Samantha Hudson es muchas cosas: artista multidisciplinar, activista, referente de la comunidad LGTBIQ+ y, para muchos, un icono de la generación zeta. No es para menos, ya que a través de sus ácidas reflexiones, logra plasmar lo que sentimos todos los jóvenes que peleamos con un alquiler desorbitado, un trabajo que nos consume o, en definitiva, una vida precaria.
Saltó a la fama con sólo 15 años gracias a un proyecto que hizo para la asignatura de Cultura Audiovisual que impartían en su instituto. Ella no se conformó con hacer una cover de Ed Sheeran, como el resto de sus compañeros, por eso presentó su primera canción original. Y así fue cómo muchos de nosotros la conocimos, después de que el videoclip de 'Maricón' se viralizase en las redes sociales y llegase a las autoridades religiosas y a los medios de comunicación, como cuenta ella misma en el siguiente vídeo:
Pero la fama de Samantha Hudson no se debe sólo a su talento musical. El cariño que ha generado en los jóvenes españoles se debe en gran parte a sus opiniones sobre aspectos tan complejos como la sexualidad, la precariedad. Ahora, con 21 años, sigue sacando temas repletos de ironía y crítica social, como ‘Burguesa arruinada’.
La última perla de la artista ya se ha viralizado en Twitter, donde miles de personas se han sentido identificadas.
Todo surgió en el programa Gen Playz. En un debate sobre las compras compulsivas, Samantha Hudson aportó una reflexión que ha sido muy aplaudida por muchos: “Yo creo que estamos tan mal en las sociedad que a lo mejor dices estoy superprecaria, trabajando 40 horas, no tengo ni un minuto libre, me carcome el dolor por dentro, estoy como con millones de problemas que no puedo gestionar porque estoy ahogada en el trabajo, no tengo tiempo de nada… Y como no sabes gestionar todas esas cosas dices pues voy a buscarme un problema exterior con una fácil solución para volver a sentir que tengo el control y las riendas de mi vida”, relataba.
Samantha añadió un irónico comentario que, si bien puede interpretarse con humor, también refleja la situación que vivimos muchos jóvenes. “No sé gestionar mi vida ni mis emociones ni que estoy explotada en el trabajo, pero como me hace falta un pimentero eléctrico pues me compro el pimentero eléctrico y ya tengo un problema más solucionado en mi vida. Pero es mentira, porque ese problema nunca ha estado ahí. Es como esta falsa sensación de te genero un problema que nunca has tenido y te vendo la solución para sacar una ventaja económica de él”.
La reflexión de Samantha Hudson refleja un problema de salud mental muy habitual hoy en día. Vivimos en una sociedad en la que la productividad es más importante que la estabilidad psicológica, pero esto no es sostenible a largo plazo. Es imposible autocuidarnos cuando nos levantamos y todavía es de noche, cogemos un metro que tarda una hora para ir al trabajo o la universidad, rendimos lo mejor que podemos hasta las seis de la tarde, hacemos la compra por el camino mientras volvemos a casa, llegamos deprisa y corriendo para hacernos la cena y un túper para el día siguiente, y nos ponemos a ver una serie hasta quedarnos dormidos como si se tratase de un pequeño escape de la precariedad. No hay tiempo para parar, escuchar nuestras necesidades emocionales, y entender que la solución no siempre está en nuestra mano.
“Es mucho más práctico centrarte en cosas que tengan fácil solución y problemas que sean fugaces, que intentar gestionar tus emociones, analizar tus conflictos, intentar trabajar tu interior y esa introspección que es tan necesaria porque no tienes tiempo”, explicaba Samantha. “¿Cómo voy a trabajar mi introspección si tengo que levantarme mañana a las 7 de la mañana para hacerme toda la cafetería, meter todos los bollos en el horno y luego encima tengo que hacer doblete porque ha faltado la del trabajo? Y a la mañana siguiente igual. No te dejan tiempo para pensar”.
Y en este mar de preocupaciones sin apenas tiempo, resulta mucho más sencillo desbloquear el móvil, meternos en Amazon o en Aliexpress y comprar compulsivamente cosas que no necesitamos, pero que nos aportan una sensación de control momentánea. Al día siguiente, el problema sigue ahí y la lista de la compra es más y más grande.
Está claro que la ansiedad y la depresión muchas veces vienen precedidas por una cultura que nos explota al máximo, y ante esta situación nos sentimos impotentes. ¿Cómo vamos a cambiar el sistema?, pensamos. Por eso son tan necesarias las aportaciones de personas que visibilizan la precariedad y despiertan en los jóvenes –y no tan jóvenes– una reflexión.
Hay que denunciar las condiciones laborales precarias de forma pública, pero también legal. Hay que prestar atención a nuestra salud mental. Hay que visibilizar el sufrimiento. Hay que ayudar a quienes están en peores condiciones. Hay que perder el miedo a reconocer que nuestra vida no es como nuestro feed de Instagram. Y eso es lo que está consiguiendo Samantha Hudson y por eso es adorada por todos.