Ansiedad e inseguridad. Estos son de los principales problemas que les causa a adolescentes y jóvenes españoles estar una semana sin su móvil. Así lo refleja un estudio liderado por la Universidad de Málaga (UMA) y pionero en Europa, que forma parte de un proyecto de investigación nacional que persigue conocer el uso informativo de las redes sociales entre jóvenes de 15 a 24 años. Un aparato que está detrás del 40% de los conflictos familiares.
Para desarrollar el trabajo se monitorizó el uso del teléfono durante tres semanas de 97 voluntarios que forman parte de este colectivo de jóvenes, quienes aceptaron permanecer durante una de ellas desconectado y reflejar sus impresiones en un diario, así como contestar a encuestas semanales, según han indicado desde la institución educativa a través de un comunicado.
La investigación, liderada por el profesor Pedro Farias y codirigido por el profesor Bernardo Gómez, ambos del Departamento de Periodismo de la UMA, es "mucho más ambiciosa". Busca estudiar la credibilidad de las noticias que reciben por las redes sociales y que forman parte, casi en exclusiva, de su dieta informativa. "De ahí la necesidad de conocer su comportamiento ante el uso permanente del dispositivo", han añadido.
En este proyecto, iniciado en 2020, participan la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad Miguel Hernández de Elche y varios socios internacionales como la Universidad de Viena y la Universidad de Beira Interior (Portugal).
El experimento sobre el uso del móvil se realizó entre mayo y julio de 2022. Durante la primera semana de análisis, el estudiantado utilizó su teléfono de la forma habitual. Ahí se detectó que el tiempo medio de consumo para todo tipo de usos del dispositivo se elevó hasta las cinco horas diarias. De estas, cuatro se dedicaron exclusivamente a redes sociales, primero y en posición más destacada WhatsApp, seguida de Instagram y TikTok, en constante aumento esta última como único canal informativo para los más jóvenes.
La segunda semana fue, sin duda, "la más complicada" para el casi centenar de participantes. Se les instó a que se desconectaran de su teléfono y escribieran sus impresiones en el diario. Las sensaciones que experimentaron las describen como de "incomodidad, ansiedad, inseguridad e incluso dependencia", aunque para algunos supuso una cierta liberación.
Así lo manifiestan varios participantes: "Tenía necesidad de tener el móvil cerca. Tenía ansiedad si estaba lejos. Me tranquilizaba solo con tenerlo cerca". Otro sujeto asegura que "he tenido más ansiedad que cuando intento dejar de fumar", mientras que otro de ellos afirma que "ver a todo el mundo con el móvil en el transporte público me creaba necesidad de usarlo".
En la tercera semana, una vez recuperado el teléfono, se comprobó si había aumentado o disminuido el tiempo de uso y, especialmente, el consumo de información y entretenimiento. Los jóvenes volvieron a unos niveles muy similares de consumo en torno a las cinco horas, como antes del experimento.
Pese a ello, admitieron que la abstinencia les sirvió "para darse cuenta de su enganche al teléfono y de que toda su vida está ligada a su dispositivo". Además, la mayoría concluyó que el móvil les resta tiempo y en muchas ocasiones les priva de relaciones familiares en casa.
"Cuando estoy en mi casa, después de cenar, me voy a mi cuarto a ver TikTok y al no tener móvil he hecho más vida en familia", han asegurado algunos participantes. Otros han afirmado "disfrutar" de ver una serie de televisión con sus padres sin distracciones. Así, se reflejó el cambio en la relación con la familia.
También han sido relevantes los comentarios acerca del impacto de estar sin el móvil en los estudios. "Me ayudó un montón el estar sin móvil; hice todos los trabajos en menos tiempo", destacó uno de los jóvenes.
En esta misma línea, la lectura también se fomenta si no se utiliza el dispositivo: "He conseguido leerme un libro completo. Hace seis años que no leía un libro por placer", ha asegurado otro. Respecto a la relación con los compañeros, afirman que "el no tener móvil me ha perjudicado mucho, sobre todo en los trabajos en grupo. No poder comunicarme con mis compañeros me agobiaba".
Pese a las sensaciones descritas, cuando se les cuestionó a los jóvenes si ahora serían capaces de vivir sin su móvil, una amplia mayoría respondió que no, pero que si tuvieran que hacer frente a ese desafío, ahora se sentían más preparados que antes. Además, la vivencia les hizo conscientes de que "debían racionar el tiempo que pasan expuestos a las redes sociales".
Otra de las partes importantes de este estudio, que concluirá a finales de 2023, monitoriza cómo es el acceso a la información que los jóvenes reciben en el móvil vía redes sociales, servicios de mensajería, como WhatsApp, o las notificaciones enviadas por medios de comunicación.