A partir de 90.000 mensajes analizados, un estudio de una investigadora de la Universitat Politècnica de València (UPV) desmenuza el uso de los populares 'emoji' o emoticonos en WhatsApp y establece pautas diferenciadas por edades y también por sexos, en función de si se participa en un grupo mixto o no.
Carmen Pérez Sabater, investigadora de la UPV dentro del Departamento de Lingüística Aplicada, ha desarrollado un estudio en el que ha analizado el uso actual en las conversaciones de la plataforma WhatsApp de estos elementos gráficos, describiendo las principales diferencias existentes hoy en día y las tendencias del futuro.
El primer emoji fue creado en 1999 por el japonés Shigetaka Kurita, si bien no fue hasta 2010 cuando empezaron a utilizarse de forma masiva con las diferentes aplicaciones de mensajería instantánea, según recuerdan fuentes de la UPV.
Actualmente existen ya más de 3.000 emojis diferentes, que no siempre se utilizan de la misma forma. En su uso e interpretación influyen diferentes factores, desde los culturales hasta la relación entre los interlocutores, la tipología de conversación o si quien escribe es un hombre o una mujer.
Entre las conclusiones, el estudio señala notables diferencias dependiendo de la edad de quien lo escriba: "La gente joven, de menos de 30 años, usa muchos gifs y stickers personalizados, no tantos emojis convencionales que, como dicen, no son los suficientemente expresivos para ellos".
"En aplicaciones como TikTok o Instagram los emplean para las descripciones, pero en sus grupos de WhatsApp los suelen evitar. No sucede así con los usuarios mayores de 50 años, cuyas conversaciones son una fiesta de emojis constante”, explica Carmen Pérez.
Atendiendo a las diferencias por género, el trabajo de esta investigadora valenciana saca a relucir que, en las conversaciones de grupo, el comportamiento de los hombres varía en función de si el grupo es mixto o no.
“Si no lo es, no usan tantos emojis como las mujeres, cuyo comportamiento no varía independientemente de por quién esté formado el grupo. Y si lo es –mixto-, los hombres se suelen acomodar al tono general del grupo y a lo que hacen las mujeres”, explica Pérez.
En su análisis, la investigadora remarca también que la interpretación de los emojis depende del contexto y la cultura: “Estos elementos no son universales, varían según la aplicación que se use y el país donde vivamos”.
Otra de las conclusiones del estudio es que se advierte una tendencia a la personalización del elemento gráfico.
“Nos queremos diferenciar del resto, cada vez buscamos más ser originales en nuestras conversaciones y para ello creamos nuestros propios stickers y gifs. Sobre todo en las conversaciones grupales de jóvenes, cada comunidad tiene su propia batería de gifs y stickers a la carta, que son la seña de identidad del grupo”, añade.
Tras analizar más de 90.000 mensajes, esta investigadora concluye que "cuando una persona habla en un grupo y tiene que compartir una información usa texto. Los graficonos, como se llama a los emojis, stickers y gifs en lingüística, evitan el silencio grupal, refuerzan los lazos de unión con el resto, son el detonante de una risa grupal, pero nunca sustituyen por completo las palabras. Las conversaciones por internet son mayoritariamente textuales”.
En otro trabajo, Carmen Pérez Sabater y la estudiante de doctorado de la UPV Andrea García Montes están analizando un corpus de texto cedido por el Ministerio del Interior de agresores condenados por ciberacoso sexual a menores, con el objetivo de caracterizar el uso que hacen de los emojis los ciberacosadores en las redes.
“Nuestra hipótesis de partida era que nos íbamos a encontrar con elementos gráficos que hicieran alusión implícita al sexo, como berenjenas, cerezas y melocotones. Sin embargo, son conversaciones con una gran presencia de emojis de corazones y besos", señala la investigadora valenciana.
¿Y eso a qué se debe? "A la intención del agresor de ganarse la confianza de su víctima a través del desarrollo falso de una relación de amistad o noviazgo convencional. Si usara de primeras los elementos gráficos que hacen referencia al sexo, el agresor desvelaría sus intenciones reales y pondría en alerta al menor, que cortaría probablemente la conversación de inmediato”, apunta Andrea García Montes.