Omar no pone el aire acondicionado, Miriam ya no utiliza el coche y David necesita pedir ayudas para sufragar sus gastos diarios de luz, gasolina y comida. Son las consecuencias del encarecimiento de estos bienes esenciales, que ha obligado a muchas familias a cambiar sus hábitos de consumo y a "hacer números" a diario. Según datos de varias asociaciones de consumidores, la subida del Índice de Precios del Consumo (IPC), que ascendió hasta el 10,8 % el pasado mes de julio, puede suponer para una familia un coste añadido de 2.800 euros al año. "Todo ello implica un desborde total para aquellos que ya se encontraban al límite", lamenta a Efe el coordinador del Equipo de Estudios de Cáritas Española, Raúl Flores.
Omar es electricista, tiene 42 años, reside en el poblado chabolista de la Cañada Real, en Madrid, y es padre de 5 hijos. Su situación es más complicada porque ni siquiera dispone de suministro de luz desde principios de 2021. Para conseguirlo, tiene que recurrir a generadores que pagan entre todos los vecinos.
“Llevo sin luz en casa casi dos años, por lo que no puedo hacer nada", explica Omar, antes de recordar que "en Madrid, con las olas de calor, se necesita algún sistema de climatización para soportar las altas temperaturas”. Junto al resto de su familia vive en un espacio "muy reducido", donde soportar el calor se convierte "en un reto".
El pasado mes fue uno de los tres julios más cálidos a nivel mundial desde que hay registros y el sexto más cálido en Europa, con temperaturas récord, según el Servicio Europeo de Observación Copernicus.
Y Omar ha decidido enviar a sus hijos este verano a casa de sus padres, que viven en Marruecos. "Me es más fácil enviar a mis hijos a Marruecos que conseguir luz y poner el aire acondicionado", recalca. Pero él tiene que "aguantar" en la capital, ya que debe ir a trabajar porque, dice, "el dinero tiene que seguir entrando en casa".
El precio de la gasolina es otro de los grandes problemas al que se enfrentan muchas familias españolas. Con los precios del carburante a más de dos euros el litro, muchas de ellas prefieren no llenar el depósito porque les supone un sobrecoste y han optado por el transporte público o por ir andando a lugares que antes recorrían en sus vehículos.
Miriam, que junto a sus tres hijos y a su marido reside en un "pequeño" piso de Gran Canaria, explica cómo este incremento de precios les ha pillado "por sorpresa" y les dificulta cada vez más llegar a fin de mes, ya que tanto ella como su pareja están en el paro y no logran sumar 1.000 euros mensuales entre ambos.
"Con ese dinero es imposible cubrir los gastos básicos de cinco personas", explica.
Esto les ha llevado a prescindir de muchas cosas, entre ellas del uso del coche, ahora un "bien de uso ocasional", apostilla Miriam a Efe. "El depósito supone 80 euros a la semana, así que solo usamos el coche para trayectos estrictamente necesarios. Si no, transporte público, aunque tardemos más en ir", continúa.
Según datos de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) el incremento de precios en la alimentación supondrá "más de 500 euros al año" en una familia media. Tras analizar el precio de más de 150 productos, la OCU concluye que el 84 % de ellos ha aumentado y que el precio de la cesta de la compra ha subido un 9,4 %.
A David García, un desempleado de 39 años, le subieron el precio del alquiler 100 euros después de vivir en esa casa durante ocho años, una subida que unida a la de los precios de la cesta de la compra le obliga a "hacer números" todos los días para tratar de llegar a final de mes y a pedir ayudas al Gobierno. "Si continúan subiendo los precios, tendré que dejar el piso y buscar otro sitio", dice.
David y su mujer, Zaida, padres de un niño de seis años, tratan de ahorrar comprando productos de marca blanca y evitando comer fuera. "Salir a comer fuera es cada vez más imposible, y a la hora de hacer la compra, si antes 5 kilos de carne costaba 21 euros, ahora casi son cuarenta. Poca gente puede comprar eso hoy", manifiesta.
María, auxiliar de enfermería es madre soltera, vive en A Coruña junto a su progenitora, de cuyos cuidados se encarga, y tiene que pagar los estudios universitarios en Madrid de su hija. Aunque llegaba "justa" a final de mes con sus 1.300 euros de salario, siempre había podido lidiar con los gastos de la casa, pero con la subida de precios, en especial de la luz, la cosa ha cambiado.
"Con mi sueldo apenas me alcanza para cubrir todos los gastos", explica, y añade que también debe afrontar parte de los gastos de la medicación de su madre, que es "bastante cara".
Para aminorar los efectos del incremento de la luz, ha empezado a poner la lavadora a la una de la madrugada en vez de a las dos de la tarde y a no usar la calefacción en el hogar, incluso cuando hay menos de diez grados. En verano le ocurre lo mismo con el uso del aire acondicionado, que solo enciende en "escasos" momentos del día.