Jorge Sola (Zaragoza, 41 años) quiso hacer un experimento con sus alumnos universitarios de primer año. Ponerles frente a un espejo y comprobar si sus creencias eran reales. Saber, por ejemplo, si creían que la meritocracia existe o es un invento; si son conscientes de las desigualdades que hay, o si el lugar que ellos pensaban que ocupaban dentro la escala social era cierto.
El primer bombazo llegó rápido: la mayoría desconocía estas cuestiones; habían llegado a la Universidad realmente muy perdidos. No eran conscientes ni de sus privilegios, ni de lo determinante que es haber nacido en una familia u otra ni de lo heterogénea que es la población.
El proyecto La desigualdad frente al espejo se llevó a cabo mediante una encuesta con una veintena de preguntas y participaron alumnos de distintos grados de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Los resultados se debatieron en una clase posterior y, más tarde, fueron publicados en la revista académica Teaching Sociology.
Pregunta. ¿Por qué es tan difícil situarse dónde estamos a nivel social?
Respuesta. Los estudiantes, pero, en realidad, todo el mundo, tiende a infraestimar los niveles de desigualdad existentes. Tienen una visión sesgada de cuál es su posición y creen que están más en el medio de lo que realmente están. En general, nuestras creencias se conforman en diferentes esferas y procesos sociales y tendemos a pensar que nuestro entorno más inmediato es lo normal, y eso se debe a que estamos desconectados de otros entornos diferentes al nuestro, más o menos privilegiados.
P. Hay, además, una tendencia a equivocarse a la hora de identificar quiénes son realmente los ricos y quiénes los pobres, los dos extremos de la escala social.
R. Una familia de dos adultos y dos niños menores de 14 años que ingresara 42.696 euros anuales netos estaría en el 20% de la población con más ingresos y en el 10% si ingresara 62.508. Pero pensamos que el 10% más rico son todos banqueros o grandes capitalistas, pero en el fondo el 10% es mucha población. Y hay gente que está en ese 10% y cree que es clase media. Lo mismo ocurre con el 20% de la población más pobre. El umbral de la pobreza relativa en España (el 60% de la mediana de todos los hogares) está situado es 9.626 euros anuales para un hogar de una sola persona (se pondera en función del tamaño del hogar). Para un hogar compuesto por dos adultos y dos niños menores de 14 años, dicho umbral sería de 20.215 euros anuales. En España el 20% de la población tiene ingresos por debajo de ese umbral. Un 20% es mucha gente. Pero ocurre que cuando pensamos en la pobreza, tendemos a identificarla con el caso más extremo, es decir, con las personas sin hogar.
P. ¿Eso quiere decir que vivimos más ahora en pequeñas burbujas que en épocas pasadas?
R. No lo tengo claro. En otros periodos históricos las divisiones sociales eran mucho más nítidas y no es que hubiera una diferencia material mayor sino que también era simbólica, por lo que era más difícil autoengañarse. Un terrateniente del siglo XIX tenía más claro que estaba a una enorme distancia de los campesinos que cultivaban sus tierras.
P. ¿El autoengaño de ahora es deliberado?
R. Yo creo que no. Puede haber algunos casos de gente que diga que es clase media por ser una etiqueta que considera más correcta o porque le interesa para defender ciertas políticas, pero en la mayoría yo creo que es una creencia equivocada pero sincera.
P. Últimamente ha habido mucha polémica sobre el término meritocracia de si es real o un espejismo.
R. En este caso, los alumnos de Ciencias Sociales están más predispuestos a cuestionar la meritocracia que otros estudiantes, pero, sí, hay, en general, una cierta resistencia no tanto a cuestionar la meritocracia como ideal sino a poner en cuestión, en su caso concreto, el esfuerzo que han hecho para llegar a la Universidad. Lo importante es que creían que era incompatible que uno se hubiera esforzado mucho con que hubiese contado con ciertas ventajas sociales gracias a la posición de sus familias, por su capital económico pero también cultural. Una de las preguntas que hacíamos en la encuesta era el número de libros que tenían en casa sus familias y lo comparamos con lo que contestó la población española en una encuesta del CIS. En el CIS, solo el 20% de los españoles tenía más de 200 libros. En cambio, entre los estudiantes de la Facultad de Políticas y Sociología este porcentaje era el doble. Y entre los alumnos que estudiaban un doble grado, como el de Políticas y Filosofía, era del 100%. Cuando comparaban el nivel educativo de sus padres con el de la población en general de la misma edad, se daban cuenta de que había condiciones que ellos habían disfrutado que otros no. Y tuvieron que admitir que eso había influido no solo en llegar a la Universidad sino en haber elegido una carrea u otra.
P. ¿En qué sentido una carrera u otra?
R. Hay carreras donde los estudiantes tienen mucho más capital cultural, por ejemplo, las de doble grado, que al final funcionan como un mecanismo de segregación. Los estudiantes con una posición más aventajada suelen ir a dobles grados y el resto, a grados, digamos, que normales.
P. ¿Por qué?
R. Primero, porque duran un año más y requieren un mayor desembolso económico, pero, además, porque atraen a estudiantes con mejores calificaciones, por lo cual la nota de acceso sube.
P. Una de cuestiones de la encuenta hacía referencia a si pedirían al profesor que les subiera las nota de 8,8 a 9, ¿qué conclusión obtuvieron?
R. Hay que decir que los resultados de esta pregunta que tomamos de una investigadora norteamericana no son muy robustos porque solo la tuvieron que contestar unos grupos y otros no. Desde el punto de vista científico, lo tomaría con pinzas. Aun así, fue muy interesante para trabajar en clase, porque la pregunta qué hacíamos era: ¿qué mecanismos operan para que una persona, cuyos padres tuvieran estudios universitarios, tenga más probabilidad para ir al profesor a pedirle que le suba la nota de un notable a un sobresaliente? En clase salieron ideas como sentirse autorizado, el simple reconocimiento de poder hacerlo o las expectativas que tu familia tiene de tus calificaciones y tu esfuerzo para cumplirlas o la ambición académica, porque no te conformas con un notable. Todos ellos eran la expresión de un cierto nivel cultural, que a veces es lo más determinante para la desigualdad, más que el económico
P. ¿En qué sentido?
R. Muchas veces se atribuye al talento individual lo que en realidad es un conjunto de destrezas y recursos que se han obtenido en el seno de la familia.