Es el objetivo primordial en todo el mundo: conseguir una vacuna eficaz y segura que permita de una vez por todas hacer frente al coronavirus, aplacarlo y devolvernos la vida de antes. Científicos de todo el planeta se afanan a ello en una carrera que, poco a poco, sueña con ir acercándose a la meta. Las pruebas con voluntarios han comenzado ya en varias vacunas y las previsiones más optimistas, que llegan desde EEUU, apuntan a que para noviembre podría estar lista. Noviembre, justo cuando son las elecciones en el país.
El Gobierno ha entregado ya 1.000 millones a la farmacéutica Moderna, que acaba de comenzar la fase 3 de su vacuna. “Es un día histórico”, aseguraba el vicepresidente Mike Pence al dar el pistoletazo de salida.
El siempre cauto doctor Fauci, epidemiólogo de la Casa Blanca, confía en que si es eficaz y segura las primeras dosis de la vacuna estén en apenas tres meses.
Por su parte, también la candidata de la americana Pfizer y de la alemana BioNTech han comenzado hoy la última fase. En caso de éxito prometen tener cien millones de dosis a finales de año.
En paralelo, la Universidad de Oxford prueba su vacuna a gran escala desde hace días en Brasil. Y la farmacéutica china Sinovac hace lo propio en su país desde hace semanas.
Esta carrera, comparable en empeño, dedicación e incluso acusaciones de espionaje a la carrera espacial, se acelera. Está siendo clave la globalización; la cooperación en tiempo real de la comunidad científica.
De llegar a la meta se certificará el paso más importante dado contra un virus, el SARS-CoV-2, y una enfermedad, la COVID-19, que hasta ahora, sin ceder un ápice, han dejado ya más de 16,3 millones de casos y más de 650.000 muertes en todo el mundo, según cifras de la Organización Mundial de la Salud.