La ministra de Igualdad, Irene Montero, suele referirse a las personas no binarias con términos como hije (en vez de hijo o hija), niñe (en vez de niño o niña) o todes (en vez de todos o todas). Su forma de hablar levanta ampollas entre una parte de la clase política y la población. Pero lo cierto es no hay nada más democrático que el lenguaje. Y por mucho que los políticos, las instituciones o los medios de comunicación insistan en que se hable de una determinada manera, al final es el refrendo de la calle el que convierte un término en algo aceptado o rechazable.
“Cualquier cambio lingüístico siempre se produce por decisión de las personas que hablan la lengua, independientemente de lo que diga la Real Academia Española. Son los propios hablantes los que van a decidir si el lenguaje inclusivo se acaba imponiendo. Si la gente lo empieza a usar y se implanta en el discurso del personal docente en las aulas y acaba calando, el cambio lingüístico se producirá”, asegura Noemí Domínguez, profesora de Lengua Española en la Universidad de Salamanca (USAL).
Su colega, Carmen Fernández Juncal, catedrática de Lengua Española en la USAL es más escéptica. “En lengua uno no puede ser oráculo y decir taxativamente que algo va a ocurrir. Pero en el habla coloquial y diaria, no creo que se imponga este lenguaje inclusivo porque todas las propuestas que se están haciendo requieren al hablante un esfuerzo que pienso que no van a tener éxito. Otra cosa es en el ámbito administrativo y político, que es posible que se adopten algunas formas”, defiende.
Sobre los nuevos términos 'niñe', 'todes' o 'hije', Fernádez Juncal lo tiene claro. “Crear una nueva desinencia morfológica neutra contradice lo que son las tendencias naturales de la lengua, porque el sistema morfológico es muy estable y es muy difícil de ser modificado. Solo con la voluntad de algunos es complicado que se pueda cambiar algo que forma parte de la estructura de la lengua”, señala.
Domínguez considera que la aparición de un morfema nuevo, como la 'e', para el género no binario, desde un punto de vista lingüístico, siempre es una buena noticia. “Significa que la lengua está viva y se presta a cambios”, asegura. “Por ahora han aparecido la 'x', la @ o la 'e', ¿cuál va a calar?, todavía no se sabe”.
En cuanto a los desdobles de tener que decir en cada frase, por ejemplo, los niños y las niñas, tampoco cree Fernández Juncal que vayan a tener éxito. “Es casi imposible mantener la tensión y la atención que exige hacerlo para no desviarse. La gente que lo intenta suele entrar en contradicciones porque a veces desdobla y otras veces no y crea discursos muy incoherentes”, añade.
Y pone un ejemplo. “Si estoy hablando de alumnos y alumnas, profesores y profesoras y, de repente, digo ‘los implicados’, en ese caso solo me estaría refiriendo a varones, porque si no tendría que decir 'los y las implicadas'. Y eso va en contra de cualquier norma de economía lingüística que conozcamos”, señala Fernández Juncal.
Domínguez reconoce que intenta utilizar recursos que visibilicen o invisibilicen a todo el mundo. “Por ejemplo, decir ‘las personas’ en vez de decir ‘usuarios’; ‘quienes pensamos así’ a cambio de ‘los que pensamos así’, o ‘personal docente’ en vez de ‘profesores’. Intento buscar colectivos que intenten incluir a todos los géneros, también al binario. Al final haces una lengua más enrevesada, pero más inclusiva”, apunta.
La RAE publicó en 2020 un informe explicando por qué rechazaba el lenguaje inclusivo. "El uso de la '@' o de las letras 'e' y 'x' como supuestas marcas de género inclusivo es ajeno a la morfología del español", aseguró entonces la máxima autoridad sobre lenguaje español.
Según la acedemia de la lengua, reemplazar el uso genérico del masculino gramatical por formas más inclusivas “es innecesario, pues el masculino genérico no oculta la presencia de la mujer, sino que la incluye con igual derecho que al varón”.
Con todo, en el mismo informe la RAE señaló que “desdoblar atinada y oportunamente los géneros es una cuestión de cortesía hacia la visibilización de la mujer e incluso de justicia lingüística”. Solo el tiempo dirá si acaban imponiéndose términos como ‘hijes’, ‘niñes’ y ‘todes’.