oferta a los ciudadanos a pesar de sus constantes boicots", expresó Isabel Díaz Ayuso en el Pleno de la Asamblea de este jueves.
Se está acusando a los sanitarios de "boicotear el servicio", lamenta Jacqueline Pérez, pero eso "no es cierto". "Tengo una compañera que lleva meses de baja con el brazo roto y el otro día recibió un burofax para que se incorporara a su nuevo puesto de trabajo, así no se puede, nos sentimos desprotegidos y humillados". Un "maltrato" a los profesionales sanitarios que la enfermera no se habría imaginado ni en sus peores sueños, sobre todo después de lo vivido en los últimos años de pandemia. "Yo soy de las que no quiere que la gente salga a las ventanas a aplaudirme, no pido que se me reconozca, lo que sí exijo es respeto como profesional y respeto a mi trabajo, no ya por mí, sino por el paciente, para prestar una correcta atención a una figura que, no se nos olvide, podemos ser todos".
Pacientes como Julia que asiste perpleja a todo lo que está ocurriendo con unos servicios de urgencia que además de resolver "pequeñas dolencias", sirven de triaje para no saturar los hospitales y suponen un "gran aporte al estado de bienestar social", asegura a NIUS.