"Tiene cara de bueno", "de pillo", "de listo", etc. Es habitual escuchar todo tipo de comentarios referidos al comportamiento de un recién nacido en base sólo a su cara. Sin embargo, tal y como ha determinado una investigación internacional liderada por la Universidad Católica de Lovaina y Stanford Medicine entre otras instituciones, no existe evidencia científica de que la forma de nuestra cara determine el modo en el que nos comportaremos ni si tendremos algún tipo de enfermedad cognitiva.
Lo que sí que ha demostrado esta investigación es que existe una relación genética entre la forma de nuestra cara, es decir, nuestro rostro y la de nuestro cerebro. El equipo de científicos que publica está información identificó 76 regiones del genoma responsables de la información que da origen tanto a rasgos faciales como a otros que tienen que ver con nuestro cerebro.
Los investigadores aseguran que no existe ninguna evidencia científica de que esta relación genética determine también nuestros rasgos conductuales o el riesgo que tenemos de padecer enfermedades como el alzhéimer. La investigación desmiente por lo tanto la creencia de que la cara de un individuo desde incluso antes de que nazca determina la forma en la que este se comportará.
Tal y como se ha encargado de explicar Peter Claes, uno de los firmantes del hallazgo científico, ya existían ciertos indicios que apuntaban a una relación genética entre la forma de la cara y la de nuestro cerebro. No obstante, el trabajo realizado hasta ahora se basaba solamente en la investigación en organismos modelo y en el conocimiento clínico de enfermedades extremadamente raras.
El equipo científico liderado por la Universidad de Lovaina halló la motivación para desempeñar esta investigación en la posibilidad de avanzar en el conocimiento del genoma y en la forma en la que este "construye" nuestro organismo.
En un comunicado difundido por la institución explican que el equipo usó una metodología que ya habían empleado anteriormente: el análisis de imágenes en 3D de rostros y la relación de varios puntos concretos con información genética.
Para llevar a cabo la investigación, los científicos identificaron 472 zonas del genoma en la forma del cerebro. De todas ellas, 76 estaban también relacionadas con la forma de la cara. Según el equipo, este hallazgo nos empuja a pensar "que el vínculo genético entre la cara y la forma del cerebro es convincente"
Para Joanna Wysocka, de Stanford Medicine, este "solapamiento" genético resulta "asombroso" y demuestra "lo mucho que estas dos estructuras se afectan mutuamente durante el desarrollo". A pesar de la importancia del hallazgo, la investigadora hace hincapié en que esta relación no afecta al comportamiento de las personas.
Tal y como se explica en el artículo científico que refleja Nature Genetics, ni si quiera la tecnología más avanzada sería capaz de "predecir el comportamiento de alguien basándose en sus rasgos faciales". En este sentido, destaca Claes que se desmarcan rotundamente de las afirmaciones que relacionan los rasgos faciales con los conductuales y se refiere a ellas como "pseudociencia".
Durante el estudio también se lleva a cabo un análisis genético en el que se aborda el riesgo de padecer enfermedades como el alzhéimer, la esquizofrenia y el trastorno bipolar. Al cabo de la investigación, aseguran que no existe relación entre nuestros rasgos faciales y riesgo de desarrollar un trastorno neuropsiquiátrico. "No está escrito en nuestra cara".