¿Alguna vez has pensado que lo bueno que te pasa se debe a la buena suerte? Sobresalientes en la universidad, un trabajo que te apasiona, un grupo de amigos a los que adoras y una pareja con la que te complementas a la perfección. Aun así, dentro de tu cabeza una voz te dice que no te mereces lo que te sucede, que en realidad es todo un regalo que en cualquier momento se esfumara. Esa voz tiene nombre, síndrome del impostor.
El síndrome del impostor fue descrito por Valerie Young, doctorada en educación y justicia social. Con intención de conocer y eliminar las barreras que sufren las mujeres a la hora de conseguir logros y ser asertivas, empezó a interesarse en lo que ahora se conoce como ‘síndrome del impostor’. Pero, ¿qué significa en realidad?
Se trata de un fenómeno psicológico que provoca que personas exitosas, inteligentes, cualificadas o competentes se autoconvenzan de que no son suficientemente buenas. En otras palabras, te sientes como un fraude o un impostor en la universidad, en el trabajo, con tus amigos, en la vida de pareja o en cualquier otro aspecto de tu día a día.
Acabas aceptando que tus logros son por suerte o gracias a otras personas, es decir, los asocias a factores externos cuando en realidad se deben a factores internos como tu inteligencia, tu esfuerzo o tu capacidad.
Por desgracia, se trata de una situación muy común. Según Valerie Young, afecta a 7 de cada 10 personas en algún momento de su vida. Una de ellas es Adriana, que ha compartido su testimonio para visibilizar la importancia del síndrome del impostor.
La joven de 25 años trabaja como médico interno residente en Madrid, y pese a haberse esforzado durante años para conseguir ese puesto, no puede evitar sentirse fuera de lugar. “Cuando saqué la plaza el año pasado no me lo terminé de creer. Estudié durante dos años para poder dedicarme a la especialidad que yo quería, pediatría, y además en Madrid, mi ciudad”, recuerda. “Me parecía todo demasiado bueno. Pensaba que era suerte y desde entonces arrastro la sensación de que no soy suficiente y que no me merezco lo que me pasa”.
“Es muy frustrante que todos te digan que eres buena, pero ser incapaz de verlo. Incluso me he topado con compañeros que piensan que es falsa modestia o que estoy mintiendo para dar pena, y eso todavía empeora como me siento”, confiesa la joven madrileña. “A mí me encantaría sentirme lista y creer a mis amigos o a mis compañeros del trabajo cuando me dicen cosas bonitas, pero cuesta”.
A raíz de sus inseguridades, Adriana decidió pedir ayuda profesional. “Le conté lo que me pasaba a una compañera del hospital que es psicóloga y me dijo que leyese sobre el síndrome del impostor, y sobre todo que pidiese ayuda si no era capaz de manejarlo por mi cuenta”, relata. “Empecé a leer sobre el tema y me sentí muy identificada, pero también me di cuenta de que sola no podía solucionarlo.”
Para muchos, el síndrome del impostor no es tan grave como para pedir ayuda profesional. Sin embargo, la terapia puede enseñarnos herramientas muy útiles para evitar que las inseguridades desemboquen en algo más serio.
“Al principio me daba palo ir al psicólogo porque no sentía que tuviese algo grave como ansiedad o depresión, pero mis padres y mis amigos me animaron a hacerlo”, comparte Adriana. “Ahora mismo sigo yendo dos veces al mes y cada vez estoy mejor”.
A la hora de pedir ayuda profesional o de leer sobre el síndrome del impostor, debemos tener claro que no es un trastorno psicológico, pero eso no significa que sea menos grave. Si experimentas mucho malestar y tu vida laboral, social y personal están deteriorándose a raíz de las inseguridades, pide ayuda de inmediato.
Según Valerie Young, el síndrome del impostor puede deberse a cuatro causas: