Diana, víctima de violencia machista: "La mejor manera de ayudar a las mujeres maltratadas es no juzgar"
Hace poco que dejó el Centro de Atención, Recuperación y Reinserción de Mujeres Maltratadas donde ha estado un año y medio
Diana es colombiana y vive en España desde 2019 con su hija Dana de casi seis años
En su país sufría violencia psicológica y física por parte de su pareja pero no era consciente de que la maltrataba
Ni Diana, ni su hija Dana de casi seis años viven ya en La Casa. Ahora pueden salir a cenar cuando quieren, acostarse más tarde y disfrutar de su libertad. Pero sin La Casa , como llaman al Centro de Atención, Recuperación y Reinserción de Mujeres Maltratada donde han vivido, esa libertad no existiría, porque allí es donde Diana aprendió a quererse y a entender que nadie tiene derecho a golpearla ni física ni emocionalmente.
La historia que esta colombiana de 33 años cuenta duele. Al escucharla entiendes que muchas otras mujeres están pasando por lo mismo que ella pasó y quizá tampoco sepan en un primer momento que están siendo maltratadas.
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En su caso Diana se atreve a explicarlo porque se siente fuerte, su maltratador está muy lejos y, gracias al apoyo recibido, ha aprendido de nuevo a vivir y a quererse, pero no todas lo consiguen. En el mismo día en el que Diana nos cuenta su historia tres mujeres han muerto victimas de violencia machista. Ya son 1.161 las mujeres muertas por esta causa desde 2003. En lo que llevamos de 2022 han sido asesinadas 31.
"Ahora me siento bien, siento que al entrar en el centro hice lo mejor por mi hija. Al principio no quería pero es lo mejor que nos pudo pasar, gracias a ellos he conseguido la custodia de Dana y ahora tengo su patria potestad", cuenta con orgullo.
Durante un año y medio madre e hija han vivido en La Casa junto a otras 24 mujeres victimas de maltrato. Allí ha recibido asistencia psicológica y apoyo legal. Y lo que es igual de importante, ha aprendido a enfrentarse a su historia sin vergüenza.
Así nos puede contar que pudo escapar del círculo envolvente del maltrato gracias a unos extorsionadores de poca monta. Fueron ellos los que le dieron el empujón que necesitaba para dejar Colombia. Abrumada porque le pedían dinero a cambio de no destrozar su pequeño "salón de uñas" huyo a España. Y gracias a esa huida escapó también del padre de su hija y de su maltrato psicológico y físico .
"Yo no pensaba que era una maltratada. Hui de los delincuentes, pero cuando empecé a hablar con mi abogada aquí en España me hizo ver la luz. A mi me parecía normal que mi pareja me dijera que no valía nada, que me insultara, despreciara o que llegara a golpearme. Yo me lo merecía por no hacer las cosas bien, cuenta. Según la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, esos desprecios y gestos intrusivos que cuenta Diana, como que "le controlaba el móvil, que la humillaba delante de otros o que la ridiculizaba", son el primer signo de violencia machista.
Como le pasa a muchas de las mujeres maltratadas el problema de Diana venía de raíz. Creció viendo la cara llena de moratones de su madre, escuchando gritos en casa y pensando que los hombres tienen derecho a golpear. "A mi mamá no solo le pegaba mi papá, también otra pareja que tuvo", comenta. Una situación que mermó su capacidad de reacción. "Me educaron diciendo que hay que aguantar, que el amor todo lo puede, que hay que ser buena mujer y no quejarte, que no podías enfrentarte a tu hombre porque eso era provocarle", comenta. Por eso no era consciente de lo que le pasaba hasta que una paliza casi le hace perder a su bebé.
Primero maltrato psicológico, luego el físico
"Me golpeó por culpa de unas monedas. Yo le había ayudado a pagar unas deudas y sobró un poco que me guardé. Entonces me golpeó. Me tiró al suelo y me pateó", relata. Como consecuencia de esos golpes sufrió una hernia discal, varios moretones y por primera vez empezó a sentir miedo, la paliza se la dio estando embarazada y Diana temió perder al bebé. "Llevaba mucho tiempo sufriendo violencia psicológica pero eso una no lo ve. Me parecía normal que no me llevara a ninguna parte porque decía que le daba vergüenza que me vieran con él, que me dijera que tenía el culo caído, que era muy baja. Normalicé que me despreciara. Eso no me parecía maltrato, pero cuando me golpeó embarazada sí. Entonces me fui del piso. Lo que pasó es que empezó a buscarme, me hacia creer que todo iba bien y yo volvía con él, hasta que de nuevo empezaba todo. Tenía dependencia, no le podía dejar, era como un carrusel", explica.
Por suerte para ella llegó la extorsión de su negocio y, el miedo a una paliza de los delincuentes, la empujó a dejar su país, justo antes de que empezara la pandemia.
"Cuando llegue a España a finales de 2019 pensaba que yo no era digna de nadie, que no valía para nada. Seguía manteniendo contacto con él por teléfono, llamaba mucho a mi hija que entonces tenía dos años y medio, hablaban por videollamada. Pero llego la pandemia del coronavirus y yo no podía regresar. Intentando arreglar mis papeles una abogada me hizo entender que llevaba una historia de maltrato detrás", comenta.
De ese modo entró en el Centro de Atención, Recuperación y Reinserción de Mujeres Maltratadas (CARRMM) y se le cayó el velo que le impedía ver su situación.
No entendía de que se quejaban las demás
"Al principio en las sesiones de terapia de grupo me parecía que todas contaban historias que no eran violencia. Si alguien decía que le habían tirado con fuerza una botella de litro a los pies me parecía una tontería. No entendía de que se quejaban", cuenta. Pero luego una de las chicas se fue del centro antes de tiempo y su pareja casi la mata, ahí fue cuando Diana empezó a entender la importancia del maltrato, físico y psicológico. Y empezó su recuperación.
"Contarlo ya es un gran paso. Al principio no lo ves o te avergüenzas. La psicóloga me ha ayudado mucho. Es importante que te escuchen y te expliquen lo que te pasa", por eso Diana tiene claro que hay que hacer para ayudar a otras mujeres victimas de violencia de genero: "La mejor manera de ayudar a una maltratada es no juzgarla pero estar ahí, decirle que la crees y acompañarla, para que si un día si se decide se atreva a llamarte", concluye. A ella la supieron acompañar en el proceso y eso quizá le ha salvado la vida.