Cuando hablamos de reflujo ácido o reflujo gastroesofágico (RGE) nos referimos a una dolencia que implica el paso de contenido gástrico o intestinal desde el estomago hacia el esófago, en sentido contrario al natural. Así, la válvula que separa ambas zonas (el esfínter esofágico inferior) y que sirve precisamente para recibir la entrada de aliento e impedir su salida no funciona correctamente, algo que puede deberse a distintos motivos. El resultado es el mismo: la alteración o relajación de esta barrera muscular puede irritar la mucosa y producir complicaciones en el sistema digestivo. ¿Cuáles son los síntomas del reflejo ácido y cómo tratarlo?
Tal y como recuerda la Clínica Universidad de Navarra (CUN), nuestro sistema digestivo está preparado para que el contenido gástrico o intestinal no pase al esófago, pero este sistema puede fallar por distintos motivos. Entre ellos, una alimentación inadecuada, el consumo de determinadas bebidas, el sobrepeso, el tabaquismo... Por eso, terminar con determinados hábitos puede bastar para solucionar este problema, y es posible que lo experimentemos de forma puntual debido a los excesos asociados a determinadas épocas de menor cuidado en nuestra alimentación y costumbres.
En cuanto a los síntomas del reflujo ácido o gastroesofágico, el principal es el ardor o quemazón, que notaremos en la zona entre el estómago y la garganta. Esta sensación suele agravase durante las comidas (sobre todo si consumimos alimentos que faciliten la relajación del esfínter), así como durante la noche (debido nuestra posición horizontal al dormir) o al flexionar el tronco. A veces pueden predominar los síntomas respiratorios: afonía, asma o dificultad respiratoria, relacionados con la presencia inadecuada de ácido.
En todos los casos, reducir la presión intraabdominal puede ser de gran utilidad como tratamiento contra el reflujo ácido, así como consumir determinados fármacos cuando sea necesario. Si la situación no mejora con estas medidas, existe una intervención quirúrgica que puede terminar con el problema de forma definitiva.
En cualquier caso, es importante evitar las comidas y las bebidas que favorezcan la relajación del esfínter: grasas (especialmente fritos), pimienta y especias, chocolate, alcohol, café, frutos cítricos, tomate y productos mentolados.
También conviene perder peso en caso de obesidad (el reflujo puede aparecer en caso de embarazo precisamente por un aumento de la presión intraabdominal), dejar de fumar y controlar nuestra postura al dormir, elevando si es necesario el cabecero de nuestra cama unos 10 centímetros.
En este sentido, no basta con colocar almohadas que eleven la zona del cuello, ya que ello no evitará la salida de reflujo: es necesario que el ángulo inclinado afecte a todo el tronco, por lo que se recomienda, en los casos crónicos, invertir en una cama articulable, o bien elevar ligeramente las patas superiores de la cama. También es aconsejable evitar acostarse antes de haber pasado 2 o 3 horas desde la ingesta de alimento.
Por último, conviene no dejar de tratar esta dolencia: una posible complicación puede conste en la esofagitis, o lo que es lo mismo, la inflamación de la mucosa del esófago que está expuesta al ácido. En los casos graves es posible que se produzcan cambios de la mucosa normal esofágica, que se acaba sustituyendo por una mucosa más parecida a la del estómago o a la del intestino delgado, más resistente al ácido. Ello es factor de riesgo para desarrollar cáncer de esófago.