En un momento de alerta internacional por la propagación del coronavirus COVID-19, contar con información acerca de los síntomas de esta enfermedad resulta clave para que los propios ciudadanos puedan identificar si existe posibilidad de contagio.
El problema es que los síntomas de coronavirus, que provoca afecciones relacionadas con el sistema respiratorio, guardan mucha similitud con los de los distintos tipos de gripe que nos rodean. Por eso es bueno conocer cuáles son las clases de gripe más comunes en nuestro entorno e intentar diferenciar estos casos de otros como una posible infección por esta nueva amenaza para la salud.
La gripe es, del mismo modo que el coronavirus, una afección vírica que se transmite con facilidad de una persona a otra, normalmente debido a la propagación de gotitas de saliva mientras hablamos, tosemos o estornudamos. Por eso las medidas de prevención para evitar el contagio del cononavirus son muy similares a las de los distintos tipos de gripe: lavarse bien las manos, mantenerse al menos a un metro de distancia de personas infectada…
Para quienes sufran cualquiera de estas dos enfermedades, es importante, de cara a evitar posibles contagios, protegerse la boca en caso de toser o estornudar, mantener las distancias y cuidar extremadamente la higiene de manos y objetos con los que se interactúe con frecuencia o que puedan compartirse con otras personas. En la medida de lo posible, es conveniente aislarse de nuestro entorno.
Los virus de la gripe se encuentran extendidos por todo el mundo y existen distintos tipos, unos más peligrosos que otros, a veces incluso con riesgo de muerte. La vacunación es la mejor forma de prevenir la infección, algo que no es posible con el coronavirus, para el que no existe vacuna a día de hoy.
Estos son los tipos de gripe más comunes:
Virus de la Gripe A
El virus A es el principal causante de las epidemias que se producen cada año. Los virus tipo A se dividen en subtipos basándose en dos proteínas (antigenos principales) de la superficie del virus. Estas proteínas se denominan hemaglutinina (H) y neuraminidasa (N) y forman las espículas que se insertan en la envoltura del virus. Los virus gripales B y C, sin embargo, presentan menos rango de variación y no reciben denominaciones de subtipo.
Los subtipos más frecuentes de virus A que actualmente están en circulación entre humanos y son anualmente incluidos en la vacuna antigripal son A (H1N1) y A (H3N2). Además de estas, en la vacuna se incluye también una cepa de virus B. Este tipo de virus resultan más agresivos y dañinos que el resto, predominan en aves salvajes y se transmiten a través de distintas especies de animales, incluyendo a los humanos. Además, muta con especial facilidad, lo que dificulta que nuestro organismo desarrolle inmunidad frente a él.
Virus de la Gripe B
El virus gripal B se presenta generalmente en brotes más localizados y resulta mucho menos dañino. Se suele dividir en dos grandes grupos: B/Yamagata y B/Victoria y no se califica en subtipos. Esta gripe es la más común entre los seres humanos, pero resulta mucho más controlable porque no muta de la misma forma que lo hace la gripe A (la cepa B muta hasta tres veces más despacio que la cepa A). De ahí que muchas personas sean capaces de desarrollar inmunidad frente a esta gripe. Con todo, este virus puede causar brotes y epidemias. De ahí que se incluya en los planes de vacunación estacionales.
Virus de la Gripe C
Los virus de tipo C son poco frecuentes y las infecciones que provocan suelen ser de poca importancia. Afecta principalmente a los niños (muy pocas veces a adultos) y no es responsable de epidemias, aunque sí puede provocar infecciones respiratorias
Los síntomas de todas las gripes mencionadas son, por lo general, comunes: inicio súbito de fiebre alta, tos (normalmente seca), dolores musculares, articulares, de cabeza y garganta, malestar intenso, secreción nasal abundante… La tos puede ser bastante intensa y extenderse durante varias semanas. En cuanto a la fiebre y el resto de síntomas, suelen durar aproximadamente una semana. El tiempo transcurrido entre la infección y la aparición de la enfermedad (el llamado periodo de incubación) dura alrededor de 2 días.
En el caso del coronavirus, lo cierto es que muchos de lo síntomas que provoca son similares a los de la gripe, lo que dificulta un diagnóstico basado tan solo en ellos y obliga a llevar a cabo una analítica para diferenciar un virus de otro. La fiebre y la tos son síntomas clave en el caso del coronavirus y tal vez la diferencia con la gripe pueda venir de los síntomas que no prendemos, como el dolor muscular o de garganta, que puede estar más asociado a la gripe. Sin embargo, una prueba médica concisa es clave para asegurarnos, y es aconsejable acudir a un centro de salud para llevarla a cabo ante la mínima sospecha de contagio.
Tal y como recuerda el Ministerio de Sanidad, el diagnostico de la gripe suele ser clínico, al detectarse un caso con signos y síntomas compatibles con gripe dentro de un contexto adecuado (temporada gripal, casos de gripe cercanos al paciente…). La gripe, sin embargo, puede ser difícil de diferenciar de otro tipo de infecciones respiratorias si nos basamos solo en los síntomas clínicos, ya que los síntomas iniciales pueden ser similares a los que producen otros virus u organismos que afectan a las vías respiratorias.
Hay algunas pruebas de laboratorio que pueden ayudar al diagnóstico de gripe, aunque este tipo de confirmación no es necesario realizarlo a todos los pacientes con sospecha de gripe si se está dentro de la temporada gripal.
El diagnóstico de laboratorio se realiza mediante alguna de las siguientes técnicas: aislamiento viral, detección de proteínas virales, detección de ácido nucleico y cuantificación de anticuerpos en sangre. Las tres primeras técnicas se realizan sobre secreciones respiratorias tomada mediante frotis nasal o faríngeo, y para la cuarta es preciso extraer sangre en los momentos agudo y convaleciente de la enfermedad. Recientemente se han puesto en funcionamiento pruebas de diagnóstico rápido, que pueden detectar el virus de la gripe en un periodo de unos 30 minutos a pocas horas, si bien su alto coste y características técnicas hacen muy difícil su utilización.
Para todas estas pruebas han de tomarse muestras apropiadas. Las secreciones respiratorias deben ser recogidas en los primeros 4 días de la infección. Esto es debido a que los virus pueden encontrarse en el lavado nasofaríngeo dentro de las primeras 24 horas tras la exposición a la fuente de la infección y su concentración suele aumentar hasta alcanzar un máximo entre las 24 y 72 horas tras la exposición y volver a niveles bajos alrededor del quinto día.