Las cenas de Nochebuena y Nochevieja quedaron atrás, y el día de Reyes, nuestro último resquicio de vacaciones, ya ha pasado a la historia junto con esos calcetines de lana que te han regalado. Llega el momento de sentarte frente a la mesa de estudio, sacar la agenda y retomar la rutina, y ahora parece muy distinto de cuando, con doce años, abordabas la vuelta al colegio con ilusión. Pero, ¿cómo lograrlo sin morir en el intento?
Volver a estudiar antes de los exámenes de enero o readaptarnos al horario de trabajo puede hacerse cuesta arriba, sobre todo si tus clases son online o teletrabajas. Además, en solo dos semanas de vacaciones navideñas parece que perdemos hábitos que habíamos tardado meses en consolidar. Esto es una ilusión, Papá Noel no ha robado tu capacidad de concentración.
Cuando el calendario señala el 7 de enero, nos damos cuenta de que el año nuevo ya ha llegado y con él propósitos, cambios en nuestro estilo de vida y tareas que dejamos en stand by a mediados de diciembre.
Las vacaciones de Navidad son un reseteo . Aunque tengas que estudiar o trabajar, hay días sagrados en los que no hay espacio para los apuntes ni para el ordenador de la empresa, e inevitablemente estas dos semanas de descanso acaban pasando factura si no se gestionan bien.
Generalmente, se combinan varios factores que pueden dar lugar al estrés al volver de las vacaciones:
Todos tenemos una lista de objetivos de cara a las vacaciones. Ver a nuestros amigos, hacer algo de deporte aprovechando el tiempo libre, leer un libro, etc. Pero a la hora de la verdad puede que lo único que te apetezca sea tumbarte en el sofá para ver la tele, y cuando las vacaciones acaban, nos reprochamos por no haber invertido más tiempo en otras cosas.
Esto es todavía más evidente este año, ya que las restricciones por el coronavirus han fomentado el descanso en casa en detrimento de otros planes.
En vacaciones hay dos grandes damnificados: nuestros hábitos alimenticios y de sueño.
El turrón y las copiosas cenas navideñas acaban alterando mucho nuestro ritmo diario. Al volver a nuestra rutina, nos sentimos más pesados, más cansados y en algunos casos incluso culpables por haber comido más de la cuenta. Pero cuidado, porque machacar nuestra autoestima por habernos dado un atracón esporádico puede resultar más dañino que el atracón en sí mismo.
En la otra cara de la moneda, durante las fiestas no solo dormimos más horas, sino que en vez de acostarnos a las doce como de costumbre, acabamos yéndonos a la cama a las tres de la mañana. Al día siguiente resulta imposible madrugar, y aunque solo mantengamos esta nueva rutina dos semanas, es tiempo suficiente para provocar un insomnio pasajero en enero.
Como los días de Nochebuena y Nochevieja han caído en jueves, y Navidad y Año Nuevo en viernes, es probable que tu reloj interno se encuentre sumido en el caos. Sucede algo parecido a cuando los lunes tienes que sentarte frente al ordenador tras un finde de excesos, pero de forma mucho más acusada.
Al volver a la rutina, el descontrol de horarios se mantiene y nos cuesta mucho orientarnos, la concentración brilla por su ausencia e incluso pueden aparecer síntomas como tristeza, tensión muscular, agobio y desmotivación.
El mes de enero es duro para aquellas personas que experimentan lo que algunos expertos han llamado síndrome post-vacacional, pero con ciertas pautas es posible volver a la rutina y minimizar el impacto de las vacaciones en nuestro día a día.
1. Descubre tu planificador ideal
Muchas personas no conocen las alternativas a las tradicionales agendas. Desde los bullet journal hasta los planificadores descargables en el ordenador, hay una gran variedad de opciones. Esto es muy importante porque cada persona se organiza de una forma única. Hay quienes prefieren papel y bolígrafo, y otros se apañan con la aplicación de notas del móvil. Por eso lo primero que debes hacer es pensar en lo que te funciona a ti. Acuérdate de cómo te organizaste el año pasado. ¿Compraste una agenda que acabó llena de pelusas en un cajón? Entonces no caigas en el mismo error.
Una vez hayas escogido tu agenda perfecta, vas a dedicar 5 minutos al día cada mañana en anotar lo que tienes que hacer. A medida que vayas cumpliendo tus objetivos, irás tachándolos de tu agenda.
Por otro lado, los domingos es recomendable invertir unos 15 minutos para planificar tu semana. Reuniones, trabajos de la universidad, citas con amigos, recordatorios importantes… Anota todo aquello que no quieres olvidar.
2. Establece pequeñas metas asequibles
No basta con elaborar un planificador que se adapte a tus necesidades. También tienes que ser flexible.
Es muy tentador despertarte por la mañana y apuntar veinte tareas que quieres quitarte de encima el lunes. El problema es que al acabar el día, solo habrás conseguido la mitad y te sentirás frustrado, desmotivado y culpable.
En vez de sobrecargarte con metas desproporcionadas, establece pequeños objetivos asequibles. Nadie mejor que tú conoce tus límites, así que respétalos.
3. Descansa física y mentalmente
Algo que experimentan muchos estudiantes y trabajadores con síndrome post-vacacional es la sensación de culpa por descansar después de las vacaciones. Este es un error tan habitual como evitable.
Sí, has tenido dos semanas de calma y relax, pero en tu día a día también tienes que pulsar el botón de pausa y prestar atención a tus necesidades. Esto implica hacer descansos mientras trabajas para beber agua, ir al baño o simplemente mirar por la ventana, y también desconectar totalmente de tus obligaciones cuando acaba la jornada laboral. ¡Nada de mirar el correo de la universidad o de la empresa!
4. Retoma tu ritmo de sueño habitual
Intenta volver a tus horarios de sueño habituales de forma gradual. Si en diciembre te has despertado todos los días a la una de la tarde, es imposible que de un día para otro madrugues a las seis de la mañana. Adelanta poco a poco tu hora de acostarte y despertar para recuperar los hábitos que has perdido este mes.
Por otro lado, hay algunas recomendaciones de higiene del sueño que pueden serte útiles:
5. Evita dietas restrictivas y atracones de ejercicio
Como bien mencionábamos antes, durante las Navidades es habitual comer más de la cuenta y abusar de alimentos no muy saludables que digamos. Si a esto le sumamos un año en el que el pan casero ha sido nuestra salvación durante el confinamiento, tenemos el caldo de cultivo para las dietas y el deporte obsesivo.
Llevar una vida saludable implica cuidarte sin recurrir a conductas compensatorias. Aunque en diciembre te hayas puesto las botas a base de embutido y turrón, ni necesitas ni debes hacer dietas restrictivas, prohibirte alimentos que te gustan o hacer ejercicio sin mesura. Busca el equilibrio y, sobre todo, guíate por profesionales de la salud.