La hipertensión pulmonar consiste en un aumento de la presión en las arterias de los pulmones, y puede resultar muy peligrosa. Una de sus implicaciones es que los vasos sanguinos que transportan la sangre del corazón a los pulmones se estrecharán y endurecerán, lo que se traduce en un mayor esfuerzo del corazón para bombear sangre a todo nuestro organismo. La detección previa es básica: toma nota de qué síntomas alertan de la hipertensión pulmonar.
Conocer los síntomas de la hipertensión pulmonar es clave para evitar posibles enfermedades asociadas que pueden poner en riesgo tu vida. Es importante saber que esta tensión elevada puede afectar a personas de cualquier edad y sexo -si bien es algo más frecuente en mujeres-; también que, con un diagnóstico temprano, es posible curarla. Por eso es tan importante permanecer atentos a determinadas señales y acudir a un profesional cuanto antes en caso de que acumulemos ciertos síntomas.
Tal y como recuerda la Fundación Española del Corazón, la hipertensión pulmonar consiste en la elevación de la presión sanguínea en el circuito arterial y venoso pulmonar. Esto provoca una dificultad para la función del ventrículo derecho, que no puede vaciarse con facilidad. De no tratarse, la hipertensión arterial pulmonar puede tener efectos fatales. La mortalidad de esta enfermedad en su curso natural es muy alta y puede producirse en poco tiempo.
El objetivo de una detección temprana es intentar revertir esta tendencia, alargando así no solo tu salud, sino tu calidad de vida, reduciendo potencialmente tu mortalidad. Existen tratamientos y procedimientos con los que frenar la progresión de la hipertensión e incluso llegar a curarla en algunos casos. También nos encontramos con nuevos fármacos -más potentes y con menos efectos secundarios- que apoyan estos avances.
En cuanto a cuáles son los síntomas de la hipertensión pulmonar, los más frecuentes son la disnea o sensación de falta de aire, la fatiga o la asfixia. La Fundación asegura que, al principio de la enfermedad, estos síntomas aparecen únicamente cuando realizamos un esfuerzo físico. Sin embargo, pasado un tiempo, pueden llegar a manifestarse incluso en reposo: esta es una de las señales de alerta más características.
Además, fíjate en otros síntomas secundarios como la hinchazón de piernas o el aumento del tamaño del hígado y del perímetro del vientre. En determinados momentos puede producirse incluso una pérdida de conocimiento, dolor torácico o cianosis -tono azulado que adquieren uñas y labios por disminución del oxígeno en la sangre, cuando la cantidad de sangre que atraviesa la barrera pulmonar para regar el cuerpo es extremadamente baja-.
La hipertensión pulmonar puede tener su origen en enfermedades cardiacas o pulmonares. Menos frecuente es que afecte solo al circuito arterial. En cuanto a su prevalencia, la Sociedad Madrileña de Neumología y Cirugía Torácica (Neumomadrid) asegura que esta enfermedad afecta a entre 15 y 50 individuos por cada millón de personas y, aunque puede darse tanto en hombres como en mujeres, es más frecuente en ellas.
Si quieres prevenir la hipertensión pulmonar, evita los factores de riesgo cardiovascular tradicionales: hipertensión, diabetes, niveles elevados de colesterol, obesidad, sedentarismo y tabaquismo.