El verano se estira. El calor cada vez empieza antes, es más extremo y dura más tiempo. ¿Es sólo una sensación? “No, los datos ya están confirmando esta tendencia”. Lo advierte José Miguel Viñas, meteorólogo de Meteored. Pero no es sólo eso, es que el calor también se adelanta, las olas de calor cada vez llegan antes. La de junio de este año es buen ejemplo de ello. Fue la más temprana registrada hasta ahora. Y no es la excepción.
El cambio climático está cambiando los patrones de calor en el calendario. ¿Deberían cambiar también nuestros hábitos? ¿Habría que plantear cambios en el calendario escolar y laboral para adaptarnos a estos cambios en el “calendario climático”?
Cuando hablamos de olas de calor hablamos de temperaturas anormalmente altas, que se mantienen varios días y afectan a una parte importante del país. La definición “oficial” de la AEMET es la siguiente: “un episodio de al menos tres días consecutivos, en que, como mínimo el 10% de las estaciones consideradas, registran máximas por encima del percentil del 95% de su serie de temperaturas máximas diarias de los meses de julio y agosto del periodo 1971-2000”.
Pues bien, si miramos las estadísticas de la agencia, que son las que sirven de referencia desde que hay registros, comprobamos cómo esos episodios se van adelantando. Si nos fijamos en las dos últimas décadas (con datos actualizados hasta 2021), contabilizamos 24 olas de calor en junio-julio y 14 en agosto-septiembre.
Si entramos más en detalle, vemos que el mes de julio gana por goleada, en cuanto a olas de calor. Entre los años 2000 y 2021 se han registrado nada menos que 16 en ese mes. Y aún habría que añadir la que estamos sufriendo estos días.
Julio de 2021, de hecho, acabó consiguiendo el dudoso honor de convertirse en el mes más caluroso en el planeta desde que hay registros, hace 142 años. Así lo advirtió en su día la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA). “Julio suele ser el mes más caluroso del año, y en 2021 además ha sido el que mayores temperaturas ha registrado en la historia desde que tenemos conocimiento”, explicaba entonces Rick Spinrad, administrador de la NOAA.
Julio, y después agosto, son los meses más calurosos del año. Pero junio les sigue los pasos, cada vez más de cerca. Desde el año 2000, en los meses de junio se han registrado 8 olas de calor. Si contamos la de junio de este año, serían 9. En los meses de agosto se han registrado algunas más, pero no tantas: 12. En septiembre, en cambio, solo 2.
Hace unos días, el catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona Javier Martín Vide alertaba de todo esto, de "la aparición cada vez más temprana, en el mes de junio, de las olas de calor. El verano, en cuanto a valores térmicos medios, llega antes, y con él, las rachas de días consecutivos con temperaturas tórridas”.
Advierte el geógrafo que “en el último decenio, estas olas de calor tempranas, algunas presentes antes de llegar al solsticio de junio, se han triplicado con creces respecto a las habidas en décadas anteriores. El verano se adelanta, y con él, sus rigores, y se prolonga hasta entrado el otoño".
Con estos datos sobre la mesa, surgen voces que piden que estos cambios climáticos se traduzcan en cambios en nuestros hábitos o formas de vida. “Los colegios deberían terminar antes de que llegaran estas altas temperaturas”, afirma Ángel Largo, vicepresidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles (ARHOE), que considera que “en junio, la exigencia de exámenes o evaluaciones debería ser menor”, por ejemplo. Y explica por qué.
“Porque con el calor, los niños (como los mayores) duermen menos, y eso implica que están más cansados, que tienen peores resultados”. Y no sólo eso, “en junio tampoco se puede poner a un niño a hacer gimnasia, o al menos no a determinadas horas”, advierte.
Largo plantea la necesidad de un cambio en la jornada escolar para adaptarla a las altas temperaturas. “Que los colegios permanezcan abiertos durante todo junio, para realizar actividades educativas, pero que ya no sea calendario escolar. Es decir, que el curso acabe a principios de junio, aunque el colegio siga abierto con otras actividades no evaluables, que permitan a los padres la conciliación”. No ve tan claro, sin embargo, plantear ese cambio a nivel laboral.
La pregunta sería si, sabiendo que julio es el mes en que más aumentan las olas de calor, tendría sentido adelantar el “cerrado por vacaciones” de agosto. Parar máquinas en julio, y poder descansar cuando los termómetros se derriten.
Largo explica que la costumbre de cerrar por vacaciones en agosto viene de los años 60. La Administración baja la persiana en agosto, y eso se ha ido extendiendo a casi todos los sectores. Aunque, a nivel particular, ya “han cambiado mucho nuestros hábitos vacacionales”, advierte. Las vacaciones se han escalonado mucho, pero no todos pueden hacerlo.
“Si las empresas con las que trabajas cierran, por ejemplo, eso te obliga a parar a ti también”. Y cuantas más empresas paren en agosto, más se ven obligadas a parar. Es lo que ocurre en España desde hace décadas. Y no parece fácil cambiarlo, porque, como dice Largo, “es algo cultural y está muy arraigado”.
Más que parar en julio, y no en agosto, ellos proponen otra cosa. “Apostamos más por la flexibilidad, que cada entorno se regularice en función de sus necesidades. Todo tiene que ser adaptado a las circunstancias de cada empresa y cada sector, no puede haber un calendario laboral uniforme para todas las empresas”, advierte. Y explica que, al menos, “cada vez más se instaura más la jornada continua para todo el año, es una tendencia creciente en muchas empresas”.
Volviendo al calendario escolar, no todos ven claro que adelantar el final de curso sea la solución, aunque sí reconocen que el calor está complicando las cosas. “Ya no es sólo que haya olas de calor, es que empezamos a observar episodios de altas temperaturas fuera del verano, que pueden afectar al horario escolar”, advierte José Miguel Viñas. “Lo hemos visto este año en la primera ola de calor, la de mediados de junio. Las clases fueron muy complicadas, y eso al final va a generar un problema. Hace años, esto era impensable”.
Viñas advierte que “cada vez va a ser más probable que se den temperaturas muy altas en esas fechas, que pueden dificultar mucho una actividad como esa”, pero no tiene claro que la solución sea cambiar el calendario escolar. Porque adelantar el final de curso conllevaría adelantar el comienzo del siguiente: acabar a primeros de junio y volver a las aulas a finales de agosto. Y eso, dice, no resolvería el problema.
“Si adelantas el inicio de curso, te vas a encontrar con el problema porque va a haber muchos años que ahí te encuentres en esa misma tesitura”. Viñas recuerda, de hecho, que “el año pasado, la ola de calor más importante fue en agosto”. Pero las estadísticas de la AEMET son claras. Junio y julio se llevan la palma en olas de calor, al menos en los últimos 20 años. Viñas también advierte que “junio se está volviendo más extremo”.
El meteorólogo de Meteored explica que estamos asistiendo a un “estiramiento del verano”. Está pasando de durar dos meses a durar cuatro. Un estudio publicado hace unos meses por Benito Fuentes, meteorólogo de la AEMET, revela que el calor veraniego “se ha estirado 30 días” en las últimas décadas. “Antes, el verano duraba desde mediados de junio hasta mediados de agosto. Ahora, súmale una quincena por delante y otra por detrás”, explica Viñas.
El calor se alarga, se acentúa y se adelanta. Explica Viñas que cada vez es “más probable que por los dos extremos puedas tener temperaturas de 40 grados, que antes estaban muy restringidas a julio y agosto”. Es decir, junio y septiembre, tradicionalmente más suaves, empiezan a “calentarse”. Pero ¿se calientan igual? Es decir, ¿una ola de calor en junio puede ser igual de severa que una ola de calor en septiembre?
“Quizá haya una probabilidad un poco mayor de que se produzca un episodio destacado en junio que en septiembre, por el tema de la insolación”, asegura Viñas. Porque en junio, los días son más largos y el sol está más alto. “La insolación es mayor en mayo-junio que en agosto-septiembre y ese factor sí hace que, si llega una masa de aire cálido africano, en una ola de calor puedan repuntar más las temperaturas”. Es decir, que es probable que una ola de calor en junio sea más extrema que en septiembre.
Insiste Viñas en que “ese tipo de entrada de aire africano ya no está restringido a la primera parte del verano, porque la dinámica de las olas de calor está cambiando”. Es decir, que puede haber una ola de calor en septiembre, al igual que las hay en junio. De hecho, antes veíamos que en los últimos 20 años se han registrado dos en ese mes. “Pero, en igualdad de condiciones, sí que favorecería algo más la intensidad del calor en junio que en septiembre”, reconoce.
Sabiendo todo esto, ¿tiene sentido que se planteen esos cambios en el calendario laboral y escolar?. Desde ARHOE explican que hace ya tiempo que pusieron sobre la mesa el que afecta al calendario escolar, pero no es fácil ponerle solución, porque un cambio de este calado necesita “un gran consenso social”. Debería ser aceptado por todos: padres, comunidad educativa, autoridades... Y ser debatido durante todo el año, no sólo cuando llega el verano. Largo insiste: “Queremos incitar a que haya este debate, pero no se puede hacer solo a golpe de ola de calor”.