Revictimización y delitos sexuales: el caso de Beatriz tras denunciar que su ex compartió contenido íntimo suyo
Según el Ministerio de Interior, en los últimos años se ha producido un aumento de los delitos contra la libertad sexual pasando de 9.869 en 2015 a 15.338 en 2019
Es habitual que las víctimas de una agresión sexual sufran secuelas y a menudo tiene más peso la forma de reaccionar de la sociedad ante el delito, que el delito en sí
Beatriz sufrió un delito contra la libertad sexual y la reacción de su entorno fue lo que más le afectó: “Al enterarme denuncié, pero pasé mucha vergüenza y tuve que ir a tres comisarias hasta que me hicieron algo de caso”
Sufrir un delito sexual es una experiencia que puede marcarte de por vida, provocando secuelas en la salud mental y física, y un fuerte deterioro en las relaciones sociales, sobre todo en el terreno afectivo-sexual. Sin embargo, lo que determina que aparezcan estas secuelas y la gravedad de las mismas no es el solamente delito sexual en sí, sino la discriminación a la que se enfrentan las víctimas a posteriori.
Vivimos en una sociedad que a menudo culpabiliza a las víctimas de un delito sexual, señalándolas con el dedo y juzgando cada decisión que tomaron antes, durante y después de la agresión. Este fenómeno de discriminación tiene nombre, revictimización.
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¿Qué es la revictimización?
Existe una tendencia creciente en el número de delitos sexuales, tal y como reflejan los datos aportados por el INE (Instituto Nacional de Estadística) y el Ministerio de Interior.
En 2015 la cifra de delitos contra la libertad sexual fue de 9.869, en 2017 de 11.692, en 2019 de 15.338, y en lo que va de 2021 ya hemos superado las cifras registradas durante el primer semestre del año pasado. En otras palabras, algo va mal, y no sabemos identificar ni qué es ni cómo hacerle frente.
Y es que al auge de este tipo de delitos se suma la tendencia a cuestionar a las víctimas, que son en su mayoría mujeres, dando lugar al fenómeno de ‘revictimización’.
La revictimización es definida como la forma de responder del sistema social ante un delito sexual. Es decir, cómo reaccionan la pareja, la familia, los amigos y conocidos de la víctima, la forma de proceder de la policía al tramitar la denuncia, el apoyo proporcionado por los profesionales sanitarios, el proceso judicial y la reacción de los medios. Por ejemplo:
- Que tu pareja se ponga celoso.
- Que tus padres te echen la bronca por volver sola a casa.
- Que tus amigos intenten restarle importancia a lo sucedido cuando el agresor forma parte del grupo.
- Que tus conocidos cuchicheen sobre el tema a tus espaldas.
- Que la policía te diga que no vale la pena denunciar porque no es tan grave.
- Que los médicos te realicen pruebas de forma muy brusca y sin informarte del objetivo.
- Que los abogados o el juez te culpen por haber bebido o te pregunten qué ropa llevabas puesta.
- Que los medios de comunicación compartan fotos tuyas y datos personales mientras protegen la intimidad del agresor.
La revictimización en primera persona: la historia de Beatriz
Beatriz, una joven valenciana de 27 años, sufrió un delito sexual en abril de 2019. Su expareja compartió más de una decena de fotografías y videos sexuales, tanto de Beatriz sola como de ambos, y rápidamente se difundieron entre sus amigos, conocidos y hasta familiares.
“En los vídeos salíamos los dos, pero a quién insultaron fue a mí. Me llamaron puta, me empezaron a llegar WhatsApps preguntando cuánto cobraba, y hasta escribieron a mi padre diciéndole que vigilase a su hija. Fueron los peores meses de mi vida y al final dio igual que denunciase, porque sólo pararon cuando se les pasaron las ganas de joderme la vida”, recuerda.
Pasaron varias semanas hasta que Beatriz se enteró de lo que estaba sucediendo, aunque muchos de sus amigos lo sabían. “Me enteré porque una chica a la que apenas conocía me escribió por Instagram. Imagínate que personas a las que consideras amigas saben que hay fotos y vídeos íntimos tuyos y no te dicen nada. Obviamente perdí muchas amistades”, nos explica.
“Al enterarme denuncié, pero pasé mucha vergüenza y tuve que ir a tres comisarias hasta que me hicieron algo de caso. Tu imagínate una niña a la que le pasa esto, va a la policía y le dicen que no es para tanto, que no haber enviado las fotos o los videos, que qué confiada es. Se hunde, se va a su casa y le jodes la vida”, reflexiona Beatriz. “Luego el proceso judicial es eterno y te expones a preguntas que te hacen replantearte si la culpa puede ser tuya”.
Sus padres le apoyaron incondicionalmente y jamás se sintió juzgada por ellos, pero sí que tuvo que lidiar con los comentarios despectivos de otros familiares y de amigos. “Me dijeron tantas veces que no tenía que haber mandado las fotos, pero esa gente nunca decía que qué cabrón mi ex. Las culpas iban a mí”, y fue precisamente esa culpabilización la que hizo que Beatriz necesitase ayuda psicológica durante más de un año. “Ahora vuelvo a estar más o menos bien, pero reconozco que tengo muchos problemas de autoestima y de confianza por resolver”.
Las secuelas de la revictimización
La revictimización que ha vivido Beatriz no es algo aislado, sino una situación común a la mayoría de víctimas de abusos, violaciones o difusión de vídeos o fotografías de carácter sexual. Por no haber dicho que no demasiado claro, por no haberse defendido durante la agresión, por haberse quedado paralizadas, por no haber denunciado inmediatamente después, por ponerse nerviosas al contarlo públicamente y dar un detalle mínimamente erróneo… Cualquier excusa sirve para restar responsabilidad al agresor.
En consecuencia, las víctimas pueden experimentar secuelas como:
- Estrés postraumático, siendo el síntoma más común la reexperimentación del trauma.
- Abuso de sustancias.
- Pérdida de autoestima.
- Depresión con una fuerte desesperanza.
- Desconfianza en las relaciones sociales, sobre todo en el ámbito sexual y afectivo.
- Disfunciones sexuales.
- Sensación de alarma y miedo constante, posibles fobias y ansiedad generalizada.
- Aislamiento que agrava los síntomas depresivos y los problemas para relacionarse.
- Trastornos del sueño, sobre todo insomnio.
- Alteraciones físicas, como problemas digestivos, dolor de cabeza o molestias difusas en varias partes del cuerpo.
- Mayor riesgo de suicidio.
Por eso es fundamental escuchar a la víctima, respetar sus decisiones tras la agresión y acompañarla durante el proceso legal sin presionarla, sin preguntar cosas que no quiere responder, y sin juzgar su forma de superar el trauma de un delito sexual.