Cualquier persona que haya salido de una relación tóxica conoce de primera mano las secuelas psicológicas que provoca. Poco a poco, este tipo de noviazgos tan intensos y dañinos acaban minando nuestra autoestima y alterando la forma que tenemos de entender el amor.
Si tu anterior relación fue disfuncional y recientemente has comenzado a salir con otra persona, es posible que en algún momento te hayas descubierto a ti mismo repitiendo esas conductas que tanto daño te hicieron en su momento. Cuando durante años tu única visión del amor es una relación plagada de celos, dependencia, chantaje emocional y faltas de respeto, acabas creyendo que eso es lo normal.
Uno no se deconstruye de la noche a la mañana o, en otras palabras, es imposible modificar por completo nuestra forma de entender las relaciones en un par de meses. Hace falta tiempo y esfuerzo, e incluso ayuda profesional de un psicólogo cuando por tu cuenta te resulta imposible gestionar la situación.
Las consecuencias psicológicas de una relación tóxica pueden aparecer a corto y largo plazo. Es decir, inmediatamente tras la ruptura, e incluso meses o años después cuando creías que todas las heridas habían cicatrizado.
Conocer estas secuelas es necesario para que no te pillen por sorpresa. Algunas de las más habituales son:
En el caso de Gemma, una joven de 26 años, las secuelas de su anterior relación tóxica aparecieron cuando conoció a su actual pareja. “Cuando sales de una relación tóxica no hay nadie que te diga las cosas que estaban mal o que no tenías que haber aguantado. Las acabas interiorizando hasta el punto de creértelas, y luego vomitas toda esa toxicidad en quienes te rodean”, reflexiona.
“Pensaba que los celos y la dependencia eran algo normal. Si mi novio quedaba con sus amigos y no estaba pendiente del móvil, yo me sentía insegura. Lo mismo que mi ex me hacía a mí, se lo hacía yo a él. Era como si necesitase un recordatorio constante de que me quería”, relata, “porque si no pensaba que estaba enfadado o algo”.
A sus inseguridades se sumó el miedo a la comunicación. “Me comía todas estas rayadas yo sola. Como mucho se las contaba a alguna amiga, pero no le decía nada a mi novio porque me daba miedo que se agobiase”. Finalmente, Gemma estalló. “Tenía tanta ansiedad que estando en un cumpleaños de unos amigos suyos acabé explotando. Me fui al baño a llorar, monté un dramón y le dije todo lo que pensaba. Desde ese día estamos trabajando juntos en superar todo el daño que siento de mi anterior relación, y de haber sabido que mi pareja me iba a entender y apoyar, le habría contado todo esto antes”.
Decir basta no es sencillo. Una relación tóxica puede durar años e incluso estar plagada de constantes rupturas y reconciliaciones intermitentes.
Lo primero que debemos hacer es aprender que no hay personas tóxicas. Lo que sí existen son conductas tóxicas que todos en algún momento podemos realizar. Y cuando estas conductas se convierten en la dinámica habitual en nuestra pareja, amistad o familia, entonces hablamos de relaciones tóxicas. Pero, ¿cómo salimos de ahí?
Pero ojo, no te equivoques, porque una vez se sale de una relación psicológica todavía queda mucho por hacer.
Cuando des el paso, te espera un proceso de deconstrucción muy intenso. Puede durar meses o años, y durante ese periodo de tiempo lo ideal es responder a varias preguntas. ¿Qué he aprendido de esta situación? ¿Qué es lo que no estoy dispuesto a tolerar en el futuro? ¿Cómo puedo mejorar yo para que mi pareja sea feliz? ¿Qué es lo que necesito en una relación? ¿Quiero tener pareja o me da miedo la soledad? Si bien son solo algunos ejemplos, reflejan el objetivo principal: conocernos mejor y aprender a estar solos para que en el futuro nos enamoremos de manera libre y no por necesidad.