Todos conocemos el cuento de Peter Pan, un niño que decidió dejar de crecer a los 10 años para correr aventuras, fantasear despierto y construir un mundo gobernado por los más pequeños en el que no hay cabida para las aburridas obligaciones de los adultos. Suena tierno, pero el cuento pierde gracia cuando nos topamos con alguien así en la vida real.
Y como Harry encontró a Sally, Peter encontró a Wendy, la heroína de la historia, una adolescente de unos 13 años de edad que se convierte en la ‘madre adoptiva’ de todos esos niños perdidos que habitan el reino de Nunca Jamás. Pero, ¿sucede esto en la vida real? Salvando las distancias con el cuento infantil, sí, dando lugar a lo que se conoce como el síndrome de Peter Pan y de Wendy.
El síndrome de Peter Pan es un término que se utiliza para describir a aquellas personas que adoptan la inmadurez como un rasgo central de su personalidad.
¡Ojo! Todos somos inmaduros en algún aspecto de nuestra vida y no pasa nada por ello, al fin y al cabo, las experiencias y la edad nos hacen evolucionar como persona. El problema surge cuando idealizamos esa inmadurez y nos aferramos a ella, convirtiendo a quienes nos rodean en cuidadores.
Algunos rasgos característicos de una persona con el síndrome de Peter Pan son:
En la otra cara de la moneda tenemos a esas personas que desarrollan una reciprocidad emocional desequilibrada. En otras palabras, dan más de lo que reciben.
Las personas con el síndrome de Wendy viven para complacer a los demás, a menudo desatendiendo sus propias necesidades psicológicas. Y el problema es que lo que les motiva no es un auténtico sentimiento altruista, sino una necesidad de agradar, de proteger al prójimo y de anteponer los deseos, sentimientos y necesidades de los demás a los suyos propios.
Pero, ¿cómo saber si alguien tiene el síndrome de Wendy?
Si de por sí ambos tipos de personalidad son bastante disfuncionales, cuando en una pareja una de las partes es como Peter Pan y la otra como Wendy el resultado puede ser fatal.
Cualquier pareja va a atravesar momentos en los que uno adoptará el rol de cuidador y otro el de persona cuidada, pero esto debe ser eventual. Es decir, ambos roles deben ser intercambiables. Uno necesitará apoyo en un momento, pero actuará de forma más madura y responsable en otro.
El problema surge cuando de forma estricta, los miembros de la pareja asumen un papel totalmente inamovible. Uno es el que siempre actúa de forma inmadura, el que es espontáneo e impredecible, el que habla sin pensar y a veces hiere los sentimientos del otro, el que no se preocupa del mañana. Otro es el que enmienda los errores de la pareja, el que le consuela 24/7, el que se responsabiliza de que la relación fluya. Y con el tiempo, esta dinámica puede resultar agotadora y provocar fuertes secuelas no solo en la pareja, sino en ambas personas por separado.
Peter Pan debe asumir que no se puede vivir eternamente sin responsabilidades y que cualquier relación, ya sea de pareja, amistosa o laboral, exige cierto grado de compromiso. Ese compromiso no es algo que evitar, no es algo que nos ancle, no es una rutina agotadora; es una parte de la vida de la que podemos aprender.
Por otro lado, Wendy tiene que aprender a soltar la cuerda. No es ni la psicóloga, ni la criada, ni la secretaria de su pareja. Es el momento de empezar a decir ‘no’ y de dejar de asumir responsabilidades que no son suyas, confiando en los demás y entendiendo que no es cosa suya evitar que otros cometan errores.