Una antigua vacuna común contra la tuberculosis que se administra anualmente a millones de niños en todo el mundo podría ser un arma efectiva para combatir el nuevo coronavirus. Se trata del BCG (Bacillus Calmette-Guérin), una vacuna preparada a partir del bacilo de la tuberculosis bovina (Mycobacterium bovis) que se propaga principalmente entre vacas, pero también causa tuberculosis en los humanos.
Se usó por primera vez en humanos en 1921, por lo que se trata de una de las vacunas más antiguas del mundo. El BCG ayuda a prevenir el desarrollo de formas graves de tuberculosis, por lo que en algunos países es obligatoria y se administra a los niños recién nacidos y de nuevo más adelante para que la inmunidad contra la enfermedad se forme lo antes posible.
Un equipo de investigadores del Instituto de Tecnología de Nueva York difundieron en el portal MedRxiv una prepublicación de su artículo científico sobre la existencia de correlación entre las tasas de mortalidad de los países donde el uso del BCG es generalizado y de aquellos en los que la vacuna es opcional. "Descubrimos que los países sin políticas universales de vacunación con el BCG, como Italia, Países Bajos y Estados Unidos, se han visto más gravemente afectados en comparación con los países con políticas universales y duraderas de BCG", afirman los autores, definiendo a esta vacuna como "una nueva herramienta potencial en la lucha contra la covid-19".
Varios grupos de científicos de diferente países, incluidos Australia, Países Bajos y Alemania, investigan si la vacunación con BCG en adultos reduce el riesgo de contraer el coronavirus. Por ejemplo, los científicos del Instituto de Investigación Pediátrica de Murdoch, en Melbourne, decidieron probar la vacuna en unos 4.000 trabajadores de hospitales locales para verificar si el BCG puede prevenir que se enfermen con covid-19.
Cabe señalar que el propósito de estos estudios no es modificar el BCG para convertirlo en una vacuna contra el SARS-CoV-2. Sin embargo, si se prueba que estimula la inmunidad natural de los humanos contra enfermedades respiratorias (incluida la covid-19, causada por el coronavirus), podrá ser utilizado como una medida de protección hasta que sea inventado un remedio eficaz y seguro.
En realidad, los efectos del BCG se estudian desde hace décadas, descubriéndose incluso que puede ser utilizado como tratamiento contra el cáncer de vejiga. No obstante, ni este hecho ni el supuesto descubrimiento de los investigadores estadounidenses significan que el BCG pueda proteger contra la infección del nuevo coronavirus.
La correlación encontrada por los científicos de EE.UU. tiene un claro contraejemplo: China. En el gigante asiático, el BCG se administra a los recién nacidos desde los años 1950, no obstante, fue allí donde se originó el brote de covid-19. Según la Comisión de Salud del país, la China continental cuenta con más de 81.600 casos de contagio y más de 3.300 fallecimientos y, a pesar de la mejora de la situación, sigue siendo una de las naciones más afectadas en el mundo por la pandemia.
Sin embargo, durante la Revolución Cultural, ocurrida en China entre 1966 y 1976, las agencias de prevención y tratamiento de la tuberculosis se debilitaron e incluso se disolvieron, por lo que en aquella época la vacunación masiva se suspendió temporalmente. Eso podría haber creado un capa de población vulnerable que se vería afectada y propagaría la COVID-19.
Entonces, ¿las personas que fueron vacunadas con el BCG en la infancia están mejor protegidas de la pandemia que los demás? Según el profesor Stefan H.E. Kaufmann, del Instituto Max Planck, que lidera la investigación del equipo científico alemán, hasta la fecha no hay evidencia de que la protección proporcionada por la vacuna de BCG pueda permanecer durante mucho tiempo. "Creo que dura aproximadamente un año", recoge sus palabras Deutsche Welle.
De hecho, Kaufmann y sus colegas quieren comprobar la eficacia de una evolución del BCG denominada VPM1002. Los científicos planean probar esta vacuna en dos de los grupos de mayor riesgo: personas de la tercera edad y trabajadores sanitarios. Si los resultados se muestran positivos —los investigadores esperan recibirlos para el próximo otoño—, la VPM1002 podría comercializarse en unos meses, vaticinó Kaufmann.