La valentía de exmusulmanas españolas: "Defendemos nuestro derecho a la laicidad, a apostatar del Islam"
Muchas mujeres son repudiadas y condenadas al ostracismo por no someterse a los preceptos del Islam
Por primera vez en España salen a la calle públicamente para reivindicar su derecho a no creer en ningún dios o profeta
NIUS ha entrevistado a dos de ellas. "No queremos que ninguna niña tenga que vivir lo que sufrimos nosotras"
Sukaina Fares tiene 30 años, Mimunt Hamido 60. Las separan tres décadas, pero les unen vivencias parecidas. Ambas nacieron en el seno de una familia musulmana, ambas se rebelaron contra las normas no escritas del Islam y fueron repudiadas, ambas tuvieron que abandonar sus hogares muy jóvenes. Ambas luchan por lo mismo. "Por defender nuestro derecho a no creer en Alá, a no llevar hiyab (velo), a que la religión no tenga que formar parte de nuestras vidas, ni legalmente, ni socialmente", dice a NIUS Mimunt.
Las dos forman parte del movimiento conciencia feminista, que reúne a mujeres españolas que proceden de distintos contextos islámicos y que empiezan a dar la cara públicamente "Cada vez somos más, aunque muchas siguen luchando desde el anonimato por miedo, porque cuando nos significamos recibimos amenazas, insultos, incluso nos envían vídeos de decapitaciones en las redes sociales", denuncia Sukaina. "Pero el hecho de ser tantas nos hace sentirnos más seguras y nos ha animado a dar voz pública a nuestras reivindicaciones".
Por primera vez salen a la calle este sábado 22 de octubre. "Nunca se ha visto una manifestación ni en España ni en toda Europa sobre nuestro derecho a la laicidad y a apostatar del Islam", explica la joven. A las 12:00, en la Ciudad Condal, defienden los derechos humanos de las mujeres.
Para la convocatoria de la manifestación colgaron hace semanas un vídeo en Twitter en el que se veía a diferentes mujeres españolas quitándose el velo. Tuvieron que retirarlo ante las presiones y el acoso a algunas de ellas, después pasó lo de Irán, las protestas por la muerte de Mahsa Amini tras ser detenida por llevar mal puesto el velo. Sus reivindicaciones cobran más fuerza que nunca.
"El velo es el símbolo de la ideología Islámica, por eso se están quemando velos en Irán, porque cuando caen los símbolos, caen las ideologías. Cuando acabó el Tercer Reich lo primero que hizo la gente fue quemar las banderas nazis, pues esto es parecido. Se queman pañuelos porque son el mayor símbolo del Islamismo. ¿Cómo consigue la ideología islamista estar presente en la calle? A través de sus mujeres, porque tú ves a los hombres y no sabes si son musulmanes o no lo son. Van en vaqueros y en camiseta, pero si una chica lleva hiyab sabes que es musulmana. Es la forma de mostrar al mundo que el Islamismo está presente en la sociedad", explica Mimunt.
"En España hay niñas con siete años a las que sus familias obligan a llevar hiyab al colegio y nadie dice nada", alerta. "No entiendo que nos rasguemos las vestiduras porque en Irán tengan que ponérselo mientras aqui nadie mueve un dedo? ¿Cómo han conseguido que un símbolo sexista y misógino sea aceptado en Europa? Disfrazándolo de cultura, así nos obligan a respetarlo", indica. "Pero es que no es cultura, es religión. Cultura es la música, la literatura, la pintura, la gastronomía, cultura es incluso un traje regional, pero un hiyab no es cultura, porque es algo que no te puedes quitar más que delante de los hombres de tu familia y de los más allegados, o sea, hermanos, marido y padre, nada más. Eso no es cultura, eso es opresión", denuncia Mimunt, que ha reunido todas estas ideas en su libro No nos taparán (Akal), publicado el año pasado.
En él denuncia que las instituciones de nuestro país está dejando solas a estas niñas. "La derecha las considera moras, y como tal parte del problema del Islam, que entiende como amenaza mundial, y buena parte de la izquierda blanquea su situación en alas de una mala entendida diversidad", espeta. "El resultado, un silencio y un abandono que vulnera los derechos de las pequeñas", lamenta. ¿Está la religión por encima de los derechos humanos? ¿Está la religión por encima de las leyes?. Ese es el debate que tenemos que tener. pero plantearlo a estas alturas, en el s.XXI, en un país democrático, es una locura".
"Quienes lo están pagando son las niñas, que sufren vulneración de sus derechos a diario", añade Sukaina. "Muchas niñas españolas de familias musulmanas nunca aprenden a nadar porque no se les permite ir a la piscina, ni pueden ponerse faldas cortas o tirantes, ni ir a las excursiones de la escuela, ni a las colonias, ni asistir a cumpleaños, ni quedarse a dormir en casa de una amiga, a veces ni tener amigas. Yo lo sufrí hace 15 años, por eso huí de mi casa, pero es que hoy día sigue pasando. En pleno siglo XXI y en este país a numerosas niñas no se les permite tener vida de niñas", denuncia.
"Se supone que si sufres esa represión en tu casa puedes denunciarlo", sigue Sukaina. "Pero realmente es muy complicado. ¿Cómo pedirle a una niña de 15 o 16 años que vaya a denunciar a sus padres? Hacerlo supone cortar con todo, quedarte sola en el mundo. Renunciar a tu familia, a tu entorno, a tu zona de confort, absolutamente a todo. Yo, aún así, lo hice y las consecuencias fueron tremendas. Tuve que pasar dos años en un centro de menores, hasta cumplir los 18, y fui repudiada por todos, condenada al ostracismo más absoluto, porque el patriarcado islámico actúa en círculos: familia, comunidad, barrio... si rompes, lo haces con todo", relata. "A mi los vecinos me llegaron a escupir por la calle".
"Y tiene también efectos sobre tu familia, sobre mi madre cayó la responsabilidad por no haberme sabido criar dentro de los valores islámicos. A ella la dejaron de invitar a bodas, a comuniones, le hicieron el vacío total porque era la madre de la puta de la Sukaina. ¿Puta? Yo solo era una chica normal, muy buena estudiante, de matrícula de honor, ayudaba en casa... pero a mis padres no les valía porque no era lo suficientemente musulmana o no lo representaba como tal de puertas para afuera. Lo único que quería era decidir por mí misma, sin someterme a ningún dogma de fe", recuerda.
Sukaina creció con dos heridas: "Y las dos son igual de punzantes. Una es el racismo que sufrí aquí en Occidente por ser inmigrante magrebí y la otra es la que la comunidad musulmana me inflingió por renunciar a la fe". Sin embargo consiguió salir adelante y ha decido ayudar a otras en su misma situación. “Empecé a hablar de estos temas en mi cuenta de Instagram, la voz de la infiel. A escribir sobre virginidad, libertad sexual, Ramadán...". Basándonse en su experiencia y en lecturas de grandes feministas como Nawal El Saadawi, Gerda Lener o Wassyla Tamzali. "Poco a poco lo fui compartiendo con la gente, descubrí a otras mujeres con los mismos intereses y acabamos creando una red nacional con muchas chicas, seremos unas 300, aunque muchas siguen en el anonimato porque están aún bajo el yugo islámico", lamenta.
"Cada día nos llegan a las redes sociales mensajes de solidaridad de otras chicas a las que están arrebatando sus libertades. No queremos que lo que nos ha pasado a nosotras vuelva a pasarle a nadie", apostilla Mimant. "Estamos criando a una generación de niñas que no tienen ni idea de su historia, de dónde vienen, de cuál es su cultura, porque les están vendiendo que la religión es su cultura, que esas normas restrictivas son su cultura, que el hiyab es su cultura, y no es así, eso es islamismo radical".
"El problema que tenemos en Europa, es que, por ejemplo en España, hay una comisión islámica oficial, que no sé quién la ha elegido, porque los musulmanes no la hemos votado, y esa comisión islámica es la interlocutora del Gobierno para la comunidad musulmana, porque nos catalogan como comunidad musulmana, sin preguntarnos si creemos o no", indica Mimant. "Y las instituciones están alimentando su poder. Ya hay Ayuntamientos españoles que hacen el día del hiyab, que es alucinante. ¿Se celebra el día de un elemento de opresión contra las mujeres?. Nos estamos volviendo locos".
Reconocen ambas que su camino hasta llegar adonde están no ha sido fácil. "Demasiadas renuncias. Por eso las cosas tienen que cambiar, por qué debemos renunciar a todo por ser ateas o agnósticas. Urge salir a las calles a reclamar nuestro derecho a la laicidad. Solo queremos que ningún dios, que ningún profeta, esté por encima de lo que creemos. Solo queremos ser un poco más libres", concluyen.