Más de un año después de que el coronavirus se identificase por primera vez en la provincia de Wuhan, la infección todavía sigue siendo una incógnita para los especialistas de la salud. Con una vacuna casi al alcance de nuestras manos, hay una pregunta que sigue en el aire: ¿Por qué algunas personas siguen presentando síntomas cuando ya no queda rastro del SARS-CoV-2 en su organismo?
Según la universidad australiana de Bond, el 80% de los pacientes infectados por el coronavirus desarrollan sintomatología durante las dos primeras semanas, pudiendo propagar la enfermedad a otras personas. Tras ese periodo de tiempo, su sistema inmune logra eliminar cualquier atisbo de la infección, al menos a nivel viral. En otras palabras, es posible dar negativo en un test de PCR o de anticuerpos, pero seguir sintiéndote cansado, dolorido o incluso no recuperar el gusto ni el olfato.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades han puesto nombre a este fenómeno: síndrome postcovid o del coronavirus prolongado. Se trata de una fase clínica de la enfermedad que se produce un mes después de la infección y puede extenderse durante un periodo de tiempo incierto.
Según el King’s College de Londres, el 13,3% de los pacientes con coronavirus seguían presentando síntomas un mes después, el 4,5% dos meses después, y el 2,3% tres meses después. Todos ellos experimentan lo que los médicos han denominado como long covid o coronavirus prolongado.
Los síntomas más habituales son cansancio, dolor articular y muscular, sensación de ahogo, tos crónica, problemas para recuperar el olor y el olfato o incluso percepciones cambiadas. En casos más graves también se pueden dar pérdidas de memoria, migrañas que impiden llevar una vida normal, palpitaciones, pérdida de pelo y desorientación.
Este es el caso de Adrián, un joven de 25 años que pasó el coronavirus en agosto, pero que sigue presentando sintomatología característica de la enfermedad. “Todavía sigo sin oler nada y los sabores los tengo cambiados”, afirma. “El chorizo que siempre me ha encantado ahora me sabe rancio, y el jamón directamente es como no comer nada. Imagínate el bajón en Navidad sin disfrutar del embutido”.
A los cambios en la percepción del sabor le siguen unos molestos dolores de cabeza que le obligan a pasarse todo el día en la cama. “No me dan todos los días, igual una vez a la semana o dos como mucho, pero cuando me vienen me tengo que meter en la cama, bajar la persiana y apagar las luces. El ruido y la luz me dan ganas de vomitar y me pongo malísimo. De todos los síntomas, es el peor”.
“El médico se ha desentendido”, confiesa. “En agosto me dijo que me iría llamando para hacer seguimiento, pero nada. Llamé yo para contarle que seguía mal y me dijo que paciencia. Y aquí sigo esperando”.
Inicialmente se ha relacionado el síndrome del coronavirus prolongado con un el síndrome de fatiga crónica, una afección que experimentan muchos pacientes que han atravesado una infección viral recientemente. Se caracteriza también por cansancio, dolor muscular y un fuerte impacto psicológico que puede confundirse con depresión. Sin embargo, el síndrome de fatiga crónica es una incógnita para la medicina. No se sabe muy bien por qué surge, y en consecuencia muchos pacientes que acuden al médico aquejados de este tipo de molestias no obtienen respuesta o son derivados al psicólogo y psiquiatra.
En aras de entender mejor los síntomas crónicos provocados por el SARS-CoV-2, los expertos han estudiado el papel de las citoquinas.
Las citoquinas son proteínas que cumplen diferentes funciones:
Aunque estas proteínas son beneficiosas, el SARS-CoV-2 puede provocar una oleada de citoquinas que a largo plazo afectarían al sistema inmune, activando virus que estaban latentes en el cuerpo y provocando cambios celulares. Este podría ser el origen del síndrome del coronavirus prolongado, pero son solo hipótesis que aún no han sido contrastadas.
Lo primero que debes hacer es ponerte en contacto con tu médico. Aunque el 20% de los pacientes con coronavirus experimentan un trastorno mental durante los tres meses siguientes a la infección, es fundamental descartar causas orgánicas.
El cansancio o el dolor de cabeza pueden relacionarse con un problema psicológico como ansiedad o depresión, pero también se asocian a causas físicas. Por eso lo ideal es ponerte en manos de un médico para identificar cualquier complicación.
Una vez el médico haya estudiado a fondo tu situación, lo ideal es encontrar un equilibrio entre seguir con tu vida normal y descansar cuando tu cuerpo te lo pida.