El 10 de septiembre es el Día Internacional para la Prevención del Suicidio, la primera causa de muerte no natural entre adolescentes y jóvenes. En España, once personas se quitan la vida cada día, dejando a familias rotas. Sufren en silencio el que los psicólogos consideran el peor duelo.
Un año después, María Albarral ya puede contar lo que vivió: "Yo me encontré en una situación de dolor enorme, que no podía soportar ese día, hasta un extremo de ponerle fin a una vida". Pasó por varias terapias sin éxito hasta dar con este servicio de prevención del suicidio: “Ahora sí siento que estoy en manos de gente especialistas”. De hecho, confiesa, “un día me vi bailando”. Por ello, hoy vuelve a la manifestación más convencida: "Tengo que normalizarlo. No tengo por qué esconderme”.
Los expertos advierten de algunas señales de alarma ante casos de suicidio como dejar una carta de despedida. “Son los cambios bruscos de humor. Es ser especialmente cariñoso, cuando no es lo habitual; conductas de cierre, cosas que la persona hace para quedar en paz con el mundo; deshacerse de objetos con carga sentimental...", explica el psicólogo Pedro Martín-Barrajón.
Caros Soto, padre de Ariadna, que se suicidó con 18 años, explica que "de la noche a la mañana llegó a casa diciendo que no sabía qué le pasaba, que no podía estudiar. Esto con el tiempo de lo que nos hemos dado cuenta es que era una forma de pedir ayuda"
La muerte por suicidio de un hijo es el peor duelo para las familias. “Hemos perdido muchas cosas, pero si tengo que resumirlas, lo que hemos perdido es la ilusión”, admite Soto, que ahora dedica todos sus esfuerzos a ayudar.
“Cada vez que alguien nos escribe y nos dice ‘pues mi hija o mi hermano que habló contigo hace tres años, ya está bien’, pues decimos, esto es por ella. Esto lo está haciendo Ariadna”, dice.