La Navidad ya ha llegado y con ella las luces en las ciudades, las tiendas abarrotadas (pese a la pandemia), las mascarillas con estampados festivos y, en muchos hogares, el momento de enfrentarse a la primera Nochebuena y Nochevieja sin familiares que han fallecido a causa del coronavirus.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2019 fallecieron 417.703 personas en España. En 2020 la tasa de defunciones se ha elevado a 462.553, siendo el año más con más muertes tanto en la historia de la generación millennial como en la de nuestros padres. La responsable de estas preocupantes cifras es la enfermedad causada por el COVID-19, que ha quitado la vida a cerca de 50.000 personas (según datos del 24 de diciembre).
Abuelos, padres, tíos, hermanos, primos e hijos. Desgraciadamente nadie está libre del riesgo de contraer el virus, ni siquiera los jóvenes, y presentar complicaciones graves. Por eso, durante meses los expertos sanitarios nos han pedido prudencia y ahora que llegan las fiestas navideñas, todavía más. “Es mejor dejar la silla vacía un año que hacerlo para siempre”, declaraba Ximo Puig, presidente de la Generalitat Valenciana, haciendo referencia a las reuniones familiares en fechas Navideñas.
Y mientras algunos se debaten entre ir a casa de sus padres o no por miedo a las restricciones de movilidad, otras familias solo tienen una preocupación ahora mismo: lidiar con el síndrome de la silla vacía.
El síndrome de la silla vacía es lo que experimentamos cuando tenemos que afrontar la pérdida de un ser querido en una fecha importante, sobre todo en Navidades, un momento del año en el que se da especial valor al vínculo familiar y en el que todo parece recordarnos a esa persona que ya no está.
A mayores, Nochevieja es una fecha en la que nos gusta reevaluar el año, recordando todo lo que hemos aprendido e inevitablemente lo que hemos perdido. Este proceso se llama reminiscencia y tiene una función muy importante, dar sentido a nuestras experiencias, integrar lo vivido en nuestra memoria y afrontar un año que no ha sido precisamente fácil. Sin embargo, el 31 de diciembre puede ser especialmente duro para las familias en las que ha fallecido algún miembro.
En consecuencia, el síndrome de la silla vacía puede provocar sentimientos de tristeza, culpabilidad, enfado o aislamiento, especialmente en 2020, el año protagonizado por el coronavirus.
Pero ojo, porque el síndrome de la silla vacía puede producirse sin que haya fallecido ningún miembro de la familia. En situaciones de confinamiento porque un abuelo, hijo o hermano no puede viajar, también es habitual que se de este cúmulo de emociones tan desagradables, y es lo que se espera que suceda en muchos hogares españoles este año.
Tras meses de cuarentena, incertidumbre y vaivenes en las medidas políticas sobre el coronavirus, llega el momento de hacer frente a la Navidad en un año completamente diferente a los anteriores.
Martina tiene 21 años y es estudiante de Ingeniería Química en Valencia, lugar de residencia de su familia. Pasó el confinamiento de marzo a junio con sus padres, y poco a poco todos fueron volviendo a la normalidad. Desgraciadamente, su tío falleció en septiembre a causa del coronavirus y es ahora cuando la pérdida está afectando a la joven. “Como vivo con mis padres y he estado yendo a clase, tampoco había sido consciente. Ahora pienso en la cena de Nochebuena sin mi tío haciendo el tonto y me pongo a llorar”, relata. “Me gustaría haberle dicho lo mucho que le quería y también me siento un poco culpable por no haber valorado a mi familia más”.
“Pasar las Navidades sin mi abuelo será horrible”, confiesa Leo, un joven burgalés de 25 años. “Cuando muere alguien mayor parece que no puedes ponerte muy triste porque era esperable, pero es una mierda igualmente. No pudimos acompañarle en sus últimos momentos porque estaba prohibido viajar y hacerle visitas. No pudimos juntarnos en el funeral tampoco. No pudimos llorar su muerte, y ahora estamos pasándolo fatal”.
En el caso de Candela, enfermera de 24 años que se mudó a Inglaterra el año pasado para trabajar, el síndrome de la silla vacía no va de la mano de ningún fallecimiento. “Este año voy a estar totalmente sola. No puedo viajar a España y la gente que conozco aquí estará con su familia, así que no es plan de acoplarme encima ahora que hay una segunda cepa del coronavirus en el país”, comparte con Yasss. “Haremos videollamada, pero me siento muy mal. Intento pensar que son días como otro cualquiera, pero para mí la Navidad es muy importante. Echo de menos a mi familia y me estoy planteando hasta dejar el trabajo y volver a España cuando pueda”, confiesa.
Pese a que estas Navidades van a ser muy duras psicológicamente hablando, apenas se está ofreciendo apoyo a las personas que han perdido a un familiar. No hay campañas que nos enseñen a afrontar el síndrome de la silla vacía, como si el duelo psicológico por la muerte de un ser querido fuese un tabú que ocultar y minimizar.
Cuidar de nuestra salud mental debe ser primordial en estas fechas, y algunas recomendaciones para hacerlo son: