El asesino confeso de Juana Canal se hizo pasar por víctima para tener una coartada tras la desaparición y muerte de su pareja en febrero de 2003. Tras matarla y deshacerse de su cuerpo a 150 kilómetros de Madrid, Jesús Pradales acudió a casa de sus padres. Y esa misma noche, 24 horas después del crimen, el asesino acudió al Hospital 12 de octubre de Madrid para que le hicieran un parte médico. Allí aseguró a los médicos que había sufrido una agresión por parte de su pareja y después, se presentó en una comisaría de la Policía Nacional. Ante los agentes del distrito madrileño de Carabanchel, Pradales aseguró que había sido agredido por su pareja, que había recibido patadas y empujones, e incluso que ella le había herido en la mano con un cuchillo cuando Juana amenazaba con quitarse la vida y él trató de impedirlo. El falso testimonio quedó anotado con el atestado 4365/03.
En ese momento, Jesús sabía que sería el primer señalado por la Policía tras la desaparición de su pareja. La noche del suceso, los agentes se presentaron en su vivienda después de que Juana llamase al 091 y él prometió abandonar la casa esa misma noche. Sin embargo, cuando los policías se marcharon y según él mismo ha confesado, Jesús acabó con la vida de su pareja y después se deshizo del cuerpo en el paraje de Cándalo, en Ávila, a hora y media de su casa. Para ello utilizó el taxi que le servía como método de trabajo y después tiró las maletas que usó como transporte en un contenedor de basura de la calle Alcalá. Por la mañana del domingo acudió a casa de sus padres, en el distrito madrileño de Carabanchel, como si nada hubiera pasado.
Al día siguiente, el asesino fue a comisaría y aseguró que mantenía una relación con Juana desde agosto del año anterior y que en octubre decidieron irse a vivir, junto al hijo mayor de su pareja. Después contó que mientras estaba en el trabajo, Juana le llamó y le dijo que fuera a casa porque tenían que hablar. “ Una vez en el domicilio no quería hablar con él, comenzando a insultarle, a arañarle los brazos, a darle patadas en la espinilla e incluso le quemó con un cigarro en el dedo meñique de la mano derecha”, refleja la denuncia presentada aquél día, a cuyo contenido ha tenido acceso NIUS.
“El dicente se encerró en el dormitorio, entrando ella a la fuerza, volviendo a agredirle dándole puñetazos en la cara . En un momento dado ella cogió un cuchillo y le empezó a amenazar con que se lo iba a clavar ella misma, para decir que había sido él. Al intentar arrebatarle el cuchillo, se hirió en la palma de la mano”, reflejan los agentes sobre la versión aportada hace 20 años por el asesino.
Tras confesar la muerte de Juana, la versión que ha aportado a los agentes es completamente diferente. No hubo cuchillo, ni patadas, ni agresiones por parte de Juana, a la que acusó de encerrarse en el baño con 600 euros. Jesús mantiene que solo le dio un golpe para que se apartara tras una discusión porque él se negaba a recargar 20 euros de saldo en el terminal de su pareja. Eso fue después de que ella llamase al 091 y una pareja de agentes se personase en su casa.
Cuando la Policía Nacional tomó declaración a los padres del asesino 20 años después, los progenitores desconocían incluso que la entonces pareja de su hijo hubiera desaparecido. A su mujer, Pradales le había contando que la denuncia era en realidad por la falta de 700 euros de la vivienda. De hecho, como único contacto con la familia de la fallecida, los investigadores refieren que Jesús se puso en contacto con el hijo de Juana para reclamarle ese dinero. Antes, había dejado una nota manuscrita donde decía que su madre se había marchado de casa después de haber tomado pastillas y que él se había pasado la noche buscándola. También era mentira. En ese tiempo, en lugar de preocuparse por ella, estaba tratando de hacer desaparecer su cuerpo. Poco después acudió a comisaría a denunciar. Según las pesquisas del caso, lo hizo solo 16 horas antes de que la familia denunciara de forma oficial la desaparición de Juana.
Ante los agentes, Jesús esgrimió un parte médico que poco antes de denunciar le habían hecho en el Hospital 12 de Octubre de Madrid. El documento refleja los arañazos en los brazos y poco más. No hay rastro para los médicos de la herida de cuchillo que supuestamente tenía en la palma de una mano. Nada nuevo para los investigadores. Durante las pesquisas del caso y ante las sospechas de una de sus tías, Jesús le aseguró por teléfono que el asesino del cuerpo que había sido encontrado en el pueblo era el residente de un centro para la tercera edad, que ya había sido detenido.