Las albóndigas y el gato que han hecho sonreír en Valencia al pequeño ucraniano Alexis
Las albóndigas y el gato que han hecho sonreír en Valencia al pequeño ucraniano Alexis, de 6 años
El niño se encuentra pasando el verano en España acogido por la anestesista Tania García y su familia
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Alexis, un niño ucraniano de 6 años que pasa este verano en Valencia acogido por la anestesista Tania García y su familia para poder estar lejos del "horror de la guerra", llegó a finales de junio asustado y llorando, pero "unas albóndigas y un gato" le devolvieron la sonrisa y en septiembre volverá a su país entendiendo perfectamente el castellano.
"Tener a Alexis es un disfrute", asegura en una entrevista con EFE esta anestesista del Hospital Quironsalud y una de las impulsoras de la asociación Dolor.in contra el dolor infantil, que señala que junto a su marido y su hijo de 18 años tomaron la decisión conjunta de acoger a un pequeño ucraniano.
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Alexis es uno del cerca del centenar de niños ucranianos solos que han llegado a Valencia gracias al trabajo de la Fundación Juntos por la Vida, la mitad de los cuales han pasado el verano en un campamento en la localidad de San Antonio de Benagéber y el resto, en familias de acogida.
Un primer día duro
"El primer día fue duro y muy difícil. Llegaron tristes, cansados, habían llegado todos juntos en autobús y de repente se separaban. Alexis tenía mucho miedo y estaba triste y afectado, no entendía el idioma y venía con quemaduras de segundo grado en la espalda por el sol, que impedían abrazarlo", relata Tania García.
Pero al llegar a casa, unas "albóndigas y un gato rompieron las cosas, empezó a jugar con los juguetes y poco a poco se fue adaptando a nosotros y nosotros a él. Ahora entiende perfectamente el castellano y se hace entender", señala García, que indica que Alexis ha podido hablar en varias ocasiones con su familia.
Explica que las primeras noches dormía "hecho un ovillo", una postura aprendida quizá para evitar daños en caso de la caída de una bomba; que entrar al aparcamiento de un supermercado le ponía nervioso, porque "quizá le recordaba a un refugio"; y que los aviones y los petardos le daban miedo.
"Tenemos un sentimiento de agradecimiento por haber venido a nuestra vida alguien que nos ha dado tanto, mucho más de lo que le podemos dar nosotros; nos ha hecho entender que nos sobra de todo", afirma García, que explica que cuando Alexis llegó solo llevaba una mochila infantil con dos calzoncillos, tres camisetas y unos zapatos crocs puestos.
Ahora, indica, volverá a su país con una maleta llena de ropa de invierno de su talla, calzoncillos, calcetines, zapatos, algo en lo que ha colaborado también su madre y de gente que la conoce y ha ofrecido su ayuda.
Insiste en que tener a Alexis acogido es "un disfrute, porque los niños son alegría" y le "hincha el corazón verlo alegre, con un color bonito, que ha engordado un par de kilos porque come muy bien y que se va a ir con los dientes arreglados".
El pequeño volverá a su país el próximo 2 de septiembre, y aunque Tania García reconoce que la despedida será dura, afirma: "Es duro, pero si porque sabemos que las cosas van a ser duras no las hacemos, entonces nos perdemos el resto entremedias, y la idea es que no nos perdamos la experiencia, el amor y el cariño que se puede dar".
Dolor crónico en niños ucranianos
Según explica, en un grupo de dolor internacional un especialista en Anestesiología ucraniano les escribió pidiendo colaboración porque alertaba de que se estaba encontrando "cada vez más" manifestaciones de niños con dolor crónico, algo que no había vivido previamente.
Le contestaron que era algo descrito en literatura y se ha visto en otros conflictos armados, porque "todo trauma violento va asociado a este tipo de manifestaciones", y el pequeño Alexis, explica, "manifiesta de vez en cuando un dolor en una rodilla que con masaje se le pasa".
"No niego que exista el dolor, pero estos niños vienen muy politizados. El mío canta el himno ucraniano por las mañanas y todo va asociado a tanques, bombas, ve un avión y piensa que se va a caer una bomba o una masía abandona y semiderruida y piensa que le han caído bombas encima. Están impregnados por las noticias", señala.
Son niños "que están perdiendo su infancia, tras dos años de covid en los que no han podido ir al colegio y en muchos casos tampoco han podido hacerlo on-line, y Alexis va a cumplir 7 años y no sabe leer ni escribir en cirílico", señala García, que destaca que su hijo ha tenido la "paciencia de enseñarle caligrafía y los números".
Al anestesista ucranio le han dado una serie de recomendaciones sencillas para iniciar terapia en estos niños, como intentar evitar información inadecuada para los niños, porque "no podemos crear pequeños héroes a estas alturas".