Ya se sabe que los efectos colaterales del coronavirus van mucho más allá de la enfermedad. En los casos más graves ya sabemos que la falta de gusto y de olfato y los problemas neurológicos pueden ser secuelas que acompañen a los pacientes. Las personas que han tenido que pasar tiempo en las UCI en muchos casos tiene que aprender a comer, andar e incluso a hablar de nuevo, como le ocurrió a Marc, que lanza un mensaje a sus 34 años. Y hay síntomas extraños, como pies rojos que se hinchan y queman, sarpullidos y vómitos
Pero lo más llamativo es el impacto en los enfermos más leves, que pueden tener fatiga abrumadora, palpitaciones, o dolores musculares, como si les pincharan con alfileres o agujas son secuelas del coronavirus . Alrededor del 10 por ciento de los 3.9 millones de personas que fueron analizadas a través de la aplicación covid Symptom Study tienen efectos que duran más de cuatro semanas.
La fatiga crónica, clasificada como fatiga que dura más de seis semanas, se reconoce en muchos entornos clínicos diferentes, desde el tratamiento del cáncer hasta la artritis inflamatoria. Puede resultar incapacitante. Pues bien, un 1 por ciento de las 290.000 personas que han tenido COVID-19 en el Reino Unido va a tener secuelas que les puede impedir seguir con su actividad a corto y medio plazo y que va a necesitar de asistencia sanitaria. La fatiga post-viral también se observó en una cuarta parte de las personas infectadas con el virus Sars original en Hong Kong en 2003.
Las personas con COVID-19 han tenido algo más que una infección viral pues a esto hay que acompañarle restricción de movimiento y un momento de gran ansiedad y riesgos difíciles de cuantificar, todo acompañado de noticias continuas de 24 horas. Que también impactan. Algunos pacientes han estado muy enfermos en casa y se creían cercanos a la muerte. Por esta razón, también se examinan los casos que podrían estar provocando estrés postraumático.