El coronavirus SARS-CoV-2 ya circulaba de forma latente y silenciosa por Wuhan desde octubre del pasado año. Desde esa fecha se habría propagado "de manera estocástica y sin mostrar signos epidémicos", según un estudio en el que han participado biólogos de la Universidad de Barcelona (UB).
"En esta fase de latencia, la infección siguió su curso silencioso", explican los investigadores, que forman parte del equipo, Jordi Serra-Cobo y Marc López, de la Facultad de Biología y del Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) de la UB; Roger Frutos, del Centro de Cooperación Internacional en Investigación Agronómica para el Desarrollo (CIRAD, Francia); y Christian A. Devaux, del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS).
La investigación argumenta que, aunque oficialmente el brote de SARS-CoV-2 se presentó de manera imprevisible en el mercado popular de animales salvajes de Wuhan (China) en diciembre de 2019, los estudios filogenéticos indican que el coronavirus circulaba en fase de latencia ya desde octubre en esa ciudad china, de la provincia de Hubei.
Para que una enfermedad infecciosa se disperse, deben cumplirse tres condiciones: el patógeno debe ser capaz de infectar y reproducirse en humanos, debe poder entrar en contacto con personas a través de un reservorio natural, y debe ser propagado a través de un amplio circuito social, según Jordi Serra-Cobo. Todas estas condiciones coincidieron en Wuhan a finales de 2019.
Los investigadores consideran que la aparición de la COVID-19 es el resultado de una excepcional "alineación planetaria", es decir, una coincidencia específica de factores biológicos y sociales que permitieron que surgiera y se expandiera por todo el mundo.
"Lo que desencadenó la epidemia es la aparición simultánea de dos celebraciones importantes en el mismo lugar -la gran fiesta de la familia y el año nuevo chino-, que pusieron en contacto a muchas personas con otros inicialmente infectadas, lo que proporcionó la fase de amplificación necesaria", según los autores, que indican que "otro paso clave fue la movilidad".
"Este fenómeno es especialmente importante en el sureste asiático, lugar donde se han originado las epidemias del SARS y la COVID-19", subraya Serra-Cobo, profesor de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales de la UB y miembro de un proyecto de la UE para la detección rápida del coronavirus a través de nanodispositivos.
El profesor defiende que es fundamental prohibir la tenencia y uso de especies protegidas y ofrecer alternativas para evitar el impacto del mercado negro de fauna salvaje.