Si bien la muerte es una parte inevitable de la vida, aceptarla no es sencillo. Cuando perdemos a un ser querido, atravesamos un duelo psicológico diferente para cada persona y situación. Este proceso de adaptación a la pérdida puede ser complicado, largo e incluso requerir ayuda profesional, sobre todo cuando la persona a la que perdemos es nuestra pareja.
El duelo no es un único sentimiento como la tristeza, sino un conjunto de reacciones emocionales. Ira, culpabilidad, remordimientos e incluso en algunos casos alivio acompañan a esta situación. A esta compleja mezcla de sentimientos se suman los pensamientos derivados por la pérdida y el cambio de hábitos. Algunas personas se aíslan y otras prefieren hacer mil planes para no pensar en el dolor.
Como hemos visto, no hay un duelo único. A esto se suma un factor más: el tabú social. Muchas personas no son capaces de hablar de la muerte por miedo, por malos recuerdos o por un positivismo irracional. En consecuencia, evitan cualquier tema de conversación que pueda resultar incómodo o triste, como la muerte, y la persona que atraviesa el duelo puede acabar reprimiendo sus emociones.
Según la Sociedad Española de Oncología Médica, un 16% de las personas que pierden a un ser querido padecen un episodio depresivo después del fallecimiento. Este porcentaje aumenta cuando la muerte es inesperada, la persona fallecida era muy cercana y, sobre todo, si hay poca comunicación a posteriori. En otras palabras, es fundamental compartir lo que sentimos (aunque solo sea con unas pocas personas).
Para Noemi, una joven de 26 años que ha perdido a su novio recientemente, desahogarse ha sido como respirar. “Mi novio murió hace poco y estoy aprendiendo a superarlo. Al principio no quería hablar del tema con nadie porque sabía que no me entenderían. Además, tenía la sensación de que si decía lo que sentía sería como si estuviese intentando superarlo, y para mí eso era una traición a mi pareja. No quería olvidarle, y para conseguirlo pensaba que tenía que sufrir sí o sí”.
“Fui al psicólogo de la Seguridad Social. Hablar del tema con alguien me permitió no tener que cargar sola con todo el peso del duelo”, relata. “Después empecé a abrirme con más gente, pero solo personas de confianza porque siempre he sido muy reservada. Mi hermana y dos amigos muy íntimos”.
Poco a poco, Noemi está aprendiendo a entender y gestionar el duelo psicológico. “Quiero mucho a mis padres y a mis amigos, pero mi novio era mi todo. Teníamos una confianza y una complicidad increíble. Perderle fue como si me quitasen una parte de mi felicidad, y todavía no sé si la recuperaré del todo algún día”.
“Me cuesta horrores entrar en un hospital después de lo que pasó”, confiesa, “incluso el olor a alcohol me marea”. A estos nuevos miedos, se suma la ansiedad al pensar en una nueva relación. “Todos me dicen que soy joven y que me volveré a enamorar, pero ni lo veo posible, ni quiero que la gente me diga esa frase. Sé que lo hacen con buena intención, pero no necesito remplazar a mi novio. ¿Le dirían a alguien que ha perdido a su hijo que no se preocupe porque puede tener más?”.
Normalmente, el duelo abarca cuatro tareas:
En ocasiones, el duelo puede ser patológico, siendo algunos indicios los siguientes:
Será en estos casos cuando se recomienda ayuda profesional por parte de un psicólogo. Superar el duelo no significa olvidar a la persona, sino seguir con tu vida con su recuerdo presente.