Mantener una alimentación equilibrada es básico para proteger nuestra salud, y ello pasa por ingerir las cantidades adecuadas de todos los nutrientes necesarios. Uno de ellos es la vitamina E, relacionada especialmente con la visión, la reproducción y salud de la sangre, el cerebro y la piel. Esta vitamina funciona también como un potente antioxidante, al igual que la vitamina C, protegiendo nuestras células contra los radicales libres, lo que podría ayudar a evitar enfermedades cardíacas e incluso el cáncer. ¿Cuáles son lo beneficios de la vitamina E y qué propiedades encontramos en ella? ¿Cuáles son los alimentos con vitamina E?
La vitamina E es un nutriente liposoluble: esto significa que puede almacenarse en nuestro organismo, de manera que, si se consumen en exceso (más de diez veces las cantidades recomendadas) puede resultar tóxica. Este tipo de vitamina está presente en muchos alimentos y actúa como antioxidante, ayudando a proteger las células contra los daños causados por los radicales libres.
Además, nuestro cuerpo necesita vitamina E para estimular el sistema inmunitario, de forma que podamos combatir virus y bacterias de forma eficaz. Dentro de las propiedades de la vitamina E encontramos también la de ayudar a dilatar los vasos sanguíneos y evitar la formación de coágulos de sangre en su interior, tal y como recuerda la web de salud National Institutes of Health. Además, las células emplean la vitamina E para interactuar entre sí.
En cuanto a la cantidad diaria recomendada de vitamina E, la suma adecuada para cada persona depende principalmente de la edad: las cantidades diarias promedio recomendadas van desde los 4 miligramos (mg) en bebés hasta 6 meses de edad hasta los 15 mg a partir de los 14 años. Hay que tener en cuenta que un déficit de vitamina E puede causar enfermedades como la neuralgia, pero también que no debemos excedernos en su consumo, precisamente porque esta vitamina se almacena en nuestro cuerpo durante cierto tiempo y, en caso de acumularse más de la cuenta, puede provocar efectos indeseados.
Afortunadamente, son muchos los alimentos ricos en vitamina E: aceite de canola, aceite de oliva, margarina, almendras y cacahuetes, carnes, productos lácteos, vegetales de hoja, cereales fortificados... Tal y como recuerdan desde Mayo Clinic, también puedes consumirla como suplemento oral, en forma de cápsulas o gotas. Sin embargo, en general, una dieta equilibrada aportará la cantidad necesaria de vitamina E que necesitamos, por lo que no suele ser necesario ni recomendable acudir a complementos alimenticios: la deficiencia de vitamina E es muy poco frecuente en personas sanas.
Si te preocupa estar ingiriendo una cantidad suficiente de este nutriente, toma nota de lo principales alimentos ricos en vitamina E:
Un dato importante sobre esta vitamina es su influencia en el desarrollo del Alzheimer: existen investigaciones que aseguran que las dosis altas de vitamina E pueden retrasar la evolución de esta enfermedad en personas con un diagnóstico de leve a moderado, aunque también existen estudios que no han encontrado evidencias suficientes para sostener esta idea. Del mismo modo, algunos estudios demuestran que la vitamina E podría mejorar los síntomas de la enfermedad por hígado graso no alcohólico.
En cuanto a sus contraindicaciones, ocasionalmente un consumo excesivo puede provocar efectos secundarios indeseables, como pueden ser náuseas, diarrea, cólicos intestinales, fatiga, debilidad, dolor de cabeza, visión borrosa, erupción cutánea, disfunción gonadal o mayor concentración de creatina en la orina. A largo plazo, un consumo excesivo de vitamina E podría aumentar el riesgo de sufrir cáncer de próstata. A ello se suma un aumento del riesgo de muerte en personas con antecedentes graves de enfermedades cardíacas, como ataques cardíacos o accidentes cerebrovasculares. Por otro lado, la vitamina E podría aumentar el riesgo de sangrado en personas que consuman medicamentos anticoagulantes o antiplaquetarios.
Los expertos recomiendan también tener especial cuidado con el consumo de vitamina E cuando tengamos un déficit de vitamina K, así como en caso de sufrir una enfermedad ocular en la que se dañe la retina, trastornos hemorrágicos, diabetes, cáncer de cabeza y cuello, enfermedad hepática o antecedentes de ataque cardíaco o accidente cerebrovascular.