A poco tiempo de que se publique en el BOE la ley del "sí es sí" que aumenta las condenas por agresión sexual con sumisión química, Valentina M. ha tenido que relatar hoy ante la Audiencia de Barcelona que fue violada por un amigo con quien salió de fiesta, tras tomarse un chupito y caer inconsciente: "Sentí que era un trapo".
Durante el juicio, que ha quedado este martes visto para sentencia en la Audiencia de Barcelona, se ha tenido que oír el desgarrador testimonio de la joven cuándo se enteró que había sido violado por el que consideraba su amigo. Por ello, la Fiscalía ha pedido siete años de cárcel por un delito de abusos sexuales para el procesado, quien ha negado los hechos y ha insistido en que la relación entre ambos fue consentida, aunque unos WhatsApp que se intercambiaron al día siguiente dicen lo contrario. En esta conversación, la víctima le suplicaba desesperadamente que le contase lo que pasó aquella noche "por favor, dime qué pasó".
Valentina M. ha contado hoy ante el tribunal que la noche en que sufrió la agresión, el 6 de marzo de 2020, acudió con su amigo, el acusado Daniel M., a una discoteca de Barcelona donde ambos estuvieron bebiendo de una botella de ron que ella misma había comprado previamente en una tienda. A pesar de que tenía síntomas de embriaguez mientras bailaba, fue cuando bebió de la copa de un amigo del procesado cuando cayó inconsciente.
Desde ese preciso momento Valentina no recuerda nada, solo despertar al día siguiente, en el interior del coche de su presunto violador, un joven con el que, ha admitido, había tenido relaciones sexuales consentidas en otras ocasiones, por lo que no sospechó nada. Sería en el trabajo donde se daría cuenta que era la protagonista de una película de terror. Fue el propio acusado quien le llevó al trabajo y, según el testimonio de la víctima, fue allí dónde se dio cuenta que había sido victima de una violación. Al ir al lavabo se extrañó de que llevaba la ropa interior al revés, tras lo que empezó a sentir molestias en la vagina y el ano, por lo que desesperadamente escribió a Daniel M.: "Por favor, dime que pasó".
La conversación por WhatsApp entre ambos se ha convertido, de hecho, en la principal prueba contra Daniel. "¿Me violaste?, le preguntó Valentina M., al tiempo que le expresaba su preocupación por si había sido una relación sexual sin protección, a lo que el acusado, tras admitir que no había usado preservativo, respondió: "Jajaja, ¡qué va! Después te gustó".
Además, la damnificada también ha explicado las sensaciones angustiosas que le pasaron por la mente al descubrir que había sido víctima de una violación. "Estaba muy dolorida, no sabía si había sido él solo o más gente", así como su "enfado" con el procesado: "yo le había dado mi confianza. No soy un trapo ni nada de eso".
Aunque en un principio no pensó en denunciar a Daniel M., por consejo de un amigo acudió dos días después al Hospital Clínico de Barcelona, donde le recogieron las muestras de ADN que prueban la penetración anal y vaginal. El procesado, por su parte, mantiene que la relación sexual fue consentida y su defensa apunta a que la víctima lo denunció, tras enterarse de que había empezado una relación de noviazgo con otra chica. La madre del chico, en su declaración como testigo, ha apuntalado su versión exculpatoria al asegurar que la noche de los hechos vio entrar a la víctima en casa, sin ningún signo de encontrarse inconsciente, porque se "saludaron".
El delito de abusos sexuales para los casos de violaciones con sumisión química tiene los días contados: la nueva ley del "sí es sí", que entrará en vigor el próximo 7 de octubre elimina esta distinción penal -castigado ahora con entre 4 y 10 años de cárcel- y englobándolo en la agresión sexual, con penas de hasta 12 años de prisión.
Hasta ahora violar a una persona que no estaba consciente, ya sea por efectos de sustancias tóxicas o otros factores, atenuaba la pena al considerarse como abuso. Pero con la nueva ley se prevé además un agravante para el caso de que el violador provoque ese estado en la víctima con el fin de agredirla sexualmente sin su consentimiento.
El caso que ha llegado hoy a juicio en la Audiencia de Barcelona responde al perfil más frecuente de violaciones por sumisión química: en un 80% los conocidos pertenecen al entorno de la víctima y la sustancia utilizada para anular la voluntad es el alcohol, según una guía elaborada recientemente por el Ministerio de Justicia.
La guía recomienda además un protocolo para que se practiquen análisis con el fin de detectar los tóxicos en la sangre de la víctima, algo que resultará clave para probar la agravante con la nueva ley y que actualmente no es habitual: en el caso de Valentina M., la forense del clínico descartó hacerlos porque, según ha dicho, "no era necesario dado que había consumido alcohol", lo que ha impedido averiguar si fue drogada.