Que un amigo tenga pareja y sea feliz debería ser una gran alegría, pero muchas personas no lo viven así. Eso es lo que le ocurre a Marta. “Todas tienen novio”, relata la riojana de 26 años, “todas menos yo”.
Marta se encuentra rodeado de relaciones saludables, felices y prósperas, pero mientras a los demás les va bien en el amor, ella vive una decepción tras otra. “Una parte de mí se alegra, pero reconozco que envidio a mis amigas con pareja, yo también quiero lo que ellas tienen”, confiesa.
“Nunca me he sentido dejada de lado y quedamos y todo sigue igual, pero también hay algo que ha cambiado. Yo veo que tienen una conexión diferente con sus respectivos novios y me entran celos, pero no porque las echa de menos porque ya digo que las veo mucho. Los celos son porque quiero tener algo así. Quiero irme a vivir con alguien, compartir mis cosas y poder confiar”, nos explica. ¿El problema? Que cuanto más busca esa conexión, más se aleja y más daño le hacen las comparaciones con sus amigas.
En nuestro repertorio de emociones hay alegría, admiración, orgullo, hostilidad y un largo etcétera en el que se encuentra la envidia. En otras palabras, se trata de una emoción normal, inevitable y humana.
A veces la envidia surge ante personas a las que consideramos exitosas e idealizamos desde el desconocimiento, por ejemplo, famosos o influencers. Sin embargo, lo más normal es que la envidia aparezca en nuestro día a día ante nuestro círculo social, es decir, amigos, compañeros de clase o de trabajo, familiares o pareja.
Cuando esto ocurre, nos sentimos muy culpables. Como la envidia es una emoción que se considera “negativa”, nos autoconvencemos de que somos egoístas, malos amigos o unos amargados por vivirla en nuestra piel. Este tipo de atribuciones son injustas, ya que no elegimos sentirnos así.
No te hace mala persona sentir envidia de un amigo con pareja. En cambio, si tu forma de gestionar la emoción es intentar arruinar la relación, entonces no eres el mejor amigo del mundo. En otras palabras, lo que sí está en nuestra mano es gestionar la envidia de una forma saludable.
1. Descubre por qué sientes envidia
Tu primera respuesta será “porque otros tienen pareja y yo no”, pero párate a pensar por qué eso te molesta tanto. Quizá la razón por la que sientes envidia es que ya no pasas tanto tiempo con tus amigos como te gustaría.
Otra explicación es que has visto que la conexión amistosa es diferente a la conexión amorosa que tienen tus amigos con sus respectivas parejas. Ves que tienen sus propios secretos, sus planes únicos y un vínculo diferente al de la amistad, y te gustaría experimentar esa sensación.
En muchos casos lo que provoca la envidia es echar de menos las emociones vinculadas a las relaciones de pareja: intimidad, confianza, complicidad sexual y emocional, cariño…
Por otro lado, también puedes tener cierto miedo a la soledad o baja autoestima, y al ver que tus amistades están inmersas en relaciones de pareja esas inseguridades se acentúan.
Sea cuál sea el motivo por el que sientes envidia, analízalo y desgránalo. Si reprimes la envidia, nunca la sabrás gestionar. Tienes que dejar que fluya para entenderla.
2. Habla con naturalidad de lo que sientes
Es importante normalizar la envidia, sobre todo con las personas que la generan. Habla con tus amigos y explícales como te sientes para restar peso a la culpabilidad. Comprobarás que te escuchan, te entienden y que, en muchos casos, habrán sentido lo mismo que tú.
3. No te precipites en el amor
Un error muy habitual cuando sentimos envidia de nuestros amigos con pareja es precipitarnos y buscar relaciones serias con personas con las que no estamos del todo a gusto.
La envidia hace que ignoremos las red flags de un potencial liguered flags. Da igual que sea irrespetuoso, que pase de ti o que te haga ghosting cada dos por tres para volver como si nada, tú le perdonas y te aferras a esa relación porque piensas que así no te sentirás tan mal. ¿El resultado? Que te sentirás peor porque compararás tu relación tóxica con la de tus amistades, frustrándote e incluso alejándote de tus seres queridos.
Las relaciones de pareja llevan su tiempo. A veces fluyen rápido si conoces a alguien que te gusta mucho y tú también le gustas, pero esa conexión no siempre se produce. Respeta los tiempos del amor e intenta no forzar las cosas.
4. Cultiva tu amor propio
Para gestionar la envidia y sentar las bases para, en un futuro, conocer a una pareja, es importante cuidar nuestra autoestima. Dedica tiempo a conocerte, a aceptarte tal y como eres, a afrontar tus inseguridades, y a perder el miedo a mostrarte vulnerable.
5. Deja de idealizar las relaciones ajenas
Seguro que en tu mente la relación de tus amigos con sus respectivas parejas es perfecta. Pero, ¿de verdad existen las relaciones ideales?
Lo que vemos de las relaciones ajenas es solo la pequeña punta del iceberg. No conoces el trabajo psicológico que han necesitado para llegar a donde están, y las dificultades a las que se enfrentan a día de hoy.
Esta tendencia a idealizar hace que nos frustremos cuando conocemos a alguien. Quedas con un ligue y de repente algo se tuerce, así que decides cortar la relación. ¿Por qué? Porque has construido una visión del amor extremista e irreal. O es todo perfecto, o no merece la pena en absoluto.