Karen Carpenter tenía 32 años, medía 1,63 metros y pesaba 38 kilos. Su madre, Agnes, había tratado de salvarla con respiración boca a boca cuando la encontró desvanecida en la casa familiar y los médicos le hicieron maniobras de reanimación y le inyectaron adrenalina, pero no hubo nada que hacer. Su muerte acababa de ponerle cara, cuerpo y nombre propio a un trastorno que padecían en silencio miles de mujeres en todo el mundo: la anorexia
La chica de la voz aterciopelada que golpeaba la batería con una fuerza imposible para su contextura moría 25 minutos después de ingresar en un hospital de Downey, en California (EEUU), por un paro cardiorrespiratorio. Era la mañana del 4 de febrero de 1983.
Las dos cosas pasaron a la vez en su vida: su carrera y la enfermedad. Karen tenía 14 años cuando los Carpenter se mudaron desde New Haven (donde había nacido el 2 de marzo de 1950) a California, para que Richard, su hermano mayor, estuviera más cerca de discográficas que apreciaran su talento como pianista. Ella se unió al coro para no hacer gimnasia y le dieron un xilofón, pero vio a un compañero tocar la batería y sintió que ése era su instrumento, así que empezó a recibir clases.
Nunca había tenido demasiada autoestima; su madre, según señalan todos sus biógrafos, tenía debilidad por Richard; el padre no participaba en las decisiones de la casa, a la que describen como un matriarcado en el que ella nunca se sintió querida. Con la primera dieta bajó 15 kilos. Para cuando los Carpenter comenzaron a grabar su primer disco, en 1969, pesaba 50 (con 19 años). Había logrado mantenerse sin dejar de darse gustos: vomitaba. Las giras hicieron el resto, ya que nadie estaba atento a lo que comía o dejaba de comer Karen.
Con el tiempo se supo que Karen tomaba hasta 90 pastillas por día, entre laxantes y anfetaminas, un método de uso extendido en los 70, la década en la que los Carpenters brillaron con 17 'hits' en el top-20. En 1975, con un cuarto de siglo a sus espaldas, apenas pesaba 41 kilos. Por entonces se encendieron las alarmas: tuvieron que cancelar un tour por Europa y Oriente y un show para la reina Isabel II porque ella estaba débil. Pero la mirada de los medios y de su madre estaban centradas en su hermano, que fue internado para rehabilitarse de su adicción al Quaalude (un sedante hipnótico que también era moneda corriente en esa época).
En 1981, en una gira, Karen se vio envuelta en un escándalo cuando trató de comprar cantidades industriales de laxantes en una farmacia parisina. De vuelta a EEUU, consultó en Nueva York al psicoterapeuta Steven Levenkron, uno de los pocos expertos en desórdenes alimentarios por esos años. Levenkron la trató con terapias individuales y también hizo un intento de terapia familiar que resultó un fracaso: tanto los padres como el hermano de Karen minimizaron el trastorno. Para ellos, sólo actuaba para llamar la atención y llevarles la contraria.
Se dice que tal vez el desamor contribuyó a agravar el cuadro: en agosto de ese año, se casó con el broker inmobiliario Tom Burris, que dejó a su mujer por ella. Una semana antes del casamiento, él le confesó que se había hecho una vasectomía. Ella intentó suspender todo porque quería hijos. Pero la madre se opuso; ya estaba todo listo y sería un escándalo para la prensa. Se separaron sólo un año después, en 1982.
En septiembre de ese año la internaron de urgencia en un hospital de Nueva York. Estaba descompensada y tuvieron que hidratarla y alimentarla por vía intravenosa. Lograron que consumiera algunos sólidos y subiera algo de peso, pero su condición era grave. Unos meses antes, en abril, había grabado el que sería su último disco, 'Made in America'. Durante la promoción, una periodista de la BBC le preguntó si sufría "la enfermedad del adelgazamiento" y Karen lo negó tajantemente.
En noviembre, volvió a la casa de Downey. Tenía la suya, pero ya no podía estar sola. Había mejorado algo respecto del último episodio, pero vivía angustiada, además de no tener fuerzas. La noche antes de morir, Karen estaba nerviosa, al día siguiente firmaba su divorcio de Burris. No llegó a hacerlo.
La autopsia reconocería las marcas de las agujas por las que había sido alimentada en los meses previos. La causa de la muerte, según el forense, era una arritmia "causada por desequilibrios químicos asociados con la anorexia nerviosa". La familia intentó evitar que se difundiera, pero fue inútil. En las tapas de las revistas del momento se imprimió por primera vez en letra grande la palabra anorexia junto a su foto, en la que se le podía observar como un auténtico esqueleto.
La anorexia nerviosa, a menudo simplemente denominada anorexia, es un trastorno de la alimentación que se caracteriza por el peso corporal anormalmente bajo, el temor intenso a aumentar de peso y la percepción distorsionada del peso. Para las personas con anorexia, es muy importante controlar su peso y su figura corporal, y hacen todo tipo de sacrificios que suelen interferir en su vida de forma significativa.
Para evitar aumentar de peso o para seguir adelgazando, las personas anoréxicas suelen restringir demasiado la cantidad de comida que consumen. Para controlar el consumo de calorías, pueden vomitar después de comer o usar de modo indebido laxantes, suplementos dietéticos, diuréticos o enemas. Además, para intentar bajar de peso, pueden ejercitarse en exceso. No importa cuánto baje de peso, la persona continúa sintiendo temor a aumentar de peso.
En realidad, la anorexia no se trata de la comida. Es una manera extremadamente poco saludable y, en ocasiones, mortal de intentar afrontar los problemas emocionales. Cuando tienes anorexia, lo que haces con frecuencia es equiparar la delgadez con la autoestima.
La anorexia, al igual que otros trastornos de la alimentación, puede tomar el control de tu vida y volverse muy difícil de sobrellevar. Pero con tratamiento, puedes lograr una mejor percepción de quién eres, volver a tener hábitos de alimentación más saludables y revertir algunas de las complicaciones graves que causa la anorexia.
Los signos y síntomas físicos de la anorexia nerviosa están relacionados con la inanición. Este trastorno también incluye problemas emocionales y conductuales asociados con una percepción irreal del peso corporal y con un temor muy intenso a aumentar de peso o a engordar.
Puede ser difícil advertir los signos y síntomas debido a que la noción de peso corporal bajo es diferente para cada persona, y es posible que algunas no parezcan extremadamente delgadas. Además, las personas con anorexia suelen esconder su delgadez, sus hábitos alimentarios o sus problemas físicos.
La anorexia es más frecuente en niñas y en mujeres. Sin embargo, cada vez más, los niños y los hombres presentan trastornos de la alimentación, que, posiblemente, están relacionados con el aumento de las presiones sociales.
La anorexia también es más habitual en adolescentes. De todas maneras, este trastorno de la alimentación puede presentarse en personas de cualquier edad, si bien es poco frecuente en mayores de 40. Los adolescentes pueden presentar un riesgo mayor debido a todos los cambios corporales que atraviesan en la pubertad. También es posible que enfrenten mayor presión de grupo y que sean más sensibles a las críticas o incluso a comentarios casuales sobre el peso o la figura.
No hay nada que garantice la prevención de la anorexia nerviosa. Los médicos de cabecera (pediatras, médicos familiares e internistas) están en una buena posición para identificar indicadores tempranos de anorexia y evitar que se presente la enfermedad en estado avanzado. Por ejemplo, en las consultas médicas de rutina, pueden hacer preguntas acerca de los hábitos alimentarios y el grado de satisfacción con el aspecto.
Si notas que un familiar o amigo tiene baja autoestima, hace una dieta demasiado estricta y está insatisfecho con su aspecto, considera la posibilidad de hablar con él o ella acerca de estos problemas. Si bien puede que no seas capaz de evitar que manifiesten un trastorno de la alimentación, puedes hablarles sobre conductas más saludables u opciones de tratamiento.
Desafortunadamente, muchas personas con anorexia no quieren hacer un tratamiento, al menos al principio. El deseo de mantenerse delgado se antepone a la preocupación por la salud. Si estás preocupado por un ser querido, pídele encarecidamente que hable con un médico.
Si tienes alguno de los problemas mencionados más arriba, o crees que puedes tener un trastorno de la alimentación, busca ayuda. Si les estás ocultando tu problema de anorexia a tus seres queridos, intenta encontrar a una persona en quien confíes para hablar sobre lo que está ocurriendo.