El Día de Todos los Santos se conoce como una fecha en la que la población rinde tributo a sus difuntos seres queridos. Numerosas personas y familias acuden a los cementerios de España el 1 de noviembre para recordar a los que se fueron. No obstante, al igual que ocurre con San Valentín y el amor -que hay que celebrarlo todos los días, no solo uno-, hay algunos que no fallan ningún día al campo santo. Es el caso de Manolo Méndez, un pontevedrés de 91 años que visita a diario la lápida de su mujer.
Eladina García Morgade, o María, como él la llamaba, falleció en abril de 2014. Desde entonces, Manolo quiso estar siempre junto a ella, por lo que acude todos los días al cementerio de San Mauro. Solamente renunció a ir por el confinamiento del coronavirus y fueron momentos muy difíciles, según él mismo reconoce: "Si no fuera por ella, todavía estaría en una cama", precisa el vecino de A Parda en 'La Voz de Galicia', que recoge su historia.
Manolo acude al cementerio casi como un ritual. Todos los días camina junto a la pared de la necrópolis hasta encontrar la puerta. Una vez localiza la lápida de su mujer, la acaricia y se sienta frente a ella en una silla plegable. Allí, durante una hora, reflexiona sobre la vida e incluso habla con su María, aunque otras veces opta por el silencio. No olvida nada, ni cómo la conoció ni los detalles de su historia de amor. Durante los últimos ocho años, casi siempre ha acudido solo, aunque ahora lo hace acompañado de su hija Lola.
La pareja se conoció en una sala de baile cuando tenían 20 años, hace más de 70. Él era zapatero, un oficio en el que comenzó desde bien pequeño como ayudante, mientras que ella cuidaba vacas y una huerta. Después de 10 años de noviazgo, se casaron y tuvieron nueve hijos. Su relación fue pasión y nunca tembló, cuenta orgulloso el hombre. Ante los problemas económicos, Manolo empezó en una fábrica de puertas para conseguir más dinero, pero sufrió un accidente que afectó a su mano. Ambos llegaron a jubilarse y disfrutaron de ese período juntos durante un tiempo. Sin embargo, María enfermó de Alzheimer.
La enfermedad comenzó a hacer mella y él empezó a tener problemas con la vista. En abril de 2014, María falleció. Aquel vacío nunca se volvió a llenar. Su esposo tuvo que aprender a vivir solo y lo sigue haciendo a menos de un mes de cumplir 92 años -el 20 de noviembre-. Ahora, cada día que va al cementerio de San Mauro, trata de ir acicalado para su mujer. Y es que, según dice, cuanto más vas al cementerio, más te haces a la idea de "lo que viene después". Su historia demuestra el verdadero amor, de los que están, por los que ya no. Él no tiene prisa: "Cuando toque, tocará". Y es que siempre hay que afrontar la vida con la mejor cara.