Cuando el 21 de junio finalizó el estado de alarma, todos pensamos que volvería la normalidad poco a poco. Vacaciones de verano, quedadas con amigos y en septiembre, vuelta a clase. Sí, hemos viajado, aunque solo fuese por territorio nacional. También hemos visto a nuestros amigos, aunque con una mascarilla de por medio. Pero respecto al nuevo curso académico, el miedo y la incertidumbre han superado a la ilusión.
El año pasado la preocupación de los estudiantes era elegir la agenda perfecta y encontrar piso antes de que comenzase el curso universitario. En 2020 el cuento ha cambiado: miedo a la masificación en las aulas, a los rebrotes, al contacto con compañeros de otras ciudades, a la lucha entre clases presenciales y online, etc.
Socialmente el alarmismo se está concentrando sobre un solo foco: la vuelta a clase. Durante todo el verano hemos visto terrazas masificadas, conciertos sin distancia de seguridad, medios de transporte colapsados y tiendas repletas de gente. Nadie ha dicho nada. Sin embargo, la vuelta a clase ha generado un miedo colectivo que repercute de manera negativa en los estudiantes.
Adrián, estudiante de pedagogía de segundo año, tiene claro que no quiere volver a las clases online. “Yo no sé si es normal tener miedo, o si nos están asustando demasiado con la vuelta a clase. Yo soy el primero al que le asusta el contacto físico con gente en la universidad, pero después de ver cómo fue el segundo cuatrimestre el año pasado tampoco quiero volver a lo de antes. Lo que deben hacer es insistir en que tomemos medidas de seguridad, y no meternos miedo cuando las clases empiezan en nada”, confiesa.
Para Carla, que comienza segundo de bachillerato este año, la preocupación principal es mantener su media académica. “Con todo lo del coronavirus los exámenes de selectividad han sido más fáciles este año. La gente ha sacado mejores notas, pero también han subido muchísimo las notas de corte en las universidades. O sea que estamos en las mismas”, relata la joven. “Estoy nerviosa. No quiero ir a clase, pero tengo que hacerlo. Me gustaría que hubiese menos alumnos por clase o que tuviésemos dos horarios, uno por la mañana y otro por la tarde. Lo que sea, pero a estas alturas se ve que no será así”.
Unai está a punto de comenzar su primer año en la universidad y sus expectativas están muy influenciadas por el miedo. “Mis padres me dicen que me quede en casa, pero no quiero perder clase. A veces siento como que se responsabiliza a los jóvenes por los rebrotes. Yo he visto a gente de 40 años con la mascarilla por debajo de la nariz o fumando echando todo el humo, y no generalizo ni les culpo de los contagios. Imprudentes hay de todas las edades, pero criminalizar la vuelta a clase solo nos está haciendo tener miedo y ansiedad”, reflexiona.