Este domingo 30 de octubre atrasaremos una hora los relojes para entrar en el horario de invierno. El cambio que realizamos dos veces al año, el otro es el último domingo de marzo, busca impulsar el ahorro energético aprovechando mejor las horas de sol, pero los expertos no tienen claro el volumen de este ahorro ni tan siquiera si este se produce.
El Ministerio para la Transición Energética ha asegurado que "no existen informes actualizados ni experiencias contrastadas" que "permitan aseverar que el cambio de hora lleve asociados ahorros energéticos", más allá de las estimaciones de ahorro en iluminación de 300 millones de euros que IDAE realizó "hace algunos años".
El departamento que dirige Teresa Ribera considera que "las nuevas exigencias de eficiencia energética en iluminación, edificación y en los sistemas de climatización, han modificado significativamente los datos que originalmente se utilizaron para calcular los ahorros energéticos".
La Comisión de Industria, Investigación y Energía del Parlamento Europeo realizó un informe elaborado por Sven Schulze, en el que se puntualiza, según indica el Ministerio, que "si bien los cambios estacionales de hora pueden producir ahorros, estos son marginales y no hay certeza de que se obtengan en todos los Estados miembros". "Frente a los que obtienen ahorros, están los países pueden ver verse afectados por un aumento el consumo de energía", apunta.
El informe también indicaba que puede haber ahorros de energía en iluminación, pero que no es tan obvio que ocurra lo mismo con la calefacción, que podría incluso ver incrementado su consumo. El documento apunta, tal y como señala Transición Ecológica, que los resultados son difíciles de interpretar ya que están fuertemente influenciados por factores externos como la geografía, la meteorología o el comportamiento de los usuarios.
También en España se reproduce el esquema de los Estados europeos en que la ubicación geográfica y la climatología son factores determinantes para que en unas regiones el cambio horario suponga ahorros energéticos y en otras no.
El cambio horario forma parte de la Directiva Europea 2000/84CE que afecta a todos los Estados miembro de la UE con el objetivo de aprovechar mejor la luz solar por la tarde. Por tanto, el cambio es obligatorio y siempre se produce en las mismas fechas y horas en el conjunto de la UE, de modo que no existe la posibilidad de que un Estado miembro no aplique este cambio de hora.
En España, esta directiva se incorporó al ordenamiento jurídico nacional mediante el Real Decreto 236/2002 de 1 de marzo.
A lo largo de los años se han ido presentado informes y estudios por parte de la Comisión Europea y la Dirección General Europea de movilidad y transportes (DG MOVE) en 2014 que apuntan a ahorros en el consumo de energía.
Si bien, la Comisión Europea asegura que el consumo de energía no es el único aspecto positivo, sino que también subraya otros impactos sobre sectores como el transporte, las comunicaciones, la seguridad vial, las condiciones de trabajo, los modos de vida, la salud, el turismo o el ocio.
El cambio de hora se remonta a la década de los 70, con la primera crisis del petróleo, cuando algunos países decidieron adelantar el reloj para aprovechar mejor la luz natural del sol y consumir menos electricidad en iluminación.
Desde 1981 se aplica como directiva que se renovaba cada cuatro años hasta la aprobación de la Novena Directiva, del Parlamento Europeo y el Consejo de la Unión, en enero de 2001, que establece el cambio con carácter indefinido.