Canciones azules y verdes, así se refirió Billie Ellish hace unos meses a algunos de sus temazos. Como muchos ya saben, la artista ha hablado numerosas veces de su particular capacidad perceptiva, la sinestesia, en la que un sentido se desplaza a otro para componer una sensación ‘coloreada’. Para Ellish, su tema ‘Bury a Friend’ se siente negro, marrón, todo lo que desprende oscuridad, mientras que ‘Xanny’ se asemeja más bien a la forma del humo, mucho más acariciadora.
Ellish no es la única cantante que ha manifestado tener esta relación visual y sensorial no normativa con su arte. Pharrel Williams, el joven prodigio, se ha referido muchas veces a esta capacidad como algo imprescindible para crear sus canciones y encontrar las emociones que le mueven a ello. Kanye West también vive sus conciertos a través de los colores y necesita que los técnicos acierten con los visuales para sentirse conectado con su música, y Tori amos definió una de sus canciones como una cuerda o filamento de luz lleno de grietas. Billy Joel habla en diversas entrevistas de ritmos fuertes que se trenzan con los naranjas y los dorados.
De todos, quizá el más famoso sea Jimmy Hendrix, que llegó a inventar una notación musical propia basada en colores. La llamó ‘The Purple Haze’, la neblina púrpura. Eso era lo que veía cuando la tocaba, pero ver ni siquiera acierta a describir el proceso neurológico. Es sutil, más complejo.
‘Por favor, caballeros’, dijo el compositor Franz Litz a la orquesta que tocaba una de sus piezas. ‘Denme un poco más de azul’.
La neurociencia también ha aportado diversas teorías para categorizar este hecho sensorial extraordinario y anómalo. En su día, Isaac Newton llegó a inventar un teclado musical que proyectaba diferentes colores según la nota que se tocara, y con ello, es posible que estuviera inventando el embrión de la sinestesia, la relación entre el sonido y el color. En realidad, fue Francis Galton, el primo de Darwin, el primero en hablar de ella con categorías. La sinestesia auditivo-visual, y la grafema-color. Una categorización que ya en el siglo XX dividió a la ciencia, entre las teorías que la calificaban como una involución de la especie y otros que la atribuían, al modo freudiano, a los recuerdos de la niñez. Diversos experimentos con formas, colores y números han demostrado que ni siquiera estas formalidades teóricas rígidas han acertado con la definición de sinestesia.
Hay pruebas sencillas que demuestran que todos somos un poco sinestésicos. Una, por ejemplo, tiene que ver con el sonido de las vocales y las formas visuales con que, casi instintivamente, identificamos una figura propuesta. El experimento consiste en utilizar dos palabras inventadas (‘Kiki’ y ‘Bouba’) y dos dibujos. Casi todo el mundo da la misma respuesta, sin que se pueda decir que es correcta o incorrecta. ‘Kiki’ es la figura con picos, mientras que ‘bouba’ es la que tiene las formas redondeadas y ovaladas. Es como si el sonido de la pronunciación entrara a través de nuestro oído con la forma que lo describe.
Los verdaderos sinestésicos están tocados por la gracia (y la desgracia y, a veces, el trauma, al tener una sensibilidad extrema para sus asuntos sensoriales). Pueden ver sonidos, tocar colores, saborear o oler sentimientos. A veces esta relación sensorial es tan compleja que se da simultáneamente con tres sentidos distintos. Algunos experimentan ciertos estados emocionales intensos al tocar diferentes superficies o ver diferentes olores. La pena es rugosa y tiene textura de la madera, la tristeza es blanca y se siente al meter el dedo en agua tibia. El do es azul. El re, verde. El algodón infunde calma y la cera sabe a vergüenza.
La sinestesia no es ningún trastorno neurológico ni una enfermedad grave. Tampoco constituye nada nuevo en el proceso creativo de l_s escritor_s, pintor_s y músic_s. A lo largo de la historia, muchos artistas se han referido a esta capacidad sensorial anómala para describir la forma en que seguían un proceso creativo intuitivo para dar con lo que buscaban. Se calcula que uno de cada seis artistas es sinestésico, un don que no es constitutivo de un perfil creativo puro pero que, sin duda, ayuda mucho a alcanzar cierta complejidad expresiva.
Por ejemplo, es una técnica literaria muy poderosa que se utiliza para dar densidad a las metáforas y transformar un texto que utiliza los sentidos de forma normativa en un territorio de lo poético. Uno de los escritores sinestésicos más famosos fue Nabokov, que en muchos de los fragmentos de sus libros despliega una brutal capacidad perceptiva, muy lejos de la tímida descripción literaria de toda la vida. Aquí, lo connotativo, el desplazamiento sensorial de los sentidos y el intercambio, se adueña del lector y le embriaga, como al personaje de Ganin, de su libro 'Mashenka'.
‘Allí, en el porche con seis columnas de la cerrada mansión de un desconocido, Ganin era saludado por una fría fragancia, por una mezcla de perfume y de húmeda estameña, y aquel beso de la lluvia otoñal era tan largo y profundo que, después, grandes manchas luminosas nadaban ante sus ojos, y el rumoroso sonido de la lluvia contra las anchas ramas y las infinitas hojas parecía adquirir renovadas fuerzas. una húmeda y fuerte presión de aire envolvía a los enamorados. […] Mashenka, ahora sentada en la deslucida balaustrada, le acariciaba las sienes con la fría palma de su mano pequeña, y él podía percibir en la oscuridad la vaga línea del empapado lazo que la muchacha llevaba en el pelo, y el sonriente resplandor de sus ojos’.