Trabajar a más de 40 grados es una tortura que muchos trabajadores están sufriendo estos días en los que la peor ola de calor en décadas azota a España. Problemas de salud y menos productividad están asociados a esta incidencia climatológica que no afecta a todos los empleados.
Un grupo de trabajadores afortunados no padecen este problema ya que su puesto de trabajo está dentro de cámaras frigoríficas que les aíslan del calor extremo que padecemos estos días de junio a las puertas aún del verano.
Se trata de empleados de empresas farmacéuticas que tienen que mantener a temperaturas próximas a los cero grados los medicamentos más demandados por las farmacias.
También gozan de estas condiciones los empleados de las fábricas de hielo o los que trabajan en empresas de alimentación o conservación de productos frescos que han de almacenar el material en cámaras frigoríficas.
Muchos de estos trabajadores han de abrigarse con forros polares mientras fuera, las temperaturas difícilmente bajan de los cuarenta grados a la sombra.
Lo peor llega cuando al final de sus jornadas laborales han de volver a la realidad de una climatología que cada vez registra temperaturas más extremas. Entonces es cuando se enfrentan de bruces con la realidad de un coche que, literalmente, está ardiendo y un viento seco que agota y deja exhaustos.