“Hay que invertir más en hacer pensar a la gente, y que tome conciencia de que este sistema está haciendo aguas por muchos sitios y eso nos puede llevar a una situación complicada y peligrosa”. Dicho y hecho. José Miguel Viñas tiene diez libros sobre tiempo y clima a sus espaldas. Y este que publica ahora no es uno más. Es el primero en el que, más que explicar lo que está pasando, aporta sus propias reflexiones e invita a la acción.
Viñas es físico, meteorólogo en Meteored, consultor de la Organización Meteorológica Mundial, veterano divulgador (muchos lo conocerán por su perfil de Twitter: @divulgameteo), y ahora también, ensayista. En ‘Nuestro reto climático’ (Ed. Alfabeto) explica las claves del mayor desafío “al que jamás se ha enfrentado la humanidad”, pero invita a afrontarlo dejando a un lado el catastrofismo. “El reto es mayúsculo, pero no imposible”.
Viñas se confiesa “relativamente optimista”, y lo deja claro ya desde la propia portada. “Todavía estamos a tiempo de saldar nuestra deuda con el mundo y construir un futuro mejor”. A pesar de los impactos que ya está teniendo el cambio climático en nuestras vidas, el científico confía en que sabremos adaptarnos.
Pregunta: “Se nos abre una ventana de oportunidad para cambiar el mundo a mejor. Así tenemos que verlo, aunque el futuro pinte negro”, dices en el libro. Planteas el cambio climático como una oportunidad para cambiar de modelo, se aborda el problema en positivo. ¿El catastrofismo con el que se ha planteado hasta ahora no ha funcionado?
Respuesta: Era importante reflejar esto, ya desde el título. Aunque la realidad es la que es, yo confío en que hay margen todavía para no ir a los peores escenarios. Porque, además, aunque se habla del cambio climático desde hace mucho tiempo, se veía como algo lejano. Y se alimentaba bastante el mensaje de lo terrible que puede ser. Se juntaba algo que no se percibe todavía con un mensaje muy extremo, lo que llevaba a pensar eso de ‘ya están estos dando la matraca’... Pero esto ha cambiado.
Ha cambiado la evolución que ha tenido el clima y esos impactos nos están afectando ya de lleno. El cambio climático está siendo ya muy perceptible. No es necesario “inflar” el mensaje, el cambio climático ya lo estamos percibiendo, ahora hay que plantear más qué podemos hacer.
P: El libro constata que, “con independencia del lugar donde residamos y de la actividad a la que nos dediquemos, todos estamos empezando a vernos afectados”. El cambio climático ya está aquí, tú lo afirmas con rotundidad. ¿Hay que dejar de hablar en futuro y hablar en presente de este tema?
R: Está claro que ha habido un punto de inflexión, aunque no podamos ponerle una fecha exacta. Llevamos tres o cuatro años en los que vemos la magnitud de fenómenos que están ocurriendo, y que se están dando por todo el mundo… El mensaje que tiene que funcionar es el de la acción. No es ya pensar en nuestros nietos, sino en que va a afectar a nuestro modo de vida, y por supuesto al de nuestros hijos. Tenemos que hacer cosas para cambiarlo.
P: A pesar de todo esto, se siguen oyendo voces todavía que apelan a lo de que “el clima siempre ha cambiado, son ciclos…”. Tú hablas de la “singularidad” del cambio climático actual. ¿Qué es lo que lo hace distinto?
R: Básicamente dos cosas, incluso tres. Por un lado, vemos que a lo largo de la historia ha habido muchos cambios en el clima, sí, pero en ninguno de ellos se puede achacar como causa principal nuestras actividades, los gases que hemos ido emitiendo a la atmósfera. Y ya está más que demostrado que, sin esas emisiones, el clima no habría evolucionado como lo ha hecho en las últimas décadas. Aunque, indudablemente, hay también factores naturales que influyen en ese cambio, hay una relación causal entre nuestras actividades y los cambios en el clima que estamos viendo ahora.
Por otro lado, es un cambio que se está produciendo muy rápido. No hay evidencias anteriores de que, en un lapso de tiempo tan corto -un siglo- haya un cambio de temperatura tan grande. Cambios los ha habido antes, pero en escala de milenios. Ahora estamos viendo una subida de más de 1 grado en un siglo. Y se habla de subidas de hasta 4 grados e incluso 5 en algunos escenarios. La velocidad de este cambio climático es, además, lo que dificulta nuestra adaptación.
Y la tercera singularidad sería que, aunque en otras épocas de la historia que ha habido cambios, no éramos 8.000 millones de personas en el planeta. Y muchos, además, viviendo en zonas muy vulnerables a esos cambios. Esa presión que ejercemos sobre el medio, en distintas zonas del mundo, es nueva. Y cuando hablamos de que suba el nivel del mar, por ejemplo, es algo que puede afectar a millones y millones de personas.
P: En cuanto al aumento de la temperatura, hay algo que estamos viendo ya, y que tampoco es normal. Las temperaturas nocturnas están subiendo más rápido que las diurnas.
R: Lo que hay detrás de esa evidencia, ya constatable, es el efecto isla de calor urbana. Vivimos concentrados en ciudades, millones de personas, y si sube la temperatura, ahí la subida es mayor. Tenemos cada vez más noches de las que llamamos “tropicales”, es algo que se observa en muchas zonas del mundo. Es consecuencia del efecto que generan las grandes ciudades.
P: El estudio del cambio climático maneja muchas incertidumbres. Pero con el paso de los años, el nivel de confianza de las proyecciones que hacen los científicos también ha ido subiendo. Las advertencias que lanza el IPCC, ahora, se asientan ya en algunas certezas…
R: Esa incertidumbre es la cantidad de desconocimiento del cambio climático que tenemos. A medida que conocemos más cosas sobre este proceso, se acota la incertidumbre. En el primer informe del IPCC, en 1990, era mayor. Ahora, es mucho menor. Esto viene dado por el conocimiento de lo que está ocurriendo. En 30 años se ha avanzado muchísimo.
Pero no dejan de ser proyecciones climáticas, eso también hay que tenerlo claro. Después pueden pasar muchísimas cosas. Porque hay factores que no se pueden modelizar. Por ejemplo, lo que está pasando ahora en Ucrania, no contábamos con ello. Hay cosas que pueden entrar en escena y no lo sabes. Se hacen proyecciones, pero no hay que verlas como un pronóstico al uso.
P: En este libro, tus textos van acompañados de otros, escritos por profesionales de diversos ámbitos, que también reflexionan sobre lo que está pasando. ¿Por qué este formato? ¿Para dejar patente que esto nos afecta a todos?
R: Sí, esa era un poco la idea. Hasta ahora, todo lo que había hecho era divulgación científica, pero este libro también tiene una parte de ensayo, de reflexiones sobre lo que está pasando. Y me parecía oportuno que las compartieran también otras personas que tienen su propio conocimiento, su propia vivencia, porque se dedican a cosas relacionadas con esto. O no, porque también hay personas de ámbitos diferentes que te dan otra visión. Por ejemplo, del tema médico, de los impactos en la salud. Metí incluso a un hijo mío, estudiante de la ESO, porque quería aportar su visión.
P: Entre ellas, me ha llamado la atención la del climatólogo Jorge Olcina, que se sitúa en lo peor. Estamos en 2050 y “el ser humano ha conseguido cambiar el clima, medio siglo antes de lo esperado”. ¿Es un escenario plausible?
R: Bueno, él lo ha planteado como si fuera distópico, pero hay proyecciones que apuntan a eso. Es uno de los posibles escenarios, sí.
P: Posible, sí, pero ¿lo ves probable?
R: No lo sé, todo dependerá de que la acción climática funcione más o funcione menos. Es muy difícil saber. Yo soy relativamente optimista. Pienso que vamos a hacer cosas, pero no sé hasta qué punto podremos esquivar el peor de los escenarios. Confío en que sí.
P: En el libro citas muchos ejemplos de impactos que estamos viendo ya, ligados a la subida de la temperatura. Dime alguno que te parezca especialmente claro.
R: Hay un ejemplo que ayuda muy bien a entender el cambio que se está produciendo: los valores extremos que se dieron el año pasado en Toledo. El año pasado, batió un récord absoluto de nevada en 24 horas con Filomena. A la semana siguiente, batió récord de temperatura mínima. Después, en verano, en agosto registró su récord de temperatura máxima. Y a finales de septiembre, una DANA provocó la mayor torrencialidad que se ha registrado nunca en Toledo.
Que en un mismo año se hayan concentrado esos cuatro récords en un mismo punto nos está ilustrando, de alguna manera, el cambio que se está produciendo. Los extremos se están disparando y concentrando en el tiempo.
P: El cambio climático tiene “unos costes económicos más inasumibles cada año que pasa”, leemos. Y es algo que ya estamos viviendo. ¿Crees que va a ser eso, que nos afecte al bolsillo, lo que nos haga reaccionar finalmente?
R: El problema es que estamos llegando a ese punto al que no había que llegar: que no nos quede más remedio que invertir en adaptación. Era lo que había que evitar. Pero sí, claro que el cambio climático nos va a afectar al bolsillo, porque el sistema de sociedad que hemos montado es insostenible, y está empezando a hacer aguas.
P: Lo cierto es que, si hace 30 años se hablaba de revertir tendencias, después se empezó a hablar más de mitigar, y ahora cada vez escuchamos más una palabra: adaptación. El cambio climático se acelera, el tiempo sigue corriendo en contra, ¿sólo queda adaptarse?
R: Ha habido un punto de inflexión, sí, a raíz del último informe del IPCC de este año. Desde la ONU y desde el IPCC ya se dice que hay que apostar por la adaptación. Porque, incluso aunque consigamos ir por una senda buena, para mediados de siglo los impactos van a seguir aumentando, por las propias inercias del sistema climático. La temperatura puede superar los 2 grados a final de siglo y los impactos va a ser bastante mayores.
P: Pero la solución está clara, y sigue siendo la misma: cambiar nuestro modo de vida, nuestro modelo de sociedad. No es fácil, pero tú dices: “Nos jugamos el futuro. Ese futuro mejor, que todavía es posible”. Y escuchar este mensaje, en positivo, consuela. Sobre todo, si tienes hijos.
R: Bueno, hay un poco de contradicción quizá en el libro. Por un lado, quiero transmitir ese mensaje de optimismo, pero por otro lado, los datos son aplastantes. Y cosas como lo que está sucediendo en Ucrania ahora mismo tampoco invitan a pensar en positivo.
Lo que creo que tenemos que inculcar a nuestros hijos es que ellos ya están viviendo una vida muy diferente a la nuestra cuando teníamos su edad, y en 20 o 30 años va a ser muy diferente, además, a la vida que hay ahora. Pero no significa que vaya a ser una vida peor.
P: Desde el punto de vista climático, habrá cosas que sí lo sean. Por ejemplo, que se vuelvan habituales veranos como el que hemos tenido, que ahora se considera excepcional.
R: Sí, pero si se hace la inversión en adaptación, eso no va a llegar de repente. Tendremos el suficiente margen para ir cambiando ciertas cosas y que, aunque ese impacto este ahí, no nos afecte tanto. Seguramente en 30 años estaremos mejor preparados para soportar un verano como el que hemos tenido este año.
P: La adaptación es clave, en este momento.
R: Sí. Hay que ver, por ejemplo, cómo nos planteamos los veranos, porque eso está cambiando. Lo de acabar el colegio en junio y volver en septiembre, irnos todos en agosto… A lo mejor, dentro de 20 años esto hay que cambiarlo y en agosto debemos estar todos trabajando en edificios con temperaturas acondicionadas para resistir el calor. Y puede que tengamos que cogernos las vacaciones de otra manera, quizá repartidas a lo largo del año... Ese tipo de cosas iremos viéndolas.
P: Hay que confiar en que sabremos adaptarnos, entonces...
R: Sabremos adaptarnos. Hay que transmitir esa idea. Pero sin esconder lo que hay, tampoco. Las proyecciones son complicadas, en algunos escenarios.