Tras incontables ultimátums, noches enteras sin dormir y discursos frente al espejo mentalizándote de que esta era la definitiva, siempre vuelves con esa persona que ya no te aporta nada bueno. Como si de un chicle se tratase, los seres humanos tenemos una tendencia a estirar relaciones hasta que se rompen por la tensión.
Tus amigos te han dicho tantas veces que no compensa seguir en esa relación, que directamente ya no les pides consejo. En realidad, algo dentro de ti te dice que estás metido de lleno en un agujero, pero, ¿por qué sigues cavando?
“Mejor solo que mal acompañado”, dice el refrán. Sin embargo, llevar a la práctica esta frase hecha es más difícil de lo que parece. A la hora de la verdad, alargamos relaciones que no nos aportan nada por cuatro motivos:
1. Miedo a la soledad
Pasar tiempo con nuestros amigos, familiares, pareja o ligues esporádicos puede ser muy gratificante. Al fin y al cabo, el apoyo social es fundamental para nuestra salud mental. Sin embargo, también es necesario tener momentos de soledad.
Si alargas una relación porque te asusta lidiar con tu día a día en solitario, no solo estás posponiendo el malestar que generan las obligaciones, sino también tu crecimiento personal.
2. Adicción a dinámicas tóxicas
Casos como el breadcrumbing, en el que mantenemos una relación con una persona que solo nos da “migajas” de afecto, pueden ser muy adictivos.
Cada persona tiene sus propios límites y si buscas una relación en la que haya contacto físico, interés y tiempo en pareja, no debes conformarte con menos. En el lado opuesto, si prefieres algo más informal y sin ataduras, lo ideal es buscar a una persona con los mismos objetivos.
3. Presión por lo que opinarán los demás
¿Sigues con tu novio de toda la vida porque te preocupa lo que tus padres puedan pensar? ¿Te da miedo que vuestros amigos en común te dejen de lado? ¿Estás posponiendo la ruptura para evitar explicar a la gente que te rodea lo que ha pasado? Si la respuesta a estas preguntas es sí, no hay amor, hay presión social.
4. Creer que milagrosamente todo va a cambiar
Cuando salimos con una persona, debemos aceptar que no todo va a ser perfecto. Tenéis que amoldaros el uno al otro, y habrá cosas que te molesten de él y viceversa. Lo que no es saludable es prolongar hasta agotar tu salud mental una relación en la que esperas que se produzca un cambio que nunca llega.
Si no pone de su parte, lo mejor es fiarte de sus actos y no de sus promesas.
Para Noelia, de 23 años, las expectativas de futuro con su actual ligue son cero. Aun así, la fata de alternativas le ha hecho alargar la relación hasta acabar pasándolo mal. “Empezamos con la cosa de que ninguno queríamos ni novios ni cosas oficiales. Vamos, que las etiquetas nos daban alergia”, comparte con Yasss. “Yo estaba de acuerdo, pero con el tiempo pasó lo típico. Me empezó a gustar y me hice ilusiones”.
Ahora, seis meses después, Noelia se encuentra en una relación adictiva. “No quiere nada serio conmigo y yo sigo con él con tal de estar juntos. Prefiero tener esto a no tener nada”.
El testimonio de Noelia refleja una situación que viven decenas de jóvenes: aferrarnos a algo que no nos da lo que queremos porque la alternativa es estar solos, como si ese fuese el fin del mundo. En consecuencia, invalidamos nuestras emociones, ignoramos nuestras necesidades y nos autoconvencemos de que o bien la otra persona, o bien nosotros mismos, acabaremos cambiando.
Puede que ese cambio nunca llegue, pero puede que tampoco deba llegar. Al fin y al cabo no hay nada malo en querer una relación seria, y tampoco lo hay en huir de la monogamia.
Cortar este tipo de relaciones es una forma de priorizar nuestra salud mental, pero también se trata de un ejercicio de sinceridad. Alguien no te aporta lo que tu necesitas ahora mismo, y se lo comunicas de forma asertiva.
El primer paso es responder a una pregunta que parece sencilla, pero que no lo es: ¿Qué quieres? Quizá llevas años alardeando de que eres un lobo solitario. Creías que las relaciones no eran para ti, pero últimamente tu cuerpo te pide estabilidad afectiva. O tal vez sucede todo lo contrario y tras buscar en Tinder una pareja seria, ahora necesitas ir de flor en flor.
Una vez sepas qué es lo que quieres, toca establecer límites en las relaciones. Da igual si es una relación seria o si se trata de un ligue de una noche, debes tener claro lo que te hace sentir cómodo y lo que no estás dispuesto a tolerar.
Finalmente, llega lo más difícil –que no imposible–, encontrar a alguien con necesidades y límites compatibles a los tuyos.