Todos tenemos un amigo que en cuanto rompe con una novia o novio, acaba conociendo a alguien nuevo a los siete días, y si no lo tienes es que eres tú. No hay que avergonzarse por ello, a veces el amor no entiende de timing y aparece cuando menos lo esperamos –o deseamos–. Sin embargo, cuando esta dinámica se repite tras cada ruptura, debemos pararnos a reflexionar sobre por qué nos cuesta tanto estar solteros.
Todos hemos escuchado el refrán de que un clavo saca a otro clavo, pero algunas personas lo aplican a todas sus relaciones. Tras una ruptura de pareja o incluso con un amigo, depositan toda su confianza en alguien nuevo, y como si se tratase de un ciclo sin fin repiten este comportamiento en cada una de sus interacciones sociales.
La dinámica que acabamos de describir tiene nombre: relaciones liana, saltando de una persona a otra sin control. Y si bien es algo que puede sucedernos a cualquiera, en algunos casos puede volverse un patrón repetitivo y peligroso. Pero, ¿por qué sentimos esa necesidad de poner fin a la solería cuanto antes?
Los seres humanos tenemos un gran número de necesidades desde las más básicas como la de alimentarnos o estar seguros, hasta otras más complejas. En este último apartado se encuentra la necesidad de afiliación, que nos impulsa a conocer gente, hacer amigos, buscar pareja, cooperar con los que nos rodean y dejarnos apoyar en momentos difíciles.
En otras palabras, nos gusta relacionarnos, pero no todas las relaciones son iguales. No podemos comparar la afinidad que tenemos con un compañero de la universidad al que vemos tres veces a la semana y con el que sólo intercambiamos un escueto “hola”, con lo que sentimos por un buen amigo, con familiares o con nuestra pareja.
En el caso de la amistad, es muy extraño que una relación larga y estable termine, y si sucede suele ser por el desgaste que provoca la distancia o la sensación de que no tenemos nada en común con quienes antes eran nuestros mejores amigos. Con la familia se pueden producir cambios a lo largo de nuestra vida. Cuando somos adolescentes, nuestros padres son lo peor de lo peor, pero a medida que crecemos conectamos con ellos de otra forma. Sin embargo, cuando una relación de pareja termina deja un vacío muy intenso.
Un novio o novia satisface no solo la necesidad de afiliación de la que hablábamos antes, sino también la de intimidad y la de compromisocompromiso. Y cuando se produce un punto y final, sentimos la necesidad de encontrar a alguien que nos aporte lo que antes nos aportaba otra persona.
Lo más saludable es llenar ese vacío poco a poco invirtiendo tiempo en nuestras aficiones, nuestra vida familiar y social y, sobre todo, nuestro amor propio. Sin embargo, a veces nos pierde la impaciencia y buscamos a un sustituto o sustituta del ex.
Por norma general, lo ideal es aprovechar una ruptura para conocernos mejor. Pero ojo, porque estar soltero no significa estar solo. Si durante la relación has dejado de lado a ciertas personas, es el momento perfecto para hacer autocrítica, pedir disculpas y crear una red de apoyo sólida y estable. Es decir, rodéate de personas que te quieran y no las dejes de lado cuando vuelvas a tener pareja.
¿Significa esto que todas las relaciones que surgen tras una ruptura están abocadas al fracaso? En absoluto. Cada pareja es un mundo, y hay noviazgos por los que nadie apuesta pero que resultan ser sanos y duraderos. Pero una cosa es que las relaciones liana sean la excepción, y otra diferente es que se conviertan en la norma.
Si eso te sucede, ten en cuenta que: