Europa volverá a cambiar el reloj oficialmente en la madrugada del sábado 29 al domingo 30, con la eterna polémica acerca de lo que piensan los españoles al respecto y los beneficios reales de este ajuste que se produce dos veces al año y que seguirá haciéndose al menos durante los próximos cinco años, según el calendario publicado en el BOE por el Ministerio de Presidencia, relaciones con las Cortes y memoria democrática.
La medida responde a una directiva de la Unión Europea que en 2000 fijo el cambio de forma permanente y de obligado cumplimiento legal. Pero la medida ya se venía aplicando con anterioridad en la UE aunque de forma algo dispar especialmente en lo que al horario de verano se refiere, y fue en 1996 cuando se fijó el último domingo de marzo como la fecha de arranque y el último domingo de octubre como punto final.
El origen del cambio horario se remonta a la Antigua Roma, cuando las clepsidras o reloj de agua de los romanos tenían diferentes escalas en función del mes del año que fuera. Así, en la latitud de Roma, la tercera hora tras el amanecer, la hora tertia, empezaba (usando el horario moderno) a las 09:02 y duraba 44 minutos en el solsticio de invierno, pero en el de verano comenzaba a las 06:58 duraba 75 minutos, según relata el historiador Jérôme Carcopino.
Más cerca en el tiempo y como informa la web Cambiohorario.com, esta modificación de los relojes fue una idea del científico y diplomático estadounidense Benjamin Franklin en el siglo XVIII. A principios del s.XX, el constructor inglés William Willett concibió el horario de verano para que los londinenses disfrutaran de más horas de luz diurna.
Otro de los antecedentes del moderno horario de verano se remonta al 30 de abril de 1916, cuando, en mitad de la Primera Guerra Mundial, el gobierno alemán decidió que todos los relojes se adelantarán una hora para reducir el uso de luz artificial y ahorrar energía.
Dos años más tarde y, con el mismo propósito de ahorrar energía en el marco de la Primera Guerra Mundial, el presidente estadounidense Woodrow Wilson firmó un decreto en 1918 para adelantar la hora. No obstante, todas estas iniciativas fueron revertidas una vez que acabó la guerra. La costumbre de atrasar el reloj en invierno y adelantarlo en verano se empezó a usar de forma generalizada en 1974, tras la primera crisis del petróleo, para poder aprovechar mejor la luz del sol y consumir menos electricidad.