Los riesgos de la sobreprotección entre hermanos: “No quiero que le hagan daño, por eso estoy tan encima siempre”
La relación entre hermanos puede ser muy estrecha, y es habitual que surja un instinto de protección
¿Cómo saber si la protección se ha convertido en sobreprotección? Te explicamos las diferentes señales de alarma
Una psicóloga analiza el caso de Esther y Marta, dos hermanas marcadas por una relación de sobreprotección que ha tenido consecuencias
Si tienes un hermano o hermana ya sabrás lo especial que puede ser el vínculo que se llega a formar. Probablemente es la persona con la que más te has peleado, pero pondrías la mano en el fuego por él o ella y tienes claro que siempre que te necesite tú estarás ahí.
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Con un hermano puedes ser tal y como eres, sin disfraces ni convenciones sociales. Conoce tus defectos mejor que nadie y sabes que te quiere no a pesar de ellos, sino por ellos. No sólo no te da vergüenza tirarte un eructo delante de él o ella, sino que de pequeño -y no tan pequeño– lo hacías a propósito. En otras palabras, hace tiempo que cruzasteis los límites de la intimidad y ahora, como dice el refrán, la confianza da asco.
Además de las bromas escatológicas, en la relación entre hermanos hay cabida para las confidencias, las risas, las lágrimas y algo muy importante: la alianza en el hogar. Y no es que os volváis en contra de vuestros padres como si de un campo de batalla se tratase, sino que juntos entendéis todo eso que los adultos a veces pasan por alto y os proporcionáis apoyo mutuo.
Al fin y al cabo ambos habéis vivido experiencias muy parecidas que nadie más puede entender. Por muy detalladamente que expliques a tus amigos una discusión con tus padres, no la entenderán igual que un hermano que también ha estado sujeto al mismo tipo de educación y crianza.
Más que amigos, más que familia, los hermanos son un pilar fundamental en nuestro desarrollo, pero también pueden darnos más de un quebradero de cabeza.
La sobreprotección fraternal
Todos los hermanos sienten un instinto de protección natural, sobre todo cuando son los mayores de la casa. Se trata de una reacción psicológica natural y saludable. El problema aparece cuando la protección se vuelve tan intensa que repercute negativamente en la autonomía de nuestro hermano y en la salud mental de la persona, convirtiéndose en sobreprotección.
Identificar la sobreprotección no es fácil, ya que muchas veces nos aferramos a la creencia de que estamos haciendo lo mejor para nuestro hermano. Sin embargo, cuando sobreproteges a tu hermano o hermana:
- Asumes que sabes más que él o ella.
- No le das espacio para cometer errores de los que aprender, ya que los anticipas y magnificas, y tampoco para tener éxito.
- El hermano sobreprotegido se siente indefenso o incapaz, desarrollando con el tiempo una autoestima baja y poco estable.
- Sufres una carga mental que no te corresponde, ya que no eres su padre ni su madre, deteriorándose en consecuencia la relación fraternal.
- Es más fácil caer en dinámicas tóxicas como el chantaje emocional para que te haga caso o las mentiras para que no controles su vida.
“He desarrollado como un instinto de madre que no me correspondía”
Estas características están muy presentes entre Esther y Marta, dos hermanas de 28 y 23 años respectivamente con una relación marcada por la sobreprotección.
Las consecuencias de la sobreprotección
“Somos muy amigas entre nosotras, pero a veces mi hermana me agobia un poco”, confiesa Marta. “De pequeña yo lo pasé mal porque tuve ansiedad en el colegio y me sentí sola, y yo creo que Esther se obsesionó con que me sintiera siempre apoyada por ella. Lo valoro mucho y sé que me quiere, pero también he vivido momentos que habría necesitado estar yo sola para enfrentarme a ciertas cosas sin ella”.
Esther, que es consciente de esta situación, no puede evitar proteger a su hermana “a su manera”, tal y como ella explica. “Yo sé que me paso, pero no quiero que le hagan daño, por eso estoy tan encima siempre”, se defiende. “Además mis padres muchas veces recurren a mí. Si mi hermana está mal en vez de hablar con ella, me llaman a mí para que sea yo la que le saque el problema. Esto ha pasado siempre, y yo creo que he desarrollado como un instinto de madre que no me correspondía”, reflexiona la hermana mayor.
¿Por qué surge la necesidad de sobreprotección?
El testimonio de Esther y Marta es un claro ejemplo de cómo se puede originar la necesidad de sobreprotección filial, y es que hay dos factores que juegan un impacto muy importante: las malas experiencias y la reacción de los padres respecto a la sobreprotección.
Cuando un hermano ha atravesado un mal momento, por ejemplo, un problema de salud mental, una enfermedad física, una situación de bullying o una relación de maltrato, es habitual que el otro hermano se sienta culpable por no haber hecho nada para evitarlo. Si esta culpabilidad no se gestiona bien, es frecuente que derive en una sobreprotección para evitar nuevas malas experiencias.
Por otro lado, los padres pueden reaccionar de tres formas ante la sobreprotección: castigándola, premiándola o reduciendo su impacto.
Si tus padres te castigan, te echan la bronca o te hacen sentir mal cada vez que cuidas de tu hermano, es posible que la relación se deteriore y que tu autoestima se resienta. En cambio, si delegan en ti para que sigas ejerciendo el rol de cuidador principal en vez de asumirlo ellos, la sobreprotección irá a más afectando a la salud mental de ambos hermanos.
En la cara positiva de la crianza, si te explican que actuando de forma sobreprotectora estás afectando a la autonomía de tu hermano y te inducen a tener confianza en él, la relación fraternal se verá muy fortalecida y ambos hermanos desarrollaréis una autoestima sólida.