El bullying es una realidad en nuestro país. Anualmente, el Cuerpo Nacional de Policía registra alrededor de mil denuncias por acoso escolar en España. A esta cifra se suman todos aquellos casos que nunca llegan a las autoridades. ¿La razón? Miedo a que el bullying se vuelva más intenso, adultos que etiquetan el acoso como ‘cosas de críos’ o falta de sensibilización sobre esta problemática social.
A corto plazo, el bullying puede provocar problemas de ansiedad, depresión y estrés agudo en quien lo recibe. El primer paso en estos casos es salvaguardar la seguridad del menor. Desgraciadamente muchos profesores y padres hacen la vista gorda creyendo que las agresiones emocionales o físicas cesarán. Esto no suele suceder. En consecuencia, el acoso se puede cronificar durante años, provocando secuelas psicológicas que se prolongarán hasta la edad adulta.
En la infancia, el bullying puede provocar reacciones psicológicas diferentes dependiendo de si el acoso es físico o emocional, si los adultos reaccionan adecuadamente, si es mantenido en el tiempo o esporádico, si hay un grupo de amigos o aislamiento…
Como vemos, son muchas variables las que intervienen, pero las consecuencias suelen pertenecer a la siguiente lista:
Con el tiempo, el bullying desaparece, pero las consecuencias del acoso siguen manifestándose. Según Fuensanta Cerezo, psicóloga y experta en violencia escolar, el 28% de los adultos que han sido víctimas de bullying, experimentan dificultades y secuelas en su vida adulta.
Judit tiene 26 años, trabaja en una clínica veterinaria y su vida social es totalmente plena. Sin embargo, sigue experimentando las consecuencias del acoso que recibió en el instituto.
“En primero de la ESO empecé a recibir bullying. Me decían que no me duchaba, que era una guarra, que olía mal y que daba asco. Mi familia no tenía mucho dinero y se burlaban de mí por ello”, recuerda. “Contaban cosas sobre mí y si alguien intentaba ser mi amigo o apoyarme, le alejaban. Pasé mi adolescencia sintiéndome sola, y todavía sufro las consecuencias del bullying que sufrí en el instituto”.
Insultos, vejaciones, rumores y aislamiento. Así fue la etapa más difícil de la vida de Judit. Después comenzó la universidad y todo cambió. “Me di cuenta de que podía ser feliz, pero me costó mucho superar lo que había pasado. Todavía me cuesta”.
“Me obsesioné con la higiene. Me duchaba varias veces al día porque me habían metido en la cabeza la idea de que daba asco. También era muy insegura. Si alguien ponía una mala cara, aunque no tuviese nada que ver conmigo, pensaba que era por mí”. Además de las dificultades en el plano interpersonal, Judit experimentó secuelas que requirieron tratamiento psicológico. “Todo iba bien por fin, pero la ansiedad me estaba matando. Pesadillas, ataques de pánico, miedo a conocer gente… Así pasé muchísimo tiempo hasta que con 24 años me pude permitir ir al psicólogo”.
El acoso, independientemente de si es físico o psicológico, puede provocar síntomas de estrés postraumático en las víctimas incluso años después:
Gestionar el bullying no es solo responsabilidad de la víctima. Todos, como sociedad, debemos trabajar para que la escuela sea un entorno seguro y condenar el acoso en cualquiera de sus formas.
Si eres menor y estás sufriendo bullying o conoces a alguien que esté pasando por esta desagradable situación, ponte en contacto con un adulto. Habla con tus padres o con tu tutor. Otra opción es llamar al teléfono contra el acoso escolar del Ministerio de Educación (900 018 018). Está operativo las 24 horas del día y es gratuito y confidencial.
Si eres adulto y estás experimentando las secuelas del acoso que sufriste en la infancia o adolescencia, no minimices tu sufrimiento. Intenta no dejarlo pasar, lo mejor es ponerle solución cuanto antes para evitar que las secuelas se cronifiquen todavía más. Habla con tu pareja, con algún amigo cercano o con tus padres. Desahogarte es sano.
Y, por supuesto, busca asesoramiento psicológico. Da igual si ya has recibido terapia o si es la primera vez que te pones en manos de un profesional. El tratamiento psicológico puede ayudarte a entender las secuelas del bullying y a desarrollar estrategias para gestionarlo.