España y toda Europa temen la llegada del invierno. Los precios de la energía obtenida a partir de combustibles fósiles siguen batiendo récords y no parece que vayan a estabilizarse. La guerra de Ucrania ha disparado la demanda de energía de todo el continente y políticos y ciudadanos buscan alternativas para evitar pasar frío o arruinarse poniendo la calefacción.
Este mismo martes el Gobierno de Sánchez anunciaba la reducción del IVA del gas al 5%. Una bajada que hacía extensible a otros productos como la leña, las astillas o el pellet, un combustible de biomasa hecho a base de madera, cuya demanda se ha disparado en los últimos meses.
En las zonas más gélidas de nuestro país hay listas de espera de cuatro meses para comprar una estufa de leña o de pellets. De hecho, la madera ya constituye la mayor fuente de energía renovable del Viejo Continente. "En España, la biomasa supone el 14,7% de toda la calefacción. Es, de hecho, la principal fuente de energía renovable para este uso", aclara a NIUS Javier Díaz González, presidente de la Asociación Española de la Biomasa.
"En 2021 el crecimiento fue brutal", indica Díaz. "Y sigue aumentando. La instalación de equipos ha subido más del 40%. Ya hay más de 500.000 equipos de biomasa instalados en España", informa. "Calderas o estufas que usan biocombustibles sólidos como el pellet, la astilla de madera, la cáscara de frutos secos o el hueso de la aceituna", concreta.
Desde el 2020 el precio del litro de gasóleo de calefacción ha pasado de 0,515 euros a los casi 2 euros actuales. Prácticamente se ha cuadruplicado en dos años. En cuanto al gas, su coste ha ha aumentado casi un 800% si lo comparamos con marzo del año pasado, pasando de costar 17,36 euros el megavatiohora (€/mWh) a 159 €/mWh. Unas subidas difíciles de sobrellevar para muchas familias. "Por eso la gente se está tirando a la biomasa, porque aunque también se haya encarecido el ahorro sigue siendo grande", añade Díaz.
Un saco de pellets de 15 kilos costaba el año pasado menos de cinco euros, ahora, el doble. "Es porque para su producción necesita energía eléctrica y para su distribución carburante. Sus respectivas subidas han encarecido el producto", explica Díez, que sin embargo asegura que una familia puede ahorrar un 50% de su factura energética anual utilizando este tipo de bioenergía. "Ten en cuenta que una vivienda de 100 metros cuadrados y con una calefacción de gasóleo puede estar pagando en torno a 1.000 € anuales y con biomasa eso puede puede situarse entre 400 y 500 anuales. Es decir, estamos ahorrando el 50% como mínimo, y en el caso del gas natural aún mas", defiende.
"Es una solución sostenible para calentar las casas porque estamos eliminando del mix energético los combustibles fósiles. Para uso térmico es muy eficiente, para uso energético no tanto, pero para hogares, colegios, hospitales, etc, es muy eficaz", dice a NIUS Miguel Ángel Soto, portavoz de la Campaña de Bosques de Greenpeace España. "Además con ello estamos dejando de financiar la invasión de Ucrania por parte de Putin", añade.
"Otro beneficio del uso de esta energía es que es muy útil para la gestión forestal", añade el experto. "En nuestro país han ardido este año 300.000 hectáreas y una de las razones es el abandono de la masa forestal, si todo eso que está abandonado en los bosques se hubiera recogido y utilizado para convertir en pellets o astillas los incendios habrían sido mucho menos virulentos y se habrían podido apagar más rápidamente", asegura.
"Lo que no puede ser es dejar toda esa biomasa abandonada en los montes, sin limpiar, porque todas esas ramas, piñas, restos que no han podido ser aprovechados por la industria del tablero son un combustible imposible de apagar cuando se produce un incendio", asegura Soto.
Hace más de una década la UE comenzó a subsidiar la quema de este tipo de biomasa como alternativa al gas y al carbón. Las astillas y los pellets se empezaron a comercializar como una forma de convertir los desechos de aserrín en energía verde. Sin embargo, son varias las investigaciones que denuncian la cara B de este negocio.
Por un lado hay expertos medioambientales que afirman que la quema de pellets puede resultar más contaminante que la del carbón. Defienden que la quema de madera libera más dióxido de carbono del que se habría emitido si dicha energía proviniera de combustibles fósiles. Por otro, que habría empresas que estarían talando y triturando árboles de bosques naturales en nombre de las energías renovables, sobre todo en Europa Central, una teoría que defiende también The New York Times en un reportaje reciente.
"Son informaciones sin sentido", niega el presidente de la Asociación Española de la Biomasa. "Por un lado, su quema no puede ser nunca más contaminante que la del carbón porque la madera se considera un combustible con cero emisiones", arguye. "Y por otro lado cómo se van a talar árboles de bosques protegidos. Si hay algún sector regulado en este país y en toda Europa es el sector forestal", añade. "No se corta un palo sin que haya una autorización y sin que haya un plan de aprovechamiento. Los montes tienen que estar ordenados y las cortas están planificadas y perfectamente controladas", defiende. "Se corta solo lo permitido".
El problema es que ante la demanda de energía quizás algunos países estén levantando la mano en sus permisos. "No conozco la situación concreta de Rumanía que se menciona en el artículo de The New York TImes pero si es verdad que están sucediendo este tipo de tala es algo a lo que la UE debería poner freno porque tiene las herramientas para hacerlo. No es de recibo talar bosques naturales, y me refiero a eliminarlos, para producir pellets", indica el portavoz de bosques de Greenpeace España.
A principios de este año, 500 científicos enviaron una carta a los líderes mundiales en la que advertían de que la tala de bosques para obtener bioenergía socavaría la lucha contra el cambio climático. Un estudio de 2018 dirigido por uno de los firmantes de la carta, John Sterman, del Instituto Tecnológico de Massachusets (MIT) de Estados Unidos, reafirmaba esa opinión al defender que talar árboles para quemarlos sería una solución que afectará negativamente al clima en las próximas décadas.